miércoles, 9 de abril de 2014

LA NOCHE DE VARENNES (1982), de Ettore Scola

El movimiento de la diligencia, suave, continuo y cadencioso, acoge las conversaciones de unos cuantos personajes que parecen sacados de las mismas entrañas de París. Jueces y damas de compañía de la Reina María Antonieta se codean con cronistas de dudoso prestigio, con teóricos políticos que creen que la República Francesa es la gran oportunidad que se abre a la democracia, con conquistadores que ya están de vuelta de todo a pesar de que impresionan con su altura y su tranquila elegancia. Todos ellos persiguen otra diligencia, la del Rey, que va dejando pistas sobre su ruta y que busca la reunión de tropas afines para aplacar esas incomprensibles ansias del pueblo por gobernar su propio destino.
Por el camino, se discute la hipocresía de la clase burguesa, la falsa y acusadora posición acomodada de una aristocracia que, cada vez, se va despegando más del pueblo y la conveniencia, o no, de publicar obras de dudoso gusto moral pero de innegable valor artístico. Todo ello se une para formar una excursión en la que se descubren costumbres y maneras, modas y modos y también actitudes que se esconden detrás de terribles apariencias, falaces e insultantes, que, al fin y al cabo, quieren la perpetuación del absolutismo porque el pueblo no está preparado para gobernarse. A esos solo les hace falta llenar el estómago y trabajar como esclavos.

Realizada con un gusto exquisito, con un reparto espectacular en el que destacan el maravilloso Jean-Louis Barrault, libertino de corte pobre, observador de una realidad que, poco a poco, se va diluyendo en nuevas hipocresías que no llevarán a nada, y el impresionante Marcello Mastroianni dando vida y arrugas a la decadencia de Giacomo Casanova, conquistando aún con el andar vacilante y la mirada desencantada, La noche de Varennes es todo un retrato de las falsas pasiones humanas cuando el mundo cambia a la velocidad con la que el paisaje transcurre desde la ventana de una diligencia. Aún cabe la admiración por el porte real cuando no se cree en tales sistemas y quizá el respeto sea una de las cualidades más imprescindibles para llegar a una democracia real. O, tal vez, el hecho de estar enfrentado no requiera el instrumento del odio para alcanzar la coherencia. Son cosas que el ser humano, siempre cambiante y caprichoso, debería asumir antes de lanzarse a la batalla, pues por muy noble que sea el objetivo, no es válido si, por el camino, hay que destruir y pisotear lo anterior, despreciando a todos los que sí creyeron. Ni el triunfo de una nueva época debe ser minusvalorado por aquellos que tuvieron la fortuna de nacer sin preocupaciones, sin deseos ni necesidades de trabajar. Todo debe seguir. Como el camino de una diligencia que solo hace las paradas necesarias para que los viajeros sepan dónde están y cuánto tiempo les queda. Al fin y al cabo, la noche no es más que el preludio del día.

4 comentarios:

dexterzgz dijo...

Tendría que revisar la película porque hace tiempo que la vi, pero sí guardo un buen recuerdo de ella. Nada que ver con Mari Sofi ese retrato de la Francia de Maria Antonieta. A mí es que me gustan ese tipo de películas que parten de una anécdota o una intrahistoria para desentrañar toda una época (ahí entraría por ejemplo ya que estamos entre la aristocracia y la realeza "El discurso del rey".

Y sale Marcello y solo por eso ya... Y es de Scola, un director del que hay que defender no solo "Una jornada particular " o "La familia" sino también de otras pequeñas joyas menores como "Splendor", a la sombra de "Cinema Paradiso" o "La sala de baile".

A mí con este "Varennes" me vienen ecos de "Barry Lyndon" incluso de "La diligencia" de Ford con todos esos personajes metidos en el carruaje condenados a entenderse o al menos a soportarse.

Abrazos revolucionarios

César Bardés dijo...

Ya quisiera la Mari Sofi hacer una película como ésta. Yo creo que aquí Scola hace una de sus mejores películas porque el retrato que hace es completo, es minucioso y es comprensivo tanto con las personas que desean la democracia y que la Revolución Francesa se convierta en esa oportunidad que desea Europa como con las partidarias de la realeza, más que del absolutismo, porque la realeza posee una grandeza impresionante y muy representativa de un país. Lo que pasa es que, lógicamente, Scola dice bien a las claras que esa época, por muy grande e impresionante que estuviera representada en la figura del Rey, tiene ya que pasar, tiene que cambiar en todo caso, tiene que acercarse a un pueblo que, no por analfabeto, es más despreciable. A mí me parece también que Scola maneja muy bien el reparto con Mastroianni a la cabeza (qué magnífico Casanova), Hanna Schygulla, Harvey Keitel y el fantástico Jean Louis Barrault que se empeña en ser testigo de un viaje que iba a ser trascendental para el destino de Francia.
Hace poco descubrí un corto de Scola que todo amante del cine debería ver. Te pongo el enlace

https://www.youtube.com/watch?v=ks8gqngvF_A


No hay que perdérselo, de verdad, es maravilloso y no os va a llevar más ocho o nueve minutos.

Abrazos asombrados.

CARPET_WALLY dijo...

Espectacular el corto, no recuerdo haber visto la peli (de hecho estoy casi seguro de no haberla visto) pero es cierto que la capacidad de Scola de dar un efecto buen gusto y clase a su cine no abunda.

En el corto se demuestra con ese inicio a lo Schindler, su homenaje a Cinema Paradiso, su visión humana de un conflicto quenunca acabará y su simpatía comprensiva y acogedora hacia los que lo sufren. Una pequeña joya, cierto.

Abrazos desde la butaca

César Bardés dijo...

Eso es cierto, si en algo hay que destacar a Scola es por su elegancia. Siempre he sostenido que Nikita Mikhalkov, cuando hizo "Ojos negros", quiso copiar el estilo de Scola.
El corto quiere decir eso y también es un homenaje al mismo cine como refugio, como lugar en el que la evasión es posible. Es maravilloso ese final.
Abrazos cómplices.