martes, 10 de noviembre de 2009

LOS HÉROES DE TELEMARK (1965), de Anthony Mann

Cuenta la leyenda que Kirk Douglas, a la sazón productor de la extraordinaria Espartaco, despidió al director Anthony Mann después de rodar la inicial secuencia de la cantera asegurándole que “Tony, te debo una película”. Esta deuda de trabajo se materializó en Los héroes de Telemark, recreación de los esfuerzos aliados por abortar la fabricación de agua pesada por parte de los nazis, elemento necesario para crear la tan ansiada bomba atómica. Quizá Anthony Mann no se encontraba en sus mejores horas cuando realizó la película pero con oficio y veteranía (cualidades que le sobraban) sacó adelante un excelente espectáculo de acción que habla sobre la capacidad de compromiso ante el invasor, sobre cómo un grupo de resistentes noruegos consiguieron evitar la delantera alemana en la carrera atómica y sobre el precio que tuvieron que pagar por cada uno de los sabotajes que perpetraron.
El reparto, excelente, contiene una ajustadísima interpretación de Kirk Douglas, una incómoda presencia de Richard Harris y una envidiable sabiduría de Michael Redgrave, y además de todo ello, una fotografía que se convierte en uno de los principales méritos de la película con el fondo de los Fiordos noruegos como escenario del gran Robert Krasker (responsable de la oscuridad atípica de La caída del imperio romano, del árido colorido de El Cid, de la húmeda sequedad de La fragata infernal, de las angulaciones imposibles de El tercer hombre, del viento de la carpa que sopla apasionado en Trapecio o de la climática y legendaria Irlanda en blanco y negro de la maravillosa La salida de la luna, de John Ford). En cualquier caso, Los héroes de Telemark es una más que notable película que a algunos puede parecer fronteriza con lo mediocre pero que si está tomada como un mero espectáculo de acción que intenta recrear algo que fue verdad se convierte en un estimable intento de hacernos ver que los héroes, los verdaderos héroes, de la Segunda Guerra Mundial fueron hombres sin nombre, que la posteridad no recuerda pero que el cine, como una conciencia que golpea a los que no quieren participar en los conflictos, sí se encarga de escribir con letras de oro.
Es evidente que en toda acción bélica en un país ocupado el precio a pagar es demasiado alto para alcanzar la libertad, sencillamente, porque nunca es una bagatela. No hay libertad de ganga, ni en rebajas, ni siquiera con descuento. La sangre siempre está en lo más alto del cartel de su valor y no hay trato de favor para quien quiera comprarla. El camino para llegar a ella será siempre el sacrificio en un terreno helado que está empedrado con cemento rojo, con el frío amenazador, con la mancha en la nieve virgen, con la señal inútil, con la resistencia idealista que sólo acaba con la maldita muerte. Y es en esas tesituras, justo en esas, cuando se mide si un pueblo es grande o es sólo el matizado reflejo del miedo.
Ahí está el resultado, lo tradujo Anthony Mann, un especialista en hurgar en el interior de sus héroes para que tengamos la certeza de que un día sin noche puede ser un lento caminar por la oscuridad allí mismo, donde el frío escribe el nombre de aquellos que quedaron enterrados bajo el agua gélida y bajo la nieve teñida de espesura.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

He visto esta peli más de una vez aunque no la tengo muy reciente. Me gustan este tipo de películas en que se nos muestra el trabajo en grupo de unos hombres que luchan por un ideal que les une. Yo así la recuerdo. Me gusta ese clima de camaradería. Creo que hay otra película también con esa temática, Ha llegado el águila creo que se llama. Lo mismo estoy confundida. Lo que no entiendo es eso que comentas sobre la incómoda presencia de Richard harris, me encanta este actor.

Gema

César Bardés dijo...

Creo que, realmente, a la que te refieres no es "Ha llegado el águila", que es la operación de los nazis para acabar con la vida de Winston Churchill con un Michael Caine muy inspirado como jefe del comando alemán. Creo que te refieres a "El desafío de las águilas", con Clint Eastwood y Richard Burton intentando asaltar un castillo en las alturas y con un grupo de hombres contribuyendo con sus vidas a una misión realmente peligrosa, basada en una estupenda novela, por cierto, de Alistair MacLean.
Creo que me he expresado mal en cuanto a lo de "incómoda presencia" de Richard Harris. A mí también me parecía un actor superlativo. Lo que quería decir tenía un doble sentido: por un lado, él personifica al hombre de guerra por excelencia, no admite razones, sólo acciones. Por otro lado, los papeles en la carrera de este actor han sido siempre incómodos, muy ásperos, con un puntito de desviación hacia la locura o de descentramiento endémico como en "El ingenuo salvaje", o en "El prado", o en "Odio en las entrañas" o, incluso, en "Robin y Marian" donde encarna a un Ricardo Corazón de León en plena cuesta abajo y lleno de crueldad.
Gracias por tu comentario sobre estas películas de guerra que tan bien nos hicieron pasar.

Anónimo dijo...

Eso es, El desafío de las águilas. Lo que comentas de Richard Harris, puede que tengas razón, pero no siempre ha sido un personaje incómodo. Recuerdo Un hombre llamado caballo, y la maravillosa Camelot. En ésta última interpretava a un tierno y sensible Rey Arturo. Hay al final de esa peli un monólogo suyo precioso. Su mirada mientras habla está llena de ternura. Es lo que tienen los grandes, lo mismo interpretan un papel odioso y cruel, que uno tierno y sensible.

Gema

Anónimo dijo...

interpretaba..sorry

dexter dijo...

Uy no sé porque pero me da que mi siguiente comentario puede granjearme algún problema cuando no el ser excomulgado de esta comunidad cinéfila. El caso es que a mi la primera etapa de Richard Harris no me termina de convencer. Demasiada contención, demasiada intensidad en muchos papeles me hacen ver continuamente a un actor y no a un personaje. Recientemente, por ejemplo he podido recuperar del olvido la exquisita Cromwell en donde desde mi punto de vista Sir Alec termina merendándoselo literalmente. Han tenido que pasar los años y llegar películas como El prado, por cierto estupenda, para que Harris por fin me ofrezca un trabajo convincente. Bueno ¿cuántas Avemarías son?

César Bardés dijo...

Bueno, no cabe duda de que Richard Harris era un actor muy bueno, o al menos, eso creo. Michael Caine ya decía en sus memorias que, dando sus primeros pasos en el teatro, entró como segundo sustituto de Peter O´Toole siendo el primer sustituto Richard Harris. Todos los días, cuando llegaba al teatro, decía una oración para que ninguno de los dos se pusiese malo porque sabía plenamente que no podría igualar jamás ni a uno ni a otro. De hecho, O´Toole le utilizaba como compañero de copas y él mismo se quedaba asombrado de la capacidad de beber que tenían ambos. O´Toole, Harris y Caine, vaya trío. Años después hubo un enfrentamiento entre Harris y Caine que el primero despachó con palabras de bastante mal gusto.
De penitencia nada, Dex, todo lo contrario, es perfectamente comprensible lo que cuentas de tu impresión de Harris. Y es magnífico el ejemplo que pones de "Cromwell", más que nada porque ahí se pone de manifiesto otra vez esa tendencia suya a interpretar papeles poseídos de ira, como intentando otorgar una intensidad casi fingida al personaje. Bien visto, Dex.
Por otro lado, no cabe duda de que "El prado" marca una inflexión en su carrera (siendo una película que tampoco me terminó de convencer) porque, siendo también un papel airado, comenzó a serenarse un poco y a regalarnos una serie de interpretaciones, si se quiere, poco protagonistas pero creo que un poco más sabias.
Caramba, que fue el tío que se prestó a pasearse por la jungla en busca de Bo Derek en "Tarzan, el hombre mono"...que tiene cada título el gachó que ya, ya.

dexter dijo...

No sé, pensé que podía quedar políticamente incorrecto decir que algunos actores que vienen del teatro cuando pasan al cine tienen una tendencia innata a la sobreactuación. Pero a mí, en algunos casos así me lo parece. Y por supuesto Michael Caine me parece una de esas honrosísimas y gloriosas excepciones que confirman la regla.
Pues sí, recordemos que el tío también ha sido el Dumbledore de los Harry Potters, si es que hay que hacer una de cosas para llegar a fin de mes...

Anónimo dijo...

Me cuelo en esta para reivindicar el Richard Harris inicial, su Capitan Tyreen de los confederados que ayudan al "Mayor Dundee" en la busqueda de su ballena blanca, personificada en los apaches secuestraniños que cruzaron a Mejico, es espectacular. Su cabalgada al encuentro de los militares afranceados en el rio es de esas escenas que te atrapan, de las que Peckimpah sabía utilizar para engancharte. Harris me parece estupendo toda la peli y eso que interpreta a un personaje psicologicamente un poco más centrado que el de Heston (para mi gusto excesivamente crispado).

Y en la última etapa destacar su Bob el Inglés, de "Sin Perdón" uno de esos secundarios que valen medía peli, aunque en esta todo tien un valor superlativo. El duque o el pato de la muerte según quien lo cuente.

No lo vi en "El Prado", pero entre nosotros, sus papeles para matar el hambre, tienen un hito. Para mi, es lo mejor , tal vez lo único, junto con la belleza de Connie Nielsen, de "Gladiator".

Abrazos Carpet.

César Bardés dijo...

Pues está muy bien visto, Carpet. Richard Harris en "Mayor Dundee" está sobresaliente, bastante por encima de Charlton Heston (cosa que, por otra parte, tampoco es muy difícil) y no cabe duda de que su papel de Bob, el inglés, en "Sin perdón" es uno de esos papeles breves que, sin embargo, completan la dimensión de una película que trata de derribar falsas leyendas y de apuntar a quien nunca podrá convertirse en eso.
Y hay que reconocer que los momentos en que él interviene en "Gladiator" son lo mejor de una película que, de puro espectacular, es mediocre.
Estupendo comentario, sí señor.