viernes, 21 de junio de 2013

LA LLAMA SAGRADA (1942), de George Cukor

Un periodista que ha visto demasiado horror como para borrarlo de la mirada. Un prohombre que muere en un oscuro accidente. Los ideales de la democracia frente al fascismo que avanza. Todo avance lleva implícito un lado turbio que no es fácil de distinguir. La llama sagrada no luce con tanto esplendor como se pretende y, sin embargo, siempre habrá alguien dispuesto a decir la verdad. Hoy, todos los que pretenden tener su ración de poder esconden secretos inconfesables que desvelan el auténtico hombre que hay detrás de la fachada. Quizá un niño con complejo de culpabilidad pueda tener una llave que acerca al gran hombre. Tal vez dentro de la enorme mansión donde se guardaban todas las obras de ese adalid de la democracia sea una guarida donde, también, se ocultaba un enemigo implacable. La verdad es lo único a lo que hay que matar. Hombres que se comportan como animales, dispuestos a arrasar todo lo que queda de dignidad en el interior del ser humano cuando una nación está a punto de entrar en guerra. Las apariencias guardadas en una vitrina. El horrible rostro de la severidad y de la perfidia allí, en lo alto, encima de una chimenea, con un retrato que no dice mucho más allá del retrato. Los héroes suelen ser anónimos. Acostumbran a ser meros peones de la verdad que trabajan en una resistencia silenciosa y que, sin embargo, tratan de poner un grito en el cielo nublado de una amenaza que, cada vez, se va volviendo más real. La conspiración en la sombra suele ser puro humo que, aprovechando todos los acontecimientos, se va convirtiendo en algo irrespirable hasta que se convierte en una auténtica llama de colores equivocados, de advertencias inaceptables, de obsesión por mantener un poder que implica la falta de libertad, la ausencia de la expresión y, sobre todo, el exterminio absoluto de la sinceridad.
George Cukor dirigió está película maldita con Spencer Tracy, magistral en la encarnación de ese periodista que tiene la mirada quemada porque ha visto cosas que jamás hubiera podido imaginar, y con Katharine Hepburn, abnegada esposa que, aprendiendo de las maneras de su difunto marido, intenta ingeniárselas para descubrir la genuina personalidad del odio y del desprecio. Juntos intentan que no se apague la auténtica llama sagrada de los derechos humanos, de la dignidad que corresponde a todo hombre, de la razón como valor supremo en unos tiempos en los que el tiempo y la moral se desmoronan como un castillo de naipes. Cuán frágiles son las metas en las que creemos, siempre disfrazadas por obra y gracia del jugador de ventaja que solo ve una oportunidad para cincelar la discordia y ponerse de parte del diablo. El fiel secretario solo es un sicario de la maldad más ladina, intentando guardar la memoria del hombre que siempre defendió lo justo mientras se expande la idea del orden y de la intolerancia. La guerra es el principio organizativo de cualquier sociedad y solo los más poderosos, aquellos que manejan los verdaderos hilos de millones de vidas, saben que la dictadura es la salida más fácil frente a los ideales de justicia y prosperidad. Todo siempre en contra del pueblo. Todo siempre para acabar con la misma idea del pueblo.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Tengo un recuerdo muy certero de cuándo vi esta película por primera vez. La pusieron Pumares y Balbín en "La clave" hace fíjate tú la de años. Qué grande Tracy. Hace poco vi "Madrid 1987" de David Trueba, que por cierto me gustó, y hay un momento en el que Sacristán (o Trueba por medio de Sacristan) habla de Spencer Tracy como una especie de Jean Gabin, y no recuerdo el comentario exacto pero me sonó algo despectivo en beneficio del francés. No estoy de acuerdo, aún siendo Gabin un actor que me agrada.

Puede que Tracy sea el actor que mejores monólogos ha tenido en las películas. En este minitransvesal recordaremos sus emocionadas palabras a Freddy Bartholomew antes de morir en "Capitanes intrépidos". O sus discursos encendidos en "Vencedores o vencidos" o en "La herencia del viento", qué gran película y qué poco reconocida. Supongo, aunque no lo recuerdo muy bien, que alguno tendría en "Conspiración de silencio" que el pobre se pasaba solo toda la película. Me emociona mucho el que se marca postrado en la cama al final de "El último hurra". Y por supuesto el del final de "Adivina quién viene esta noche", el último además de su carrera ante una Kate Heburn con los ojos vidriosos que veía cómo el hombre de su vida se iba apagando.

Abrazos con la carne de gallina

César Bardés dijo...

