Aquí tenemos una de esas rarezas que, muy de tarde en tarde, tenemos la oportunidad de ver. Se trata de una película, la última de su director, que habla de El Álamo cinco años antes de la versión que, de forma más bien mediocre, dirigió el actor John Wayne. Aún así, esta película no sale de la serie B a la que se condenó a Frank Lloyd (un hombre que tenía dos meritorios Oscar en su haber con La divina dama y Cabalgata y que realizó la mejor versión de la historia de Rebelión a bordo en 1935). En esta ocasión, hay que destacar al variopinto reparto encabezado por Sterling Hayden, un hombre de rostro de granito, que interpreta a Jim Bowie, en la versión de Wayne encarnado por Richard Widmark y, por allí, algo perdidos, se encuentran actores de un formidable carácter como el gran Ernest Borgnine o ese estupendo y desconocido para el gran público Arthur Hunnicutt que da vida a la leyenda americana de Davy Crockett.
En cualquier caso, la película intenta ser el retrato de la valentía de unos hombres condenados a morir desde una perspectiva mucho más realista que la que realizó Wayne en 1960. Y aún así, Lloyd, con una veteranía encomiable, consiguió realizar una película de acción que se enmascara en sí misma en la hazaña que para los americanos es parte de su historia. Apenas un puñado de hombres resistió durante trece días el ataque de todo un ejército causando mil quinientas bajas en el enemigo. Cuando el valor se torna grupo entonces es difícil vencer. Tener a tu lado la soledad de la derrota segura quizá te dé más fuerzas para estar ahí, de pie, al lado de aquellos que derraman tu sangre contigo. Eso es lo que cuenta la película con un ritmo envidiable que hace que nos preguntemos que habría hecho un director como Frank Lloyd con el presupuesto suficiente para contar un heroísmo y cantar un degüello.
Por otro lado, hay que destacar la música ambiental de un Max Steiner que se demostró sobradamente inspirado en esta ocasión (en su día se le calificó como un compositor de “música para ciegos”) y el acierto del guión de Sy Bartlett que, contra lo que hemos creído siempre debido a la viciada visión de Wayne, en esta ocasión cuenta la historia desde el punto de vista de Jim Bowie, el hombre que manejaba el cuchillo como si fuera un dedo más de su hábil mano.
Así pues fortifíquense allí dónde los cañones no puedan alcanzar su valor, empuñen el mando a distancia con indudable firmeza y resistan hasta el final un relato de cómo conseguir aquello que es imposible y de cómo luchar contra un enemigo invencible. Recuerden El Álamo.
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