El reconocimiento público es solo un acento sobre la vanidad. Intentar que los demás reconozcan lo que haces a través de premios que no son más que anuncios de venta enorme es un alimento innecesario para el orgullo aunque muchas veces abrirse paso sea necesario mediante competiciones del todo injustas. Y he aquí que el premio al pirata del año está duro, muy duro. Entre otras cosas porque de piratas, andamos sobrados.
El caso es que la consecución de ese reconocimiento generalizado puede hacer olvidar cosas más importantes. El aprecio de los que te acompañan en el viaje, la diversión de trabajar a tu lado, la maravillosa sensación de que se está haciendo algo que te gusta. Desenvainar la espada también puede ser el inicio de una fiesta demoledora y ahí tenemos a los Errol Flynn y a los Burt Lancaster que nos hicieron vibrar con sus piraterías y sus buenos humores. No vale cualquier cosa para ser mejor. Solo vale si se da lo mejor de uno mismo.
Esencialmente divertida, levemente disparatado, con la dosis justa de caricatura y con alguna que otra risa justa, los chicos de la Aardman han puesto en pie otra de sus extravagancias con estética de plastilina que llega a ser aceptada con algo más que un simple aprobado. Ahí están personajes bien perfilados, locos y terriblemente inesperados como el Pirata de Curvas Sorprendentes o la ingenuidad del Pirata Albino y los evidentes homenajes a El hombre elefante, Titanic o Master and commander que van desfilando por la película. Los hombres de esta productora británica que han conseguido encontrar un sello de calidad y también de identidad se han esmerado para hacer que esta no sea una típica historia de piratas para el mundo infantil y pueden disfrutar de ella niños y mayores.
Aunque, sin duda, yendo de babor a estribor y con el palo de mesana por en medio, hay que decir que no es la mejor que se ha visto procedente de la Aardman. Desde sus afamados cortos Los pantalones equivocados o El confort de las criaturas hasta sus estupendos largos Evasión en la granja y Arthur Christmas, hay calidades que no se atisban en este intento. Eso sí, se halla algunos escalones por encima de La maldición de las verduras, cargante historia con sus afamados Wallace y Gromit de protagonistas.
Así pues, larguen las velas, caballeros. Se pueden entregar sin oposición posible a este entretenimiento de ojo de buey y mascarón de proa. La entrega del tesoro que va en sus bodegas va a ser todo un éxito y luego se emprenderá una carrera para ver quién es el mejor pirata con alguna que otra visita a la ciencia. Por el camino, se les va a llenar la nariz de olor a brea, de sal estrellada contra el casco, de cañones por la banda de babor y por ocurrencias por la de estribor. El rato es digno de ser pasado, hábil de ser paladeado y lujo para ser apreciado. Así sabremos que los auténticos piratas no son cosa del cine.
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