El verdadero terror no está ahí, en la pantalla de cine. El cúmulo de abyecciones, bestialidades y mentes cóncavas que el cine nos ha mostrado no es más que pura fantasía, medios para describirnos una historia que un creador nos quiere hacer llegar simplemente porque cree que tiene algo que contar. Lo demás es todo puro efectismo visual, pensamiento gótico en planos atemporales de ficción, un juego de focos allí, un exceso de víscera de juguete bien condimentada con una salsa de tomate que no siempre adquiere colores de realidad por aquí. El terror, el auténtico terror está aquí mismo, a nuestro lado. Es ese tipo que nos saluda todas las mañanas con la amabilidad del vecino. Es aquel cliente que entra en nuestra tienda con una sonrisa abierta de par en par dispuesto a adquirir legalmente lo que vendamos. Es el típico fulano que, todos los días de su vida, hace exactamente lo que se espera que haga, bien vestido, bien trabajado, bien adolecido, bien amaestrado.
Pero debajo de la blanca laxitud de la falsa calma, ruge la furia, la sed de la sangre de verdad, el deseo de disparar a todo lo que se mueve por el simple placer de alterar su movimiento o, incluso, dejarlo muerto. Su sociopatía es enfermiza y salvaje. Su odio a todo lo establecido late bajo su piel y quiere volarlo todo mientras finge una situación que ni quiere, ni le interesa mantener. La vida carece de importancia porque lo importante de la vida es acabar con ella.
Mientras tanto, un veterano actor de películas de miedo se da cuenta de que los monstruos no necesitan máscara. ¿Para qué va a inspirar miedo a nadie cuando los héroes andan sueltos? Su trabajo ya carece de sentido, incluso de sentido del entretenimiento. Los monstruos no son los que salen en la pantalla…son los que miran a la pantalla y él se siente blanco fácil de un destino predeterminado como en aquella historia en que un criado huye espantado de un mercado persa porque se ha encontrado a la muerte haciéndole un gesto amenazante y le pide a su amo un caballo para huir a Samara. El amo, intrigado, le presta el caballo y va al mercado para encontrarse con la muerte y allí, ante ella, le pregunta por qué amenazó a su criado. La muerte sólo responde:
-. Yo no le amenacé. Tan sólo hice un gesto de sorpresa porque tengo una cita con él mañana…en Samara…
Y el actor, fiel a una cita ineludible con un destino que tantas veces ha fabricado en la ficción irá al encuentro del monstruo para acabar con el miedo que condiciona las vidas de los que tantas horas han pasado mirándole.
“El héroe anda suelto”, de Peter Bogdanovich es una espléndida película, terriblemente premonitoria de todo aquello en lo que nos hemos convertido cuando nuestros sueños se hunden en el infierno y en la penumbra. El rostro de Boris Karloff, magnífico en su papel de vieja estrella del pánico, pone la oscuridad de sus arrugas para trazarnos un preciso plano de lo que es el miedo, el verdadero miedo.
Mientras tanto, un veterano actor de películas de miedo se da cuenta de que los monstruos no necesitan máscara. ¿Para qué va a inspirar miedo a nadie cuando los héroes andan sueltos? Su trabajo ya carece de sentido, incluso de sentido del entretenimiento. Los monstruos no son los que salen en la pantalla…son los que miran a la pantalla y él se siente blanco fácil de un destino predeterminado como en aquella historia en que un criado huye espantado de un mercado persa porque se ha encontrado a la muerte haciéndole un gesto amenazante y le pide a su amo un caballo para huir a Samara. El amo, intrigado, le presta el caballo y va al mercado para encontrarse con la muerte y allí, ante ella, le pregunta por qué amenazó a su criado. La muerte sólo responde:
-. Yo no le amenacé. Tan sólo hice un gesto de sorpresa porque tengo una cita con él mañana…en Samara…
Y el actor, fiel a una cita ineludible con un destino que tantas veces ha fabricado en la ficción irá al encuentro del monstruo para acabar con el miedo que condiciona las vidas de los que tantas horas han pasado mirándole.
“El héroe anda suelto”, de Peter Bogdanovich es una espléndida película, terriblemente premonitoria de todo aquello en lo que nos hemos convertido cuando nuestros sueños se hunden en el infierno y en la penumbra. El rostro de Boris Karloff, magnífico en su papel de vieja estrella del pánico, pone la oscuridad de sus arrugas para trazarnos un preciso plano de lo que es el miedo, el verdadero miedo.
4 comentarios:
No he visto esta película de Bogdanovich de la que hablas. No obstante, me parece muy interesante la reflexión que haces acerca del terror cotidiano. De pequeño, cuando el cine aún no suponía para mí ni la mitad de lo que supone ahora, no dejaba de preguntarme porqué la gente se metía a ver películas de miedo y entraba en los cines a pasar un mal rato. Luego descubrí que la gracia consistía en imbuirse en una especie de catarsis colectiva y dejarse llevar, algo así como el que va al fútbol los domingos para liberar las tensiones de la semana. He entrado en el género muy tarde (si PSCOSIS la debí ver por primera vez como a los 30, fíjate lo cagueras que era). Lo que pasa es que últimamente el cine de terror ha derivado en otra cosa, ha virado hacia el gore, y ahora lo que se lleva son las vísceras, los higadillos, la casquería y esas cosas. La última vez que vi algo parecido a la catarsis de la que te hablaba antes fue en REC de Plaza y Balagueró. Yo en este sentido, la última película de terror que he visto –porque realmente me dio miedo la realidad que describe y cómo la describe- ha sido, fíjate tú, CAMINO de Javier Fesser.
