miércoles, 3 de diciembre de 2008

EL YANG-TSÉ EN LLAMAS (1966), de Robert Wise


Todo cambió para el maquinista Jake Holman el día en que tuvo que disparar a su propio encargado de máquinas para evitar que fuera torturado. Su mundo de tuercas, pernos, válvulas, cojinetes y bielas saltó por los aires al respirar la imposibilidad de la disciplina militar. Y allí, en medio de un enorme río, propiedad de la rebeldía, se pregunta qué hace allí si los valores a defender se encuentran en otra parte. Sólo allí encontrará algo parecido al amor y eso sólo después de ser espectador de un romance de principio en el laberinto de la prostitución subastada y de final en la sordidez de ninguna parte. Sabe que, a pesar de los enormes espacios abiertos, de la belleza de un país a punto de iniciar una revolución, aquello no es más que un callejón sin salida donde sólo espera la humillación y la derrota.
Curiosamente solamente cuando la lucha y la necesidad le lleva a combatir por lo que realmente cree es cuando sentirá que estuvo demasiado cerca de abrir la puerta de una libertad descerrajada a golpe de fusil. No es fácil encontrar el río de la vida pero no porque las aguas sean anchas ése debe ser el cauce del destino. A menudo, salir de él es tarea de hombres grandes. Y Holman no lo es. Sólo es un hombre. Rodeado de grasa y de motor. De un mundo convulsionado que le rechaza por el mero hecho de ser extranjero. Del agua hostil que oxida el casco de un barco y roe los cimientos de una presencia que nunca debió de estar. Hundido por el peso de una autoridad que, no por disciplinaria, es mejor. Su mirada se arruga, se va haciendo más tensa y sabe que cuando no te quieren, lo mejor es irse y que cada uno se haga su propia guerra porque el precio a pagar será demasiado alto y que nadie comprenderá ninguna razón.
A veces, hay que matar a alguien que se sabe bueno simplemente porque no se puede saltar una barrera. Pero la proa de un barco debería ser la única respuesta a una guerra ajena. Ni siquiera vale la pena mirar. El dolor es íntimo y si ellos quieren matarse es el derecho que tienen de país y de pueblo el que los empuja a ello.
Es Vietnam. No. Es China. No. Es Irak. No. Es cine. Es Steve McQueen. Es Richard Attenborough. Es Candice Bergen. Es Richard Crenna. Cuidado. Es una bala con tu nombre. Es esta película. A tu izquierda, el Yang-Tsé está en llamas…


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta mucho esta peli y la he visto varias veces. Lo que ocurre es que hace tiempo que no la veo y me da pena porque eso me impide poder comentarla contigo como me gustaría. Para mí es una película con un fondo de romanticismo muy bonito. La historia entre los protagonistas, por cierto qué guapos están los dos y qué buena química dsprenden, la historia del amigo(creo recordar), y por otra parte la historia del padre de ella. Las tres como digo, tienen un fondo de lucha por unas ideas en las que creen llenas de romanticismo. Al menos eso es lo que recuerdo de ella , que lo mismo me estoy liando y he metido algo que no corresponde a esta peli. En cualquier caso, una vez más me ha gustado leer lo que te inspira una película de "las mías".
El cartel, precioso.
Gema

César Bardés dijo...

Es totalmente cierto que la película destila un fondo de romanticismo, es como si, en cierta manera, llamara a todos los personajes hacia la aventura de lo romántico haciéndoles ver que sólo eso merece la pena, que el resto de luchas son estériles. Es una película que siempre me ha parecido muy bien hecha, con mucho corazón, una de esas que se te va metiendo por los ojos hasta que llegan al corazón mientras te ves zarandeado por las tormentas de la China más turbulenta.
Una buena película que me alegro que te haya gustado que comente. Y el cartel, con esa magia que tenían aquellos cartelones de los cines de cuando éramos pequeños.

Anónimo dijo...

A ver, puntualicemos, querrás decir "carteles de cuando eramos niños"...puesto que ella (Gema) es y ha sido siempre "Grande"...

Como grande era Mcqueen, magnético, creible, tocado por la magia.

La película es muy buena, pero él la convierte en algo más.

Carpet

César Bardés dijo...

Nunca he dudado de que Gema ha sido, es y será siempre "grande", te agradezco la puntualización.
Y sí, si nos fijamos por un momento, cogemos "El Yang-Tsé en llamas" lo trasladamos a nuestros días y ponemos a un Matt Damon cualquiera de protagonista y nos quedamos en un río muy, muy poco profundo. Eso es lo que hace grandes a los actores.