John Frankenheimer, sin duda, fue uno de los realizadores más importantes de los años sesenta como parte integrante de aquella afamada “generación de la televisión” que integraron también Sidney Lumet, Martin Ritt y Robert Mulligan. En esta ocasión, Frankenheimer abordó un best seller del escritor Robert Ludlum y el material de partida era francamente prometedor. Sin embargo, la película arrancó con mal pie pues el actor previsto para el papel principal, James Caan, fue despedido fulminantemente por sus profundas desavenencias con Frankenheimer el día antes de comenzar el rodaje. Mientras se encontraba un sustituto, al director no le quedó más remedio que empezar el trabajo en todas las secuencias en las que no aparecía el rol principal hasta que la solución le vino dada con la contratación presurosa de un Michael Caine que estaba pasando, en aquel momento, por horas un tanto bajas.
A pesar de contar con guionistas de renombre como George Axelrod y Edward Anhalt, la película se resiente de la adaptación de un libro extenso en el que, por razones obvias, se eliminaron gran parte de las motivaciones por las que se mueven los personajes. El resultado, en una película de espionaje, es algo confuso pero con una acertadísima dirección en las secuencias de acción (un aspecto en el que Frankenheimer era un auténtico as) y un homenaje nada velado del propio director a su película del año 1962 El mensajero del miedo que, en su día, protagonizaron Frank Sinatra, Janet Leigh y Laurence Harvey.
De hecho, en esta ocasión, Michael Caine parece algo aturdido por un papel que apenas le dio tiempo a estudiar y en el que, parece ser que ni siquiera sabía hacia dónde se podía dirigir la historia. Cabe destacar la actuación de una actriz que se diluyó en los años ochenta pero que siempre ha sabido traer a mi memoria las facciones de Janet Leigh. Su nombre era Victoria Tennant y, por aquella época, era una firme promesa del cine a la que auguraban una brillante carrera por encima incluso de las que apuntaban otras actrices como Michelle Pfeiffer. Por supuesto, cabe destacar la última aparición en pantalla de Lilli Palmer en esta película en el frío papel de la madre de Caine y depositaria de la verdad en una trama salpicada de nazis, dineros escondidos, dobles sentidos y giros sorpresivos. Técnicamente no cabe duda de que John Frankenheimer sabía muy bien lo que se hacía al introducir ángulos de cámara imposibles pero repletos de arte en la iglesia de St. Martin in the Fields pero que, por el contrario, envejece con demasiados barnices propios de los ochenta, especialmente destacables en su banda sonora que, desgraciadamente, se ha quedado antigua con apenas veinte años.
En cualquier caso, una película entretenida, que exige atención, que hace que admiremos el arte de las féminas ante las cámaras y el esfuerzo de un director por hacer algo dinámico de una historia…que quedó mejor, mucho mejor, en papel impreso…
4 comentarios:
Cuesta mucho pero que mucho creer que Michael Caine haya estado alguna vez en horas bajas. De todas formas quedaba un añito para "Hannah y sus hermanas" así que pronto echaría el mal pelo.
Es lo suyo que las películas de espionaje sean confusas, lo importante es que no sean farragosas en exceso. Puede que pasados unos días de haber visto una película del género no seas capaz de contar de una forma más o menos concisa su argumento. Lo importante para mi en las pelis de espias es la sensación que te dejan por encima de lo demas. Ayuda mucho la ambientación y me estoy acordando en estos momentos de las excelencias al respecto de la reciente "El topo". Hablando de Sidney Lumet el otro día le eché un ojo a "Llamada para un muerto"- creo que una vez más oí hablar bien de ella en este blog-, todo un monumento a la concisión.
Abrazos sigilosos
Pues sí, Michael Caine tuvo una época en la que no daba pie con bola. Lo reconoce él en su estupenda autobiografía "Mi vida y yo" declarando que, en esa época, tenía problemas con el alcohol y que, de hecho, había películas de las que ni siquiera se acuerda de haber participado citando como ejemplo "El molino rojo", con Don Siegel tras las cámaras. Es cierto que luego vino Woody a rescatarle y decidió que no todo tenían que ser buenas películas (de esa época también es aquella cosa llamada "Atraco a falda armada" y que él reconoce que la hizo por divertirse con Roger Moore) y se quitó de encima la presión que suponía tener o no tener éxito.
En cuanto a lo que comentas del cine de espías, una vez más, tienes razón. Es la sensación más que el argumento o las trampas que te propone una trampa inevitablemente enrevesada. Excelente "El topo", sin duda. Y me alegro mucho de que, gracias a este blog, hayas descubierto "Llamada para un muerto". De hecho, entiendes la situación personal del Gary Oldman de "El topo" viendo la situación personal del James Mason de "Llamada para un muerto" porque el personaje es el mismo, Smiley. Lo que pasa es que en la versión de Lumet lo cambiaron porque les parecía poco apropiado llamar a su protagonista Smiley (Sonriente) pero el personaje es exactamente el mismo.
Un alegrón para empezar el día, muy bien.
Abrazos secretos.
Es cierto lo de la complicada trama de las peliculas de espionaje, en general, "El hombre de McKintosh" por ejemplo, se me hizo imposible la primera vez que la vi...
Las más clásicas tipo "Operación Cicerón" trabajan más con la tensión del momento (la posibilidad de ser descubierto) que con los dobles o triples juegos o con los equivocos y las mentiras.
Y he de decir que hay una peli de espias de bastante exito comercial, lo que también es caso extraño, aunque es cierto que la peli está hecha con bastante buen criterio, con un reparto más que solvente encabezado por Costner y Hackman, era "No hay salida" de Roger Donaldson.
E iincluso se podrían comentar las tramas de espionaje muy utilizadas por Hitch, desde "Cortina Rasgada" hasta "Topaz", pasando por "Encadenados" o "Agente secreto". Aunque ya se sabe que para el tio Alfred la trama era poco menos que un mcGuffin para poder contar otra cosa.
Abrazos en microfilm
Y bien sencilla que es cuando la piensas un poco, debo añadir. Muy complicada, siguiendo con Huston, es "La carta del Kremlin" (aún sigo buscando cómo diablos descifran el código de los chasquidos de dedos). Y siguiendo con Caine, que se hizo casi presencia obligada en todas las películas de espionaje de una época, me gusta mucho "El cuarto protocolo" (una película que juega tanto con la trama como con el "ay que te pillo"), o "La sombra del delator" (complicadísima).
Es cierto que Hitch hacía películas de espías para contar una historia de amor, o una huida. Podían ser espías o poceros, eso le daba igual. Él iba a lo interesante y lo demás lo dejaba para los sesudos críticos...
Abrazos confidenciales.
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