Sí, amigo, la noche es joven. Salir de la cárcel merece una celebración por todo lo alto y más aún si quien te ha ido a buscar es tu mejor amigo, aquel viejo camarada de disparos y desmanes que compartió contigo todos los momentos buenos que, en aquel entonces, no supisteis apreciar. Pero ahora es diferente. Las arrugas son vuestras cicatrices. Las miradas siguen siendo agresivas pero ya tienen una sombra de cansancio, de que ya no vale escrutar con aquella intensidad que os hizo tan apreciados en la profesión. Carga la pistola y dispara. Lástima que, después de salir del trullo, tu amigo tenga el encargo de acabar contigo.
Pero son demasiados años de silencio cómplice y no es tan fácil apretar el gatillo que acabe con ese sentido del humor tan especial, con esas ganas de beberse la vida aunque la ancianidad esté apareciendo tan a traición. Aún conocéis esos trucos que os hicieron diferentes. Y es fácil acabar con un tipo. Lo que no es tan fácil es acabar con la amistad de tantos, de tantísimos años.
Así que lo mejor es ir a buscar a otro viejo compañero, aquel que llevaba el volante en las huidas de la policía y que les daba esquinazo con solo un volantazo. La edad tiene una ventaja. Puedes decir lo que quieras y de la forma que quieras porque, total, nadie te va a decir nada. Y si te lo dice, pues te lo ha dicho...¿qué más da? Mañana mismo una bala va a llevar el nombre del desgraciado y ya no habrá nada que decir. Pero antes habrá que ir a aquel prostíbulo tan particular para darle un poco de alegría al manubrio. Claro, que veintiocho años en la trena son demasiados y el manubrio está oxidado así que cojamos el atajo de los estimulantes. Es divertido. Eso, por lo menos, añade una arruga o dos a los viejos rostros. Ojos que se hunden en la noche porque ése ha sido el territorio de su propiedad. Las luces de neón no tenían secretos. Las cafeterías abiertas hasta las mil y gallo son los descansos obligados. Las rameras que piden un poco de justicia merecen un último esfuerzo. Vamos, hombre, no seáis carcamales y divertíos un poco. Os hace falta. Como la última bala.
Andanzas de una noche interminable y única. Es una juerga de despedida. Es un duelo más. Y no se sabe quién es más duro. Christopher Walken no puede aguantar la mirada sincera de su compañero y disfrutas con su billete de vuelta. Al Pacino parece desubicado después de salir de la cárcel pero, poco a poco, va cogiendo el punto a la oscuridad y a las luces de neón. Alan Arkin tiene que respirar hondo para ser aquel chófer de primera que hacía las delicias de los vendedores de neumáticos. Son unos tipos legales, desde luego. Y merecen una noche más. Incluso alguna que otra mirada de atención para recargar ánimos y afrontar la madurez con algo más que serenidad.
Así que hay una buena ración de nostalgia porque estos tipos no nos dicen muy claramente qué es lo que hacían antes pero solo mirar sus rostros ya es suficiente pista. Tal vez porque saben expresar que hubo mucha sangre pero también mucho aprecio. O porque a alguno que otro se le escapa un gesto que indica que hubo una chica que corrió detrás de un tercero y que, en el fondo, piensan decididamente que vivir y morir es el mismo verbo conjugado con pólvora. Pero no se confundan. No se siente piedad. Se siente simpatía. Se siente compañerismo porque entiendes lo que piensan, entiendes lo que sienten y entiendes lo que quieren. Aunque aún queden nuevas arrugas que trazar. O un par de balas que disparar. O, incluso, alguna que otra sorpresa que guarda la edad traidora que nunca quiere decir cuál es su capacidad. Tipos mentirosos. Tipos de cuidado. Tipos asesinos. Tipos amigables. Tipos románticos. Tipos irrepetibles. Tipos de talento. Tipos de pasión. Tipos con cariño. Tipos de vuelta. Tipos de matar. Tipos de morir. Esos son los tipos legales.
2 comentarios:
Pues no sé que tal estará la peli, pero con esos mimbres Huston habría hecho un peliculón a base de perdedores que disfrutan de sus últimos ratos...Bueno tal y como leía me imaginaba a un Peckimpah con un minigrupo salvaje en la ciudad. O, si me pongo, a un Hawks contandonos una historia de las suyas sobre camaraderia y enfrentarse juntos a lo que haga falta. Algo menos Ford porque no parece que en lo que cuentas tenga cabida la épica y el honor, sino más bien lo contrario.
En fin, buenos mimbres hay en lo que dices, queda por saber si Fisher Stevens ha logrado hacer un buen cesto.
Abrazos jubilados
Sin duda, está más cerca de Peckinpah que de Huston. Ahí están el fin de una época, el intento continuo de revivir, aunque sea lejanamente, juventudes pasadas entre disparos y justicias, digamos, propias de la gente del hampa y, por supuesto, también despedidas. No es Ford, sin duda. Pero hay algo de lírico en estos tipos que, sencillamente, deciden pasarlo bien y ser, una vez más, los hombres que siempre han sido.
En resumen, como diría mi admirado Alfonso Sánchez, la película está bien. No mata. Hay mucho diálogo y, en algunos ratos, es irregular. Pero ver juntos a Arkin, a Pacino y a Walken, no deja de ser un gozo sabiendo que, a pesar de esa amistad que se profesan; de la enorme soledad que han soportado y de esas vidas que, en el fondo, no han servido para mucho, son unos tipos de mucho, mucho cuidado.
Abrazos terceraedadistas.
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