jueves, 2 de junio de 2011

EL CASTOR (2011), de Jodie Foster

La depresión es una gravísima enfermedad mental que consigue pasar desapercibida para la mayoría de los que no la padecemos y que está haciendo su agosto en los terribles tiempos que vivimos por culpa de la monotonía, de la frustración, de rutinas traumáticas, de hundimientos progresivos de la personalidad, de derrumbes repentinos de lo que se creía que era firme y de la incertidumbre que genera el futuro escurridizo y esquivo que parece querer huir de lo que realmente deseamos.
En determinados casos lo que se padece son pequeñas depresiones que solventamos inventando algún amigo invisible que hace que parezcamos más zumbados que el pecho de King Kong al hablar solos por la calle. Algunos utilizan el espejo para darle algo de forma, otros la imaginación y los casos graves, lo personalizan en un muñeco, en una marioneta, en un coche de juguete o en una sartén. Siempre que esa desviación provisional de la mente sea una simple evasión para poder afrontar la realidad, no habrá ningún problema y hasta algunas mentes sesudas lo calificarán de saludable.
El problema, naturalmente, sobreviene cuando ese objeto que se ha utilizado para aminorar culpas y aumentar seguridades comienza a ser una parte importante del pensamiento y lo domina hasta convertirse en el origen principal de todas las ideas y, lo que es peor, en el motor primario de todas las estabilidades.
Y así un tipo habla a través de un castor. Absurdo. El castor no es gracioso. El castor no es dramático. El castor, realmente, es un personaje totalmente prescindible de la película porque no nos deja saber en ningún momento quién es la persona que lo maneja por mucho que se empeñen en decirnos lo contrario. La propuesta de Jodie Foster como directora es mediocre, insulsa, indecisa, torpe y, por si fuera poco, roza la bobada. Y es que no se puede contar una historia sobre un depresivo sin gracia y sin talento porque de aquí, podría haber nacido una comedia, al menos, aceptable. Pero, claro, eso requiere un montón de trabajo en los diálogos y cierta desvergüenza. Como ella quiere ser políticamente muy correcta con los enfermos que padecen esta dolencia, se inclina por un drama proyectado en una familia que anda sin mucho rumbo porque la brújula que marca el camino resulta ser una marioneta peluda pero, como quiere ser políticamente muy correcta con los enfermos que padecen esta dolencia, tampoco quiere que la gente crea que la depresión sólo se cura con la proyección de la propia personalidad en un roedor (al fin y al cabo, Robert Zemeckis me contó algo parecido con Wilson y Tom Hanks en Náufrago sin tomarse toda una película para decírmelo). Así que ella, tan lista y brillante como dicen, tira por la calle de en medio, es decir, la emoción facilona y busca el motivo principal en la familia, núcleo y solución de todos los problemas. En realidad, a la señorita Foster, que tampoco es que haga un gran trabajo como actriz, habría que recomendarle una cosa sobre un gran conejo blanco que no existe y que se transforma en el compañero de copas y confidencias de un excepcional James Stewart en El invisible Harvey. Pero ¿saben qué? Soy tan políticamente correcto que no quiero parecer un sabihondo en esto del cine y de opinar de lo que nadie me ha dado derecho y será mejor que lo descubra ella solita. Yo he descubierto y he confirmado ya lo mal que hace películas, porque aquella de El pequeño Tate era pequeñita y poca cosa aunque mucho mejor que ésta y, de paso, alguien debería darle un par de lecciones sobre la transición de los personajes de un estado a otro porque los seres humanos no suelen cambiar de comportamiento, ni realizan actitudes esperadas así de repente. No todo tiene que estar en función de un final supuestamente emocionante. Así que con una lágrima que, apenas puedo contener, dejo aquí el artículo. Malditos roedores.

7 comentarios:

dexter dijo...

Y no te olvides de Michael Piccoli en la berlanguiana "Tamaño natural" ni al nene de Jack Nicholson en "El resplandor", ni a Lars y su chica de verdad, una peli que también rozaba la bobaba pero que por lo menos tenía el aliciente de ver a un Ryan Gosling portentoso- qué bueno que es este chaval. Madre mía, si me pongo hasta me saldría un transversal en el que hasta si me apuras meto a Norman Bates.

Pues fíjate que yo a esta película no sé porqué extraña razón le veía su aquel. Pero un par de opiniones me han echado para atrás. Y aquí me encuentro la definitiva. Leyéndote estaba imaginando al Gibson poniendo la misma cara de lelo de siempre con los ojos haciendo chirivitas, asi como diciendo quiero llorar pero cachiss, que no me sale. Pues nada, siete euros que me ahorro. Tómate lo que quieras, hombre.

