martes, 22 de abril de 2014

GILDA (1946), de Charles Vidor

El guante negro cae suavemente en busca de unas manos que lo agarren con fuerza, como si fuera un deseo nunca cumplido. El tacto suave de ese guante hace que uno quiera acariciar la piel que lo ha llenado y por una mirada, cualquier cosa es posible. Una cremallera que se resiste y la imaginación sale a volar, desatada, desbocada, desalentada. Una mujer que devora lo que toca porque solo a los privilegiados corresponde probar el sabor de sus labios. Todo se imagina bajo la ropa. Todo se acaricia bajo la fantasía. Y mientras tanto, dos hombres esperan su turno. Más que nada porque poseer la perfección es un signo de que se empieza a perder.
El dinero corre en los tapetes verdes del juego ilegal, observar los dobleces de la conducta humana es el pasatiempo favorito de un simple empleado del lavabo de caballeros, un policía guarda algo de romanticismo bien oculto detrás de su placa y el sufrimiento por placer se instala como una ola que llega a la orilla y se resiste a abandonar su destino. Las mujeres son veneno que va calando entre los poros, una bofetada solo da una victoria efímera al orgullo masculino y nada es igual si ella no está porque ella lo es todo y también es el camino de la nada. Gilda es la mujer de tus sueños siempre que tus sueños sean pesadillas.

La mirada de Rita Hayworth, que pasa del encanto a la atracción, del pánico al orgullo y del desvalimiento a la superación, entra en la eternidad al mismo tiempo que un guante, serpiente de satén, se desliza por la sugerente provocación que despierta todos los deseos y convierte a los hombres en niños. Detrás de ella, Glenn Ford, que intenta no perder la compostura en cada escena porque sabe que hay demasiadas heridas pequeñas que tratan de no transformarse en una enorme llaga de amor. A un lado, George Macready, arrogante con su cicatriz permanente, amante del lujo y de la posesión más preciada entre los hombres. Como analista, Steven Geray como el Tío Pío, profundo conocedor de la naturaleza humana, socarrón y verdadero. Quizá el único que dice continuamente la verdad en una película poblada de mentirosos. El policía que Joseph Calleia sabe encarnar, observa con detenimiento hacia dónde se dirigen los tiros mientras todos están mirando a la chica, porque la chica lo merece y, tal vez, haya que tener un poco de compasión con dos personas que están tan enamoradas. Al fin y al cabo, el amor escasea y lo poco que hay…merece un poco de indulgencia y un mucho de protección. Y tras las cámaras, Charles Vidor, uno de esos artesanos de furia contrastada y olvido rápido que se hizo cargo de una historia en la que no vio algunas connotaciones sexuales entre los dos protagonistas masculinos mientras que medio mundo le decía lo contrario. Quizá eso es lo que ocurre cuando tienes a una mujer como Gilda demasiado cerca. Todo se vuelve rojo y ya no tienes ni idea de lo que es blanco ni de lo que es negro. Ni siquiera ese guante que tanto evoca, que tanto despierta y que tantas veces ha caído en la imaginación de los que siempre estuvieron enamorados de Gilda.

5 comentarios:

CARPET_WALLY dijo...

Bienvenido de nuevo, Lobo. Un placer volver a leerte.

Creo que ya comenté en su momento el impacto que en mi virginal mente infantil (tendría 9 ó 10 años cuando la vi) supuso esta película y que probablemente me hizo darme cuenta por primera vez de mi condición heterosexual, yo como Vidor no vi ninguna connotación sexual entre los hombres de la peli, porque yo sólo tenía ojos para aquella (imaginada) pelirroja en blanco y negro que transpiraba erotismo, atracción y un magnetismo brutal.

No era un atractivo sólo fisico sino que aquella mujer que si fuera un rancho se llamaría "Tierra de nadie" ejemplificaba aquel ideal inalcanzable para los mortales comunes y corrientes, una diosa deseable al que sólo un elegido tiene la capacidad de limitar su independencia, los demás como en el mus "miran y dan tabaco".

