viernes, 16 de octubre de 2009

TEMPESTAD SOBRE WASHINGTON (1962), de Otto Preminger

El pasado es una lápida que hay que llevar con dignidad aunque esté muerto. Al mismo tiempo, dos hombres tienen que enfrentarse al suyo. Uno intentando olvidar aquella época en la que el idealismo le sitiaba hasta que dejó posiciones tendenciosamente izquierdistas. El otro, tratando de enterrar definitivamente un simple error de juventud que hoy no provocaría más que una sonrisa de comprensión. En medio de todo, un presidente que se va apagando con lentitud; un radical de derechas que utiliza todos los medios a su alcance para agarrar sus quiméricas metas; un moderado portavoz que intenta servir a su presidente porque, quizá, está un poco más allá del deber y más cerca de la amistad; un anciano senador de la vieja guardia que vela por mantener puros los principios de la unión y del más rancio y estrecho control sobre los supuestos desmanes del gobierno a favor de una mal entendida progresía; y aún otro más, representante de la modernidad y de la imagen más conquistadora de la política que, por un amigo, será capaz de enfrentarse a sus propias filas.
Pero el pasado se empeña en resurgir, en golpear y en acabar con el presente, y en medio de esta tempestad sobre Washington habrá un hombre gris, de perfil muy bajo, al que nadie escucha y al que nadie habla que, con una negativa, hará posible creer que será un gran líder. Es el marasmo de la política, es la distensión internacional como futuro de una insoportable tensión interna. Es decidir entre la honradez y la ambición; entre el bien común y el propio; entre la jugada diplomática y la astucia ladina. En esos términos, Otto Preminger se atrevió a mostrar los entresijos de la política estadounidense y llamó a un plantel de actores simplemente maravilloso que cuenta con nombres como Henry Fonda, Charles Laughton, Don Murray, Peter Lawford, Walter Pidgeon, Gene Tierney, Franchot Tone, Burgess Meredith y Lew Ayres. Todos estos nombres, más que el de estrellas cegadoras, son la garantía de una solidez que atrapa, que te deja con el aliento de la democracia planeando sobre la corrupción por la erótica del poder, que te describe ambientes de depurada conveniencia mientras el estilo con el que se nos cuenta todo es el de la sencillez cuando el gran tema, realmente, es la propia y compleja naturaleza del hombre.
Y entre tiras y aflojas, entre verdades a medias y escándalos que a nadie interesan se nos va retratando el entorno en el que se mueven los políticos, aquel mismo en el que sólo habrá contrapartida si hay voto favorable, sólo habrá objetivos si previamente se queman los recursos. Asistiremos a un juego en el que se trata de convencer con la verdad cuando la mentira y la insidia presiden las reglas del juego. Es el valor del voto que se opone a la simple necesidad. Así ha sido desde el principio de los tiempos y perderse esta película es como...como...abstenerse en la hora decisiva de la elección.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

De todo Preminger, y es mucho lo que me gusta, la que prefiero es esta. Porque no solo, como es habitual en él, tiene una factura técnica notable o una dirección de actores inmejorable (que pedazo de reparto). En esta película vives cada astucia política, cada ardid, cada puñalada de ese mundo donde se supone que lo más importante es el bien común, como si estuvieras en un frente de batalla y vieras desplegarse batallones, carros de combate, comandos ocultos en la oscuridad para tomar posiciones, debilitar las defensas y ocupar el objetivo.
No tiene piedad, Otto Preminger porque no hay malos absolutos, porque si algún personaje es éticamente despreciable todos terminan siendo respetuosos con las reglas del juego. Pero aun más, la lucha que no respeta intimidad, esa en la que los zorros aprovechan cualquier debilidad de la presa para acosarla y derribarla sin escrupulos, esa lucha es un por un objetivo tan fútil que cuando al fin se alcanza, una circustancia del destino la convierte en innecesaria, victoria pírrica en el fondo.

Para mi es una gran película de guerra, plena de estratégias, de grandes generales, de valientes capitanes, de luchas despiadadas sin que se vea ni un solo tiro.

Carpet.

César Bardés dijo...

Maravillosa visión, Carpet. Una guerra librada en un hemiciclio donde se da cita, una vez más, el fanatismo, la vergüenza, la caballerosidad, la vieja y la nueva política, la lealtad, el honor (escaso, muy escaso y ahí es donde Preminger corta con filo). Al fin y al cabo, decidir sobre el destino de todos los demás para llevar a cabo objetivos propios es una de las formas más ocultas de la vileza.
Gran comentario.

Conversacines dijo...

No solo es una gran película, sino un claro ejemplo de que Preminger cuando se lo proponía podía ser un maestro en la dirección espacial de la cámara.

Las escenas donde muestra el hemiciclo son memorables, porque hace que el espectador indirectamente asuma la escala del lugar, la mantenga en su retina, y la pueda poner en contraste en la ecuación que van formando los acontecimientos.(Exáctamente igual que en Anatomía de un asesinato) Toma "medida" de los personajes asociandolos con el espacio físico donde trabajan y donde tejen sus tramas diarias.

Este tipo de relaciones ya fueron mas de una vez trabajadas por Preminger en películas como cara de Angel, donde la escenografía (eso si... un tanto acartonada) contextualiza a los personajes. Esas escenas del recibidor de la casa... donde se encuentran diferentes perspectivas de vida vistas por el cambio generacional de los personajes dicen mucho.

En fin, que me enrollo..., volviendo al film que nos cita..., Las secuencias donde se muestra el hemiciclo (donde la cámara vaga horizontalmente por el lugar enseñándonos hasta la posición del último de los celadores, para a continuación mostrar como llega cada personaje político describiendo su recorrido rutinario (rutinas de camino, que no de pensamiento) por el hemiciclo), son aunténticas joyas.

Hoy ya no se hace este tipo de planificación de escena. Hoy se va al grano.

Saludos.

Conversacines.blogspot.com

César Bardés dijo...

Efectivamente, me parece un comentario muy acertado destacar la especial planificación que hacía Preminger para situar a los personajes en el escenario y lo mejor de todo es que huia del sensacionalismo efectista al que tan acostumbrados nos tienen hoy para preferir situar, en su perfecta dimensión, los personajes en su entorno. Ya era evidente incluso en "Laura" y en las diferentes perspectivas que tenían del lugar los personajes de Waldo Lydecker (maravilloso Clifton Webb) y Mark McPherson (Dana Andrews). Eso le daba la enorme oportunidad de poder trazar sus personajes con seguridad, con pinceladas profundas pues el cine de Otto Preminger es un cine de presencias. Otro ejemplo preclaro de una planificación espacial muy contextualizada está en "El rapto de Bunny Lake" pues Preminger se ocupa de enseñarnos, paso a paso, la guardería de donde desaparece la niña, de arriba a abajo y no deja de describírnosla como un laberinto en el que un niño tendrá, por fuerza, que encontrar el Minotauro.
En cualquier caso, bienvenida la observación y bienvenida a todo el equipo de Conversacines. Enhorabuena por poner en marcha un proyecto tan bien intencionado, espero que sea un éxito y, quién sabe, quizá me pase de vez en cuando a tomar un café con vosotros.

Conversacines dijo...

Agradecidos y para nosotros sería un gran placer.

Saludos.