César Bardés dijo...

Y no nos olvidemos de la escalofriante "Magic", de Richard Attenborough con Anthony Hopkins ya dando escalofríos con un muñeco que hablaba por él. Al fin y al cabo, el punto de partido era el mismo, sólo que ahí había un guión de William Goldman simplemente buenísimo.
Sí, será mejor que te ahorres los siete euros porque, de verdad, salí indignado. Además fue la primera vez desde que vi "El discurso del rey" en diciembre en que el cine, efectivamente, estaba más vacío que mi cabeza. No vale tres pimientos. Vamos, que ya quisiera esta película tener el poderío dramático de tres pimientos. Y el Gibson lo que hace en toda la película es poner muchos ojos en blanco para dar a entender que está como un cencerro y que sufre bucho, bucho.

Carpet dijo...

Lo que pasa es que sois gente insensible y no sabéis comprender la intensidad dramática de Mel.

Y en eso de hablar con amigos para pasar soledades, habría que referenciar a "Marquís", la surrealista visión francesa del Marques de Sade, donde el compañero de celda y conversaciones, no es otro que su propio pene, Collin.

También está el amigo destrozado de "Un hombre lobo americano en Londres", que es una especie de conciencia crítica del monstruo en estado relax.

Y qué decir de Ed Norton/Brad Pitt en "El club de la lucha", otra forma extraña de hablar de la depresión y como salir de ella, inventandote un amigo salvaje y compartiendo con él juegos de destrucción.

Si, si casi un transversal es lo que nos ha dejado la buena(¿buena?) de Foster.

Abrazos.

César Bardés dijo...

Pues está muy bien visto lo de "El club de la lucha", Carpet, que por muy tramposa que fuera y mucha manía que la tenga, sí que cuadra perfectamente con este tipo de películas "antidepresivas". Yo confieso que también hablo con un amigo invisible. En realidad, es él quien me sopla todos los datos y todas las cosas sólo que es un secreto entre él y yo. Es un tío cachondo y descreído y, a veces, me gustaría ser él. Su principal problema es la invisibilidad, precisamente.
En cuanto a Mel, es cierto, es un actor incomprendido. Yo sé que voy a decir una herejía pero nunca comprendí el fenómeno "Braveheart", película que ni me emocionó, ni nada de nada. Es muchísimo más emocionante y muchísimo más sencilla "El hombre sin rostro". Pero claro, ésta no tenía ni culos, ni espadas y no mola tanto.

dexter dijo...

Pues yo no tengo ningún amigo invisible con el que hablar, y mucho menos mi pito. Eso sí, no me gusto nada "Braveheart" y disfruté enormemente con "Apocalypto", o sea que algo de bicho raro también tendre...

Carpet dijo...

Ami ni el marido de Mia Wallace, William...(jejeje, aun me acuerdo de los cabreos que se pillaba la canaria cuando algun torpe en el chat le preguntaba si su nick era por la mujer de Gibson en "Braveheart"), ni los incas, ni mucho menos los arameos...como director no sólo me gustó sino que me pareció notable y muy prometedora "El hombre sin rostro", y como actor tengo que remontarme a su época de guapo "El año que vivimos peligrosamente", en especial.

Ah y otra escapada de la realidad para hacer mas llevadera la existencia con amigo invisble o algo parecido, Ivana Baquero en "El laberinto del fauno", mucho mejor un fauno que un castor, donde va a dar.

César Bardés dijo...

Hablando de pitos, pues sí señor. Ahí tenemos "Lo mío y yo", de Doris Dorrie, o conversaciones con el pito, que es otra forma de evadirse de la depresión, en este caso, sexual. En cuanto a "Apocalypto" es que tiene más valores cinematográficos que "Braveheart", sin dudarlo pero sigo estando con Carpet en que la mejor que ha hecho es "El hombre sin rostro", la cual te recomiendo encarecidamente si aún no la has visto. Nunca entendí esa adoración porque el tío al final gritará ese irritante chillido de "Libertaaaaaaad", que me pareció más falso que un billete de ocho euros.
En cuanto a su faceta de actor, pues sí, en "El año que vivimos peligrosamente" que, yo creo, es el mejor papel de su carrera.
Recuerdos a Mia Wallace, que no se confunda de bolsita. Y muy bien visto lo del fauno, sí señor, qué tíos sois.