martes, 28 de enero de 2020

LA MUERTE Y LA DONCELLA (1994), de Roman Polanski



En el duro tránsito de la tiranía a la democracia hay demasiados rencores deseando una satisfacción. La venganza, más allá de la justicia, es una palabra muy dulce para quien padeció tortura y represión que, al fin y al cabo, es la peor cara de cualquier dictadura. Los nuevos tiempos quieren ajustarse a la ley, a comisiones interminables de investigación que determinen quién hizo qué y cuándo, a juicios empapados de repercusión mediática que sacien las ganas de dar su merecido a quien tanto se propasó. Y siempre, siempre, el renacimiento de un país pasa por tener una buena dosis de olvido. De lo contrario, todo volverá a empezar de un modo u otro.
En una casa al borde de un acantilado aparece una voz del pasado. Su sonido produce lágrimas, rabia, un avivamiento del rencor que parece arder en las heridas aún tan recientes, un deseo de morderse los puños para tratar de ahogar un nuevo grito de pánico al escuchar de nuevo aquella voz que era el preludio de tantísimo sufrimiento. Y el alma, el corazón y el cuerpo claman venganza, chilla porque el propietario de esa voz reconozca sus crímenes, sus desmanes, su terrible abandono hacia el sentimiento de dominación, voraz y depredador, que produce ver a un ser humano indefenso, desnudo y dispuesto a recibir toda la humillación de la que es capaz. Hay demasiado dolor como para que quede encerrado en el silencio de la libertad y el tirano debe gritar bien alto sus terribles actos de crueldad, situados más allá de cualquier palabra de moderación y que merecen el castigo del reconocimiento público. Lo demás, debe ser pasto del olvido porque, si no, no habrá nunca un mañana. Sólo un ayer. Machacón e insistente. Un ayer que pedirá la cabeza de los responsables y que obcecará cualquier pensamiento de normalización del país. La muerte se ceba sobre la doncella y ésta deberá devolver la pena de la indiferencia.
Basada en una obra de teatro de Ariel Dorfman y estrenada en Broadway por Glenn Close, Gene Hackman y Richard Dreyfuss, Roman Polanski respetó su espíritu escénico y se centró en la interpretación de los tres personajes que deambulan a través de los residuos del sufrimiento para llegar a lo más parecido a la paz con los rostros de Sigourney Weaver, Ben Kingsley y Stuart Craig. El resultado es una historia agobiante que hace reflexionar sobre memorias históricas, venganzas personales, olvidos necesarios, coartadas imposibles, acusaciones probables, defensas ingenuas, encaramientos con la realidad, verdades que aumentan el dolor, necesidades que tranquilizan el alma. Todo ello por ese imperioso deseo de ajustar cuentas que siente todo ser humano que ha visto a la muerte muy de cerca y que, sin embargo, todavía sigue vivo. Tal vez para gritar toda la injusticia que se practicó en un tiempo de canallas sin nombre, para propagar a los cuatro vientos que habrá vidas destrozadas para siempre y que, aún así, ni siquiera la venganza podrá arreglar ni una sola de sus trizas. Quizás, si todos queremos que se ajusticie a los responsables, todos acabemos de rodillas con un cañón en la nuca.

6 comentarios:

dexterzgz dijo...

Me gusta mucho esta película. Creo que es una de las tapadas de la filmografía de Polanski que todos se empeñan en definir absurdamente como un continuo ajuste de cuentas. Basta ver cómo han interpretado algunos la reciente - y magnífica- "El oficial y el espía".

La película es un recital de interpretaciones. Me quedé alucinado viendo a Sigourney en este papel, aunque Kinsgley tampoco está nada mal. Eso sí, hubiese sido impagable ver a Hackman y a la Close hacer estos personajes en el teatro.

Abrazos desde el acantilado

César Bardés dijo...

Desde luego,a mí me parece muy superior a muchas otras suyas que han agarrado más fama en base no sé muy bien a qué. Me parece una estupenda película que, además, resume mucha de sus obsesiones y, además, hay unas interpretaciones fabulosas. Cierto es que no deja de ser una pena que, debido a su condena en los Estados Unidos, fue imposible juntar al Hackman, la Close y al Dreyfuss, no lo olvidemos, en esta historia para el cine, porque los tres tenían tirón más que de sobra para llevar a la gente al cine y, estoy seguro, hubieran arañado alguna nominación. Me gusta mucho.
Abrazos claustrofóbicos.

carpet_wally@gmail.com dijo...

Pues estoy de acuerdo con todo lo que decís, una de las más notables películas del polaco, unas interpretaciones superlativas y una gran historia...y sin embargo... No es una película que me guste mucho, es más llegado un punto me desagrada. Pero es una cuestión puramente personal, ya os he dicho que no me gustan las películas en las que la gente sufre, ni si quiera de manera retrospectiva y mi empatia me lleva a meterme demasiado en la piel de esos personajes y sufrir con ellos...y eso me disgusta. La vi en su día, me pareció muy valorable, pero no me gustaría revisarla y probablemente tampoco la recomendaría demasiado...es un tema que excede de lo cinematográfico, es mi propia minusvalía para soportar la tristeza y el dolor.

Abrazos con los ojos vendados

César Bardés dijo...

Te entiendo perfectamente, pero en mi caso, no funciona con el personaje de Kingsley, sino con el de Weaver. Me explico. Sólo se habla de las torturas que ha padecido ella (mientras que él las padece directamente en pantalla) y eso me produce auténticos escalofríos y me hunde en una profunda tristeza. Es el relato del sufrimiento de ella lo que me pone en una situación tan incómoda que apenas puedo soportarla, no el sufrimiento de él, que no deja de engañar y de hacer alusión a las coartadas prefabricadas. Bien es verdad que, haciendo de tripas, corazón, la soporto y allá que voy con ella. Y, de hecho, cuando alguien me dice que si Polanski tal o cual, siempre saco a relucir tanto "Chinatown" como ésta, que me parecen películas francamente sobresalientes dentro de su filmografía, muy por encima de "Lunas de hiel", por ejemplo.
Abrazos atado a la silla.

carpet_wally@gmail.com dijo...

Efectivamente, no lo expliqué bien, es el personaje de ella, de sus recuerdos y sus terrores el que me agobia. Lo de Kingsley y su sufrimiento es mucho más soportable, él trata de hacer trampas, juega un poco con la situación. Esa parte de la historia es muy llevadera,, para mi, a pesar de su violencia o malsanía, pero los recuerdos de ella me dejan demolido.

Yo también creo que "Lunas de hiel" está muy por debajo de esta, hasta "Un dios salvaje" o "Frenético" me parecen mejores que "Lunas...". Yo creo que "Chinatown" es la mejor de su filmografia, por encima incluso de "La semilla del diablo" aunque esta sea siempre su peli más recordada.

Abrazos escuchando a Schubert

César Bardés dijo...

Vale, aclarado, entonces ya te comprendo al cien por cien.
A mí "Frenético"...no me hace nada. No sé. Nunca entré en ese pretendido homenaje al cine de Hitchcock con un Harrison Ford atribulado yendo de aquí para allá. Le falta fuerza, empuje, vigor, eso que tanto nos gusta del tío Alfred.
Sí, yo también creo que "Chinatown" es la mejor de su filmografía. Por encima, no solo de "La semilla del diablo" sino también de "El pianista", una película que está bien, que es notable, pero que no es la obra maestra que tanto han querido ver.
Abrazos sin venganza.