viernes, 27 de marzo de 2020

SOSPECHOSO (1987), de Peter Yates



Un juez se suicida y el cuerpo de una joven secretaria aparece varado en el río Potomac. Washington es un hervidero de sorpresas y parece que lo más fácil es culpar al más débil, al que no tiene posibilidad de defenderse, al que la vida ya ha condenado mucho, mucho antes. La opulencia de los políticos y de la clase dirigente al lado de la miseria de los sin techo, que tratan de buscar ventaja de todo lo que encuentran. Y en medio de una deuda con la justicia a la que no se debe dejar inclinarse del lado de los que menos la necesitan. Para ello está el Departamento de Abogados de Oficio y, en él, la profesionalidad de una mujer del empuje y la rabia de Kathleen Riley que, a pesar del cansancio y de que ha renunciado a todo para defender a los que no pueden pagarse un defensor, sigue ahí al pie del cañón, demostrando que la valentía es un nombre de mujer y yendo un poco más allá que todos sus colegas.
El problema, en el fondo, es legal. Los abogados no pueden entrar en contacto con los miembros del jurado mientras dure el proceso. Y hay un jurado que está encontrando dudas razonables en el asunto. Es muy observador porque es un buscador de votos del Congreso y está muy acostumbrado a saber qué es lo que la gente quiere y en qué momento. Y ese mendigo, abandonado por todo y por todos, no es culpable. Y nadie se ha dado cuenta. Mucho menos ese juez implacable que parece guardar una cierta hostilidad contra todas las partes implicadas aunque algo más contra la letrada Riley. Hay que fijarse en los detalles, ver con qué mano se coge un lápiz, negociar una prueba con otros indigentes, estar listo cuando se trata de escapar a la vigilancia y estar ahí para que la propia abogada tenga una vida que recuperar. No es fácil para un simple jurado que tiene prohibido discutir los pormenores del juicio con nadie. La justicia va a dar muchas vueltas en este caso, abogada. Y no se admite la protesta.
No cabe duda de que Sospechoso es una película ligera, que se deja ver con disfrute, porque es entretenida y con resultados fáciles. A ello ayuda que esté dirigida por un perro viejo como Peter Yates e interpretada con competencia por Cher y por Dennis Quaid que, a pesar de la diferencia de edad, hacen creíble el imposible romance que surge entre ellos. De fondo, la crítica social hacia una sociedad que cada vez se olvida más de los menos favorecidos y que encuentra en el rostro de Liam Neeson una razón más para la desesperación y el abandono. Nadie quiere volver a entrar si no se les deja volver a entrar. Es así de sencillo. Y la sordidez y el asesinato llegarán por sí solos. A pesar de que sólo es un ajuste de cuentas con un pasado que se aleja a demasiada velocidad llevándose consigo todos los secretos. Incluso los que más tienen que esconder. Y no son, precisamente, los de la gente que no tiene nada.

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