miércoles, 5 de noviembre de 2008

LOS TRES DÍAS DEL CÓNDOR (1975), de Sidney Pollack


Dicen que el cóndor es un ave en peligro de extinción. Tiene un vuelo majestuoso del que sólo son testigo las altas cumbres de los Andes. Por eso, pasa desapercibido aquí abajo, en la vorágine de las grandes ciudades. Aquí, en medio del estúpido tráfico, donde el nido está hecho de asfalto, tan sólo es un descifrador de mensajes en clave introducidos como por casualidad en todo lo que se edita. Puede que, para algunos, sea alguien mediocre, una especie de oficinista eficiente con mentalidad algo cercana al síndrome de Peter Pan. Pero cuando despliega sus alas, muestra la grandeza de una inteligencia privilegiada, blanco móvil para unas balas profesionales que buscan su exterminio porque da en el clavo por pura coincidencia. El peligro está en esa unidad de espionaje que opera dentro de una gigantesca entidad de viscosos tentáculos, cazadores de la información más recóndita, que hemos dado en denominar como C.I.A.
Así, el cóndor tiene que sortear las trampas de una naturaleza urbana hostil sin saber muy bien por qué él es la presa. Pasa en vuelo rasante alrededor de esos árboles que intentaron rascar el cielo y que se conocieron como Torres Gemelas. Tiene que convertir al metódico cazador que le persigue con una frialdad casi admirable en un ser de mirada expectante que deja pasar su vuelo tan sólo por el espectáculo de su astuto planear. Debe coger, para su propia protección, a una presa inofensiva que sepa atisbar dentro de su interior enlosado con riscos de inquietante inteligencia. Pero el cóndor no es un ave de acción, es un mero escribiente, un chupatintas, un burócrata sin más armas que su nómada personalidad y su intento de usar esa inteligencia superior en el mismo aire de un abismo que ni siquiera comprende del todo…
Sidney Pollack dirigió Los tres días del Cóndor con el realismo de la violencia más fría utilizada sin el menor énfasis. Puso alas a Robert Redford, hizo a Faye Dunaway con la debilidad de una presa sin rumbo, caracterizó a Max Von Sydow con la avidez de quien sabe esperar con infinita paciencia para sacar con furia templada el golpe que nunca yerra y, por último, convirtió a Cliff Robertson y a John Houseman (aquel socio y amigo de Orson Welles que renegó violentamente de él a raíz de Ciudadano Kane) en aves de carroña dispuestas a devorar todo lo que exhale un suspiro de verdad.
El resultado es una de esas películas que Sidney Pollack supo manejar con peculiar maestría (más allá de melodramas desdichados e, incluso, desafortunados como Caprichos del destino, género al que también se dedicó con pasión) como fue el caso de la excelente La tapadera. Sin embargo, hoy no es día de quedarse quieto esperando que te alcance el disparo que lleva el nombre de un pájaro de alturas y miradas. Hoy es tiempo de proteger al cóndor…Él lo merece.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta esta película. No recuerdo si la vi por primera vez el mismo año de su estreno. Pero he vuelto a verla varias veces. Tanto Redford como Faye Dunaway estan geniales. Tienen mucha química en esta peli, creo yo. Por cierto, qué mal ha envejecido esta mujer. Recuerdo la escena en que él llega a su despacho y se encuentra lo que se encuentra( no lo pongo por si alguien no la ha visto). Me impactó mucho. De todas formas, he de reconocer que con tantas veces que la he visto y nunca me paré a ver el paralelismo que tu haces entre el cóndor y el protagonista. Así que, una vez más, gracias por tus enseñanzas.
Gema

César Bardés dijo...

Me alegro de leerte de nuevo, Gema. He de reconocer que "Los tres días del cóndor" es una de las películas que más me fascinan de Sidney Pollack y en la que reconozco una interpretación muy considerable de Redford. En la década de los setenta, por otro lado, Faye Dunaway hizo furor y reconozco que era una mujer que me encantaba, con una peculiar belleza serena que paseó no sólo en ésta sino en otras joyas de la época como "El compromiso", de Elia Kazan, o "Chinatown", de Polanski, o "Network", de Sidney Lumet, con un maravilloso William Holden envejecido. También hay que recordarla como una de las contendientes de ajedrez más sensuales que se hayan visto en "El caso Thomas Crown" al lado del genial Steve McQueen. Y sí, ha sido una mujer que no ha sabido envejecer, estirándose la piel hasta que apenas es una máscara. Creo que Redford también se ha pasado con su último arreglo y ha perdido un buen puñado de personalidad aunque tiene una veteranía envidiable como actor. Gracias a ti por leerme.