Aquel fue mi mito erótico por mucho tiempo, como el de los aviadores de la II Guerra Mundial y como en un Barsa-Madrid, yo polemizaba con mis amigos de adolescencia en la dicotomia Rita-Marilyn. No se me entienda mal, la Bassinger, la Pfeiffer, la Lange, y muchas otras eran también objeto de disputa, pero eran más cercanas...Hayworth y Monroe suponían un esquema superior, lo que Platón y Aristóteles a la filosofia.

Hay muchos que dicen que "Gilda" no es una gran película, probablemente estoy de acuerdo, es mucho más que eso, mucho más que una película.

Abrazos enguantados

dexterzgz dijo...

Quizá "Gilda" no sea una gran película porque entre todos se han encargado de reducirlo todo a los guantes, al erotismo, a la bofetada, la tierra de nadie, al mame boy. Muchas veces los árboles y el mito no nos dejan ver el bosque (en lo del bosque no hay segundas). A mí ese comienzo espectacular en los muelles argentinos y esa partida de dados me atrapa. Y esa historia tan negra como la más negra, con esa historia de amistad y lealtad con chica en medio. "Gilda" es mucho más que Gilda.

Abrazos, amados míos

César Bardés dijo...

Ambos tenéis vuestra buena parte de razón. Estoy de acuerdo en que "Gilda" es mucho más que una película, es un recuerdo, es una sensación, es un picor en la memoria que no se va así como así. También estoy de acuerdo en que la película tiene momentos extraordinarios (especialmente, como bien dices, Dex, el principio). Pero yo nunca he estado demasiado de acuerdo en decir que ha sido una gran película. Creo que el final, por ejemplo, es precipitado y bastante acomodaticio. Creo que es una película audaz, sin duda, porque no solo se ve esa relación homosexual entre hombres que dicen explícitamente "nada de mujeres, solos tú y yo" y, de hecho, cuando aparece Gilda, hay una conversación en la que Glenn Ford se queja de que "todo tendría que haber vuelto a ser como antes", sino también porque hay un masoquismo bastante evidente en los personajes, que buscan una autodestrucción porque están en el mismo agujero de pasiones en el que llevan metidos toda la vida. Sí que tiene tintes negros la historia pero más que un cine negro al uso, me parece más un "melodrama negro" y, aún es más, me parece que la influencia de "Casablanca" se deja ver por todos los sitios sin llegar, ni de lejos, a igualarla porque carece del romanticismo propio y del héroe capaz de sacrificarse por los demás. Aquí los héroes, incluso, son reprochables, no son limpios e, incluso, se ven bastante abyectos. Solo los dos espectadores de la historia como el Tío Pío o el Inspector Obregón tienen la objetividad suficiente como para ver la historia en toda su dimensión. "Gilda" es muchas cosas, pero también es ninguna y quizá esa correspondencia de forma y fondo se traslada al personaje protagonista de Rita Hayworth, fotografiada en todos y cada uno de los planos de forma primorosa. Como curiosidad, diré que a Orson Welles, entonces marido de Rita, no le gustó nada el "Amado mío" pero le encantó el "Put the blame on mame". Y que ella no tenía la figura tan impecable porque acababa de dar a luz a la hija de ambos, Rebeca.
Abrazos boys.

CARPET_WALLY dijo...

Por cierto, ¿hay telarañas en el estreno esta semana o podemos directamente destripar hoy?

Abrazos aracnidos

César Bardés dijo...

Tente,villano,que te adelantas al evento cual ministro precipitoso. Fica quieto en el centro de la tela y aguanta los calambres con hombrìa que ya llegará tu momento. Allí te espero para tejer un cuadro más de la encrucijada de la tela arácnida.
Abrazos pacientes.