miércoles, 29 de enero de 2020

NO HAY SALIDA (1987), de Roger Donaldson



Quizá todo sea una trampa para coger a esa especie de fantasma ruso que pulula por el Pentágono y que nadie sabe quién es. O, tal vez, todo sea una venganza tramada desde altas instancias para vengar los celos de un tipo demasiado poderoso. Da lo mismo. El problema es que Tom Farrell está en el centro del huracán y no ve muchas salidas para que no le cuelguen todos los muertos. Y el caso es que ella era tan dulce, y los días pasados a su lado fueron tan volátiles, tan maravillosos, que apenas se pudo saborear la felicidad de un momento. Todo se precipita. La foto nunca revelada. Los regalos que nunca debieron ser aceptados. Comandante Farrell, tendrá que correr y mucho. El cerco se estrecha y el pentágono en el que trabaja se está convirtiendo paulatinamente en una soga que se aprieta.
Las lealtades hay que medirlas con exactitud porque es posible que, cuando se necesite algo de vuelta, la mejor solución sea volarse la tapa de los sesos. Habrá que registrarlo todo, hay algún que otro testigo de un amor que fue, sobre todo, injusto, y el tiempo apremia. No se ve salida ninguna, Comandante. Y las soluciones deben ser rápidas y reflejas. Sin tiempo para pensarlas. Incluso tendrás que recurrir a algún viejo amigo para que se retrase el veredicto final y te tomarán por desquiciado. Lo importante es que el Secretario de Defensa no se vea salpicado y que cualquier infiltración pase por un desliz. El peligro crece. El agobio aumenta. Los pasillos se cierran y no hay demasiado por lo que seguir luchando porque lo único que cuenta es la libertad. Aunque tal vez, sólo tal vez, no sea así.
Excelente suspense para una película que se erige como una revisión de El gran reloj, de John Farrow, pero introduciendo algunas claves políticas que enriquecen la trama, la hacen más angustiosa, más presurosa, más inquietante. Al fin y al cabo, la búsqueda de un espía fantasma se mezcla con la de un asesino y uno y otro se van confundiendo en sus límites hasta que parece que todo queda resuelto en un final que no deja de ser sorprendente. El ritmo es trepidante, el misterio, absorbente y la mente apenas tiene tiempo de dispararse en todas las direcciones buscando las respuestas que plantea la charada. No hay salida. Todo acabó por ser peligroso, intocable, indigno, tramposo y, tal vez, equívoco. Kevin Costner, Gene Hackman, Will Patton y Sean Young se encargan de dar cuerpo a este misterio que, en el fondo, resulta ser una caza. Y el espectador, ávido de emociones, corre junto al Comandante Farrell deseando su salvación.
El uniforme blanco de la Marina es un signo de limpieza, de honestidad, de auténtico servicio. Resulta lamentable mancharlo con falsas acusaciones que, además, no están muy demostradas. Más allá de eso, seguro que es hora de dar unas cuantas patadas a los perros chacales que tratan de facilitar el trabajo a un cobarde y timorato político que no tiene redaños como para aceptar una acusación de asesinato. No, no hay salida.

2 comentarios:

carpet_wally@gmail.com dijo...

Que gran película. En los 80 se hicieron grandes cosas. Y Donaldson aquí dio lo mejor de si, cosa que sólo repitió en la magnífica y que pasó casi de tapadillo "Trece días" (la volví a ver hace poco y me volvió a parecer estupenda). El resto de su filmografia es bastante menor cuando no claramente pésima. Quizá lo peor de estas pelis ochenteras es qu su estética se ha quedado algo anticuada pero el ritmo general de las películas de la década es tan sublime que no resiste comparación con las del siglo XXI.

Y lo cierto es que aquí, Kevin Costner que iba para nuevo guapo oficial de Hollywood demostró lo que siempre ha sido, un actor con muchísima solvencia y una presencia escénica mucho más que sobresaliente. Su filmografía demuestra que ha dado lo mejor en películas de mucho nivel y con directores de lo más granado desde De Palma ("Los intocables") hasta Oliver Stone ("JFK") pasando por Eastwood ("Un mundo perfecto"). Y tiene muchas buenas pequeñas pelis, una de las mejores que he visto últimamente es "Draft day" de Ivan Reitman dando vida a un director de un equipo de fútbol americano y la problemática para fichar bien al número 1 del draft (es una película que nos puede resultar algo complicada por la propia forma de fichar de los americanos, pero con un ritmo y una intensidad fantástica).

El caso es que en "No hay salida" está estupendo y la película es todo un prodigio de guión y de ritmo al servicio de la historia. Es imposible no sentirse implicado en las desventuras del galán que se enamoró de la chica inadecuada (o no tanto) y no sentir la angustia y la prisa en cada escena. Una muy buena película.

Abrazos leyendo la lista de regalos oficiales.

César Bardés dijo...

Has dado en el clavo, amigo. El ritmo de esta película es frenético. Además, incluso, sorprendente, porque, en un principio, se toma su tiempo para plantear las bases de lo que va a ser la historia. El lío de Costner con Young, la situación de Hackman, la ladina actitud de Patton. Todo a su paso. Entonces, de repente, pisa el acelerador. Sientes cómo se estrecha el cerco alrededor de Costner y llegas a pensar que no va a poder salir de ahí salvo que aparezca algún elemento sorpresa. Y no aparece. Salvo el giro final que explica unas cuantas cosas.
Cierto es que Costner aquí ya da muestras de que podría dar mucho más de sí de lo que en principio parecía y de que no sólo era el galán con cara de bueno. Recuerdo que una parte de la prensa decía que era el "nuevo Gary Cooper", que era lo mismo que decir que era un nuevo rostro que jamás podría hacer de malo. El tiempo los ha desmentido. Ha hecho malos y les ha imprimido, además, su toque personal.
También es cierto que algunas películas ochenteras se han quedado antiguas por su estética. O también porque ves el tema informático y piensas de dónde han sacado tantas cajas. En este caso, la estética no se ha quedado tan antigua, sí lo del tema informático (la búsqueda del regalo oficial ahora sería imposible demorarla tanto con esa excusa) y también hay otro detalle que lastra una nueva visión de esta película, y es la música. Durante algunos años, se puso de moda la banda sonora con sintetizador y, aunque no deja de haber frikis que las alaban y se postran de rodillas ante ellas, a mí me parece todo un desperdicio que sí, que quizá en su época llamaba la atención (uno de los ejemplos era la banda sonora de "Único testigo", de Maurice Jarre, que era muy buena y con sintetizador. La escuchas ahora y piensas: "Madre mía ¿dónde vas con el cabás?") pero que ahora, escuchadas, quedan irremediablemente trasnochadas a fuerza de haber sido olvidadas en su forma. Nadie escucha ahora música de sintetizador y menos si es melódica. Es un detalle menor, si se quiere, pero, personalmente, lo noto muchísimo.
Abrazos desde la silla de ruedas.