martes, 28 de junio de 2011

EL CUARTO MANDAMIENTO (1942), de Orson Welles

“Honrarás a tu padre y a tu madre”, dice el cuarto mandamiento de la Ley de Dios. Y el choque de los tiempos propiciará que un hombre que no ha llegado a serlo nunca, tenga que poner a prueba ese renglón de una ley que interpreta tan equivocadamente que casi parece que se esfuerza en hacer infelices a todos los que le rodean. Su padre, envejecido, transmutado, muerto porque siempre ha sabido que no ha sido nunca el centro del amor de su madre. Su madre, secada, estéril, abandonada porque ha renunciado a todo por que él mismo insistió en que antes estaba su hijo que cualquier extraño que ha ascendido en los peldaños sociales a través de un raro y nuevo invento, casi nada, una especie de coche que no es tirado por caballos. Su novia, despreciada porque ignora sus sentimientos y cree que puede herir al padre de ella pero no a ella. Su tía, que permanece a su lado para asistir junto a él al derrumbe de su postura arrellanada en la comodidad. Y él tendrá que crecer, convertirse en el hombre que nunca ha sido, tomar el timón para señalar el rumbo, trabajar, subir unas escaleras que ha tenido que descender porque sólo se ha preocupado de gastar y de mantener su orgullo de falso caballero. Lo conseguirá, pero cuando llegue ese momento, arrodillado al lado de una cama, no habrá nadie allí para verlo.
Es el rastro de una obra maestra que Orson Welles hizo y que supo levantar a pesar de los ciegos y despreciables jerifaltes que se obstinaron en cortarla en más de 40 minutos. Concebida como una gran película, no quisieron lanzarla como otra maravilla del niño más terrible que había pisado nunca un plató en Hollywood y la mutilaron hasta convertirla en una película de una hora y veinte minutos que se estrenó en programas dobles de cines de barrio. Y aún así quedó una obra maestra para que todas las generaciones posteriores pudieran disfrutar de una historia contada desde la avaricia, desde la envidia y, sobre todo, desde la soberbia, equipajes inútiles cuando la supervivencia se convierte en el objetivo. Esta película es magistral, plena de claroscuros nacidos del ojo de un director de fotografía legendario como Stanley Cortez, brotados directamente de la inspiración de lo más cercano al genio que hubo en el cine como era Orson Welles. La vida dentro del cine. Los tipos ricos no querían que un advenedizo con la única arma del talento ocupara su capacidad para decidir. Había que destruirlo, desterrarlo, apagarlo. Y lo intentaron con todas sus fuerzas empezando por esta película, la siguiente a Ciudadano Kane. No, este chico de veintiséis años no podía enseñarles a hacer cine a los de siempre. Había que ser niños y, como si se protegiera un juguete, impedir que el éxito fuera de su propiedad. Tampoco hubo nadie allí para ser testigo de su transformación en hombres porque nunca reconocieron al cineasta lleno de vigor que les dio tantas lecciones en tan poco tiempo.
No se pierdan esta película. Es un melodrama. Es una saga. Es una maravilla. Es una escalera presidiendo el cambio de una época. Es el amor ahogado. Es la pintura en el cine. Es Orson Welles.

11 comentarios:

dexter dijo...

Bueno, es que solo Orson Welles tiene los santos testículos de aparecer al final de una de sus películas diciendo aquello de "hola, soy orson welles y he hecho esta película". Y luego dicen de Tarantino y del final de los bastardos... Alguna vez hemos hablado aquí del virtuosismo y barroquismo del amigo Orson, un virtuosismo que a mí alguna vez llega a irritarme. No es el caso de una peli técnicamente perfecta y de un argumento muy atractivo, mucho más para mí que el de Kane.

César Bardés dijo...

Comprendo que su virtuosismo llegue a la irritación aunque no sea mi caso. La gran virtud de esta película es que le cortaron 40 minutos y aún así sigue siendo una obra maestra con imágenes impresionantes. El argumento es innegablemente atractivo y también comprendo que "Kane" está en un lugar más abajo en muchas de las consideraciones sobre Orson. En todo caso, a mí también me gusta mucho "Kane" y es más, no puedo decir que haya alguna película dirigida por él que me haya disgustado.

dexter dijo...

No, la verdad que a mí hay pocas de sus pelis que me hayan decepcionado - te recuerdo que "Fraude" sigue a la espera de mi revisión". Esa irritación llega más en momentos puntuales que en el conjunto final.

Carpet dijo...

Hablando de talentos, ayer vi por fin, "Balada triste de trompeta" y pensé justamente eso, cuanto talento...desperdiciado. Porque De la Iglesia me parece que tiene cosas que contar y hace cosas muy impreionantes ( la escena final en el Valle de los Caidos es muy notable ), Antonio de la Torre me parece un muy buen actor, mucho menos Carlos Areces aunque la crítica le ensalzó mucho en su moemnto, tampoco Carolina Bang me parece la bomba salvo fisicamente, pero el resto de secundarios era formidable.
Y que cuento más raro y más mal contado me parece la película, tanta exageración y tanto desfase terminan por estorbar y difuminar el trasunto de la historia. Muy decepcionante para mi. Aunque siga reonociendo que Alex es capaz de hacer gran cine si no se dispersase tanto para llamar la atención.