Cada vez siento más pánico de la gente. Me quedo asustado de la facilidad con la que asimilamos la violencia real que se nos muestra en cualquier telediario. Eso, para nosotros, no es catarsis, ni tiene un sentido solidario, ni siquiera informativo. Eso para nosotros es esa especie de enfermedad colectiva que es...mirar. Mirar lo que hace el vecino de al lado. Mirar lo que dice el estúpido concursante de Gran Hermano. Mirar lo que jode la estrellita de turno que ha sido pillada in fraganti. Mirar cuando no se debe mirar. Lo curioso es que, cuando se debe mirar, que es en el cine, entonces es cuando la violencia nos hace mella y entramos en esa catarsis de la que hablas, en esa liberación de tensiones que proporciona determinado tipo de cine. Nunca he sido un fanático de las películas de terror aunque hay títulos que me gustan mucho como "La casa encantada", de Robert Wise; o "La leyenda de la mansión del infierno", de John Hough; o algunos títulos de la Hammer. Creo que la única película de terror de Hitchcock, en realidad, es "Los pájaros" y, por supuesto, me parece maravillosa. "El héroe anda suelto" no es una película de terror, es una advertencia muy seria, es un paralelismo entre el terror de ficción y el terror real y el peligro que corremos de confundir ambos. Aún no he visto "Camino" pero ya dije anteriormente que Javier Fesser es un hombre que me gustaba por su honestidad. En cuanto a Plaza y Balagueró tienen títulos realmente interesantes ("Frágil", "Los sin nombre", "Darkness" y "El segundo nombre", de Plaza me pareció muy, muy interesante). Me gustó mucho "In dreams", de Neil Jordan, me apasiona el "Drácula", de Francis Ford Coppola, sobre todo porque no está planteada como una película de terror sino como una historia de amor. Por supuesto, "Alien" me parece una obra maestra, "La invasión de los ladrones de cuerpos", de Don Siegel (digan lo que digan, muy superior a la versión del 79 de Kaufman) es un prodigio de narrativa rápida y trepidante. "El resplandor", del maestro Kubrick, es la perfecta representación del mal perpetuo. "Nosferatu", de Murnau, una sinfonía de horror. "Suspense", de Jack Clayton, bufff, una obra indispensable. "La mano", de un temprano Oliver Stone, es muy interesante. "Link", de Richard Franklin, una joya por descubrir que tiene reminiscencias de "Al rojo vivo", de Raoul Walsh. En fin, creo que la intención de Bogdanovich al hacer esta película fue decirnos que no hace falta que fuéramos al cine para pasar miedo, que el miedo está a nuestro alrededor...y lo peor es que no nos damos cuenta.
Gracias, Dex, muy interesante el tema
Bueno, pues ya que entré para que callarme.
Link me parece una gran pequeña peli de terror, desconocida o casi olvidada, pocos la recuerdan salvo para mencionarla en la filmografia de Elisabeth Sue. a mi megustó mucho.
En cuanto al cine de terror creo que ha cambiado tanto como nosotros mismos, Nosferatu sería terrible en su momento pero ahora no daría demasiado miedo, sin embargo hay terrores desasosegantes por cuanto que pueden hacerte creer que pueden pasarte a ti.
El miedo no te agarra porque un psicopata con machete vaya despedazando victimas, el miedo te lo provoca pensar que tu hijo ( por ejemplo ) puede empezar a ver cosas que tu no notas...En este sentido, rompo una lanza por "Los otros" porque creo que Amenabar y la Kidman lograron crear esa atmosfera.
Otra cosa es, el miedo al mal, a la maldad absoluta. En esa linea "El laberinto del Fauno" y Sergi López son una muestra perfecta.
Y en cuanto al terror cotidiano no hay cosa suqe me inquiete más que el absoluto desprecio de la vida humana, por eso soy incapaz de ver películas como "Ciudad de Dios", no logro superar la angustia de ver que aquello que me cuentan no es una fantasia.
Un placer otra vez.
Carpet
Es cierto que el tiempo no pasa en balde y que "Nosferatu" hoy en día es apenas un juego de niños, aunque no deja de incomodarme en algunas de sus escenas que ya tengo bien aprendidas de memoria. También es cierto que quizá el terror se halle escondido en todo aquello que se nos hace cotidiano y que se nos pasa por alto y, desde luego, "Los otros" me parece una excelente película, al igual que me lo parece "El sexto sentido" (lo digo para los que enseguida piensan "claro, como está copiada"). Sea como sea, es muy deudora de "Suspense" por la misma razón. Las cosas que unos niños ven y que se escapan al mundo de los adultos aunque me parece muy interesante la óptica del film de Amenábar de tratar al espectador como uno de los protagonistas, no sé si me explico y no quiero decir más. "El laberinto del fauno" es un miedo de fantasía y realidad, un miedo que es muy palpable dentro de la imaginación y, por supuesto, me parece una muy buena película. "Ciudad de Dios", por otro lado, no es más que una puesta al día de cierto tipo de literatura que estuvo muy de moda en Brasil allá por los tempranos ochenta. El realismo de chabola siempre lo he asimilado mal y, sencillamente, ni me va ni me viene, entre otras cosas porque creo que Rossellini lo hizo antes, o de Sica, o Germi o, incluso, Truffaut y con menos efectismo. Tal vez, entroncando con Meirelles me dé mucho más miedo la conspiración global a la que nos somete "El jardinero fiel" que la que nos muestra "Ciudad de Dios". Gracias, una vez más, por tu comentario tan innovador.
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