miércoles, 26 de mayo de 2021

LA RESIDENCIA (1969), de Narciso Ibáñez Serrador

 

Este es un internado de señoritas. Aquí sólo existen las buenas conductas y la educación para hacer mujeres hechas y derechas para el día de mañana. Las edades oscilan entre los quince y los veintiún años. Y no se permite la más mínima rebelión. El dictado al pie de la letra, señoritas. Los rezos, que no falten. La comida será escasa, pero ya se sabe, la moderación es una virtud. La residencia es una gran casa con muchos rincones oscuros y una damisela debe comportarse en todo momento. Incluso cuando la tiniebla se abre con todas sus tentaciones.

Por supuesto, hay alumnas que están mejor consideradas que otras. El castigo debe llevarse a cabo, pero de forma discreta. Demasiadas mujeres juntas despiertan también algunos deseos. El sadismo se debe aplicar con mesura. Y las cicatrices deben lavarse con cuidado. Así y sólo así podréis ser damas en el día de mañana. La dureza forma parte del día a día y debéis probarla de vez en cuando. Aunque sea en medio de un dictado sobre Virgilio. Aunque sea para dar satisfacción a la parte más oculta del espíritu femenino.

Chicho Ibáñez Serrador dirigió con maestría esta historia agobiante y algo desatada sobre los terribles secretos que puede esconder la convivencia de un internado endogámico y aislado. Aunque algunos de los recursos han quedado irremediablemente desfasados, el ritmo es constante y la atmósfera de inquietud se siente a cada momento gracias a la contrastada y notable fotografía del gran Manolo Berenguer. Al frente del reparto, Lilli Palmer, que, desde una palpable distancia, esconde más de lo que muestra para acabar siendo presa de sus propios vicios. El horror se instala en los aledaños del deseo y eso es algo en lo que se insiste a lo largo de todo el metraje. No cabe duda del homenaje que Ibáñez Serrador tributa a Suspense, de Jack Clayton, o a El joven Törless, de Volker Schlöndorff y, además, aporta secuencias de tensión mantenida que, si bien se ven perjudicadas por una banda sonora anticuada, aún permanecen en el ánimo con eficacia. El miedo, ya se sabe, es adictivo y parece que en esta residencia de señoritas, con un reparto casi exclusivamente femenino salvo tres personajes meramente episódicos, es una asignatura más.

Así que afilen las plumas y traten de escribir con una caligrafía elegante. El giallo italiano también aparece por ahí, pero, quizá, de forma mucho más sugerida. No se adentren por habitaciones solitarias y quédense en su sofá. La clase va a empezar y el silencio debe predominar en el aula. Esto no es un cuartel, pero no tiene nada que envidiar a otras instituciones que también emplean la crueldad como recurso didáctico. Las noches serán muy largas y la hora de tomar el té se volverá una amenaza que coquetea juguetonamente con la humillación. Ni siquiera se pasará un aviso a las familias si alguien desaparece misteriosamente. Al fin y al cabo, estas jovencitas son impetuosas y traviesas y puede pasar cualquier cosa. Incluso si la búsqueda es la de una chica ideal.

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