Abrazos.

Nota: Tal vez no era el lugar, pero no encontraba donde, al fin y al cabo Alex y Orson comparten tamaño, barba y ganas de hacer cine...disculpen

César Bardés dijo...

Aún así, lo comprendo, Dex. Totalmente. En cuanto a lo que dices, Carpet, estoy totalmente de acuerdo contigo, no sólo en tu valoración de "Balada triste de trompeta" sino en cuando al propio Alex de la Iglesia, un tipo que sabe hacer cine pero que no encuentra el equilibrio justo entre la narración y la exageración slavo en muy contadas ocasiones. Seguro que a Orson le hubiera gustado que incluyeras alrededor de una película suya, un comentario sobre Álex.

dexter dijo...

Bueno, digamos que Alex podria ser el caso diametralmente opuesto al de Orson: un tipo que convence en escenas, planteamientos y momentos puntuales, pero que no termina de cuajar en el conjunto. Yo coincido en tu valoración sobre "Balada", apunta bien en el principio, con referencias a las dos Españas y al esperpento valleinclanesco, pero poco a poco se va desbaratando y a Alex se le va la mano.


Y es una pena, sí

César Bardés dijo...

Es que es como si de la Iglesia se dejara llevar por la inmundicia de la catástrofe. Sus planteamientos siempre son prometedores y no siempre sus historias piden ese desquicie que viene siendo marca de fábrica. Por eso, creo yo, tiene películas más que notables como "El día de la bestia" o, incluso, "La comunidad" o "Crimen ferpecto" y se pierde en un intento de retratar la suciedad más vil que habita en el ser humano con sangre salpicada y esperpento de la violencia y no llega a ningún sitio. En todo caso, la relación de Álex con Orson, aparte de en el tamaño, la veo en que los dos son ambiciosos, intentan llegar un poco más allá, eso sí, muchas veces, con resultados diametralmente opuestos.

Carpet dijo...

Si yo también creo que las tres pelis que mencionas son lo mejor de su filmografia, en concreto "El dia de la bestia" a mi me parece bastante por encima y una de las grandes de la última filmografia hispana, porque aunque adolece de alguno de los errores que mencionamos, el conjunto tiene una solidez mayor, su desmadre y desparrame tiene más contención o está mejor contextualizado.
"Los crimenes de Oxford" me parece una acertada traslación al cine del best seller, mucho mejor y más entretenida que el horror de "El código Da Vinci", pero con un terrible error de casting que perjudica toda la película, dudo que se pueda encontrar pareja que genere menos química que Leonor Watling y Elijah Wood.

Si, si hay paralelismo entre el de Ronda y el de Bilbao...además de sus afición a la gatronomia.

César Bardés dijo...

Bueno, una vez más, estoy absoutamente de acuerdo con tu valoración de "Los crímenes de Oxford", quizá uno de los intentos más bienintencionados de Álex pero que se queda muy a medio camino precisamente por esa falta de química absoluta. Tendente siempre al exceso, su mejor virtud es precisamente su peor defecto, tal vez porque busca un equilibrio que es muy difícil y que rara vez consigue salvo que, como tú dices, sepa contextualizar el histerismo imperante en sus historias. En cualquier caso, es un cineasta que es imposible que pase desapercibido y tal vez ese sea su principal objetivo siempre.
Abrazos de Perdita Durango.

Unknown dijo...

Una película a la que le tengo especial cariño. Poniéndome en la piel del director (tremenda osadía por mi parte) teniendo en cuenta todo lo vivido hasta el momento de su rodaje, me parece increíble que Welles haga una cinta tan madura y con tanto poso con la historia del personaje (¿Por qué será?).

Impresionante la escena de los pies y los zapatos al principio de la película.

Un saludo.

César Bardés dijo...

Sin duda, es un personaje que, incluso con la mutilación sufrida por la película, tiene una encarnadura excepcional aunque el objetivo de Welles es el de confrontor el choque de dos épocas representadas por la burguesía industrial y la aristocracia decadente con el poder como móvil. Lo verdaderamente impresionante es una anécdota que Peter Bogdanovich relata en su maravilloso libro "Ciudadano Welles" y es que en cierta ocasión, mientras Bogdanovich estaba haciendo la entrevista a Welles que luego daría lugar al libro, se emitió por televisión "El cuarto mandamiento". Welles se sentó frente al televisor pero sólo aguantó diez minutos y se fue al jardín y se tumbó en el césped. A los cinco minutos Bogdanovich le siguió y se tumbó junto a él y le dijo que comprendía que no aguantara ver en lo que había quedado su película después de todo lo que le habían cortado y tal. Cuando termino, Welles le dijo:
-Te equivocas, Peter. No es por eso que me he salido. Es que mientras la veía, he recordado que yo tenía veintiséis años cuando la hice. Era joven y ya no lo soy. No lo puedo soportar.
Toda una declaración de intenciones con respecto a la película ¿verdad?
Abrazos variados y sin cortes.