La comparación con Jean Gabin no me parece acertada salvo, quizá, por un lejano parecido físico entre ambos. Gabin era un actor inclinado mucho más a papeles de "duro" mientras que Tracy era mucho más amante de los diálogos, de la introspección de los personajes, mucho más extrovertidos en Gabin. Yo, lo siento, no sé por qué hay una corriente anti-Tracy últimamente cuando estoy totalmente de acuerdo en aquello que decía Bogart: "Spencer Tracy es el mejor actor del mundo porque jamás le ves el truco, no ves girar los engranajes".
Me has emocionado con esa lista de monólogos y, especialmente, con el recuerdo de ése que hace en "Adivina quién viene esta noche" no tanto por cómo lo dice sino, como bien dices, por lo que significa. Tracy ya hizo discursos en "Furia", confesándose como una bestia gracias a la furia que han vertido sobre él. O en "Forja de hombres" y "La ciudad de los muchachos" y aquí en "La llama sagrada"...madre mía...aquí, su monólogo son las miradas. Unas miradas desencantadas, llenas de dolor y de decepción por la naturaleza humana y por lo que ha tenido que ver como corresponsal de prensa en Europa. Habla con los ojos con una sabiduría que muy pocos actores han podido tenerla.
Tracy, a pesar de sus defectos como persona, de su alcoholismo, de su pusilanimidad, de su complejo de inferioridad y de su falta de caballerosidad a veces, ha sido uno de los más grandes. Como bien diría Carpet..."ése jugó en otra liga". Ah, y mucho dicen de Bogart, pero Tracy fue quien mejor llevó el sombrero.
Abrazos reivindicativos.

CARPET_WALLY dijo...

“Aspiro a una nación cuyo mayor deseo no sea acumular dinero sino el perfecto desarrollo de los pueblos de un extremo al otro del mundo. Existiendo hambre y miseria por doquier, no podemos vivir aislados. Hay que mandar dinero, ropas, alimentos y maquinaria a todos los países debilitados que necesitan ayuda. Devolverles, además, la confianza en sí mismos e inculcarles el deseo de la libertad individual.

Sólo un gobierno único, mundial, sería capaz de asegurar el control atómico, conseguir el desarme definitivo, y en consecuencia, lograr la paz del mundo.

Soy enemigo de las fronteras y quiero proponer que creemos la unión de todos los estados del mundo, con una moneda igual para todos y una ciudadanía internacional.

La hermandad entre los hombres, no es sólo el sueño de un idealista sino una necesidad vital para que el hombre pueda sobrevivir.

El bienestar del mundo no depende del carbón ni de las cuentas bancarias sino de los principios de integridad y honradez”.

Ese es el discurso, utópico calro, de Spencer Tracy en "El estado de la unión" de Capra, creí que me costaría encontrarlo, pero no ha sido tan dificil.

Lo de Tracy era claramente otra liga, como bien dices, Wolf...y efectivamente era intenso en sus monologos y naturalmente creible. No se le veían los engranajes y sin embargo se convertía en el personaje con una facilidad pasmosa. Hasta haciendo de malo (¿hizo realmente de malo alguna vez?) uno veía a Spencer Tracy transmutado en la personalidad que el papel requería.

Abrazos con discurso

César Bardés dijo...

Otra gran película y no demasiado reconocida de la pareja, por cierto. Gracias, Carpet, has dejado una joya aquí mismo. Sería cuestión de empezar a abrir una sección con grandes discursos del cine, a ver si los espectadores aprendemos de una vez qué es lo que realmente importa en este mundo.
El otro día yo pensaba lo mismo, si Tracy había hecho de malo alguna vez. Digamos que de malo, malo, no, pero en "Furia", por ejemplo, no era ningún angelito después de que la plebe la tomase con él. Y en "La montaña sagrada" hacía un papel claramente antipático por mucho que fuera el padre del protagonista Robert Wagner.
Era otra liga y, además, era un jefe en la "champions", desde luego.
Abrazos con emoción.

CARPET_WALLY dijo...

Bueno si, e incluso papel de malo tenía en el alma desdoblada del Doctor Jeckyll, Mr Hyde, en "El extraño caso del Dr. Jeckyll". Y de buen policia se convierte en un ladrón de ladrones cuando le deniegan una mayor pensión en "El mundo está loco, loco, loco"...No era un personaje especialmente edificante, pero bien es verdad que malo, malo...no era, no.

Uff, discursos memorables, si nos ponemos a decir no acabamos. en fin, no estaría mal, no.

Abrazos malvados

César Bardés dijo...

De hecho, lo de los discursos memorables, daría para un libro. Me quedo con el germen de esa idea. Podría ser una obra de consulta muy, muy curiosa.
Abrazos elocuentes.

Anónimo dijo...

Te vamos a pedir derechos de autor. O en su defecto que nos dejes hacer el prólogo

Abrazos registrados

César Bardés dijo...

Bueno, si los queréis...yo aviso que, como sigan las cosas así, no dan ni para una caña de cerveza de las malas. En cuanto al prólogo...es una idea...
Abrazos escépticos.