viernes, 25 de abril de 2014

MI DESCONFIADA ESPOSA (1957), de Vincente Minnelli

“Maxie Stultz duerme con los ojos abiertos”. Una simple frase que te deja más inquieto que un niño con una pelota. Y es que es muy difícil conciliar el elegante mundo de la moda con el periodismo deportivo. Primero, un partido de golf, luego otro de béisbol y, para finalizar el día, una velada de boxeo con sangre. Claro que lo de la sangre no se puede comparar a un buen plato de ravioli con mucha salsa boloñesa. Tanto es así que, vertido en pantalón, se convierte en puré con tropezones. Eso sí, mientras Maxie Stultz esté merodeando, nada malo puede pasar.
Y es que esta gente del mundo del espectáculo y de la moda es muy finolis. Tanto es así que no tienen ni idea de jugar a las cartas y de la liturgia que eso conlleva: sandwiches a medio terminar, humo de timba, palabras malsonantes y dinero que corre para acabar con una ganancia o pérdida de diez dólares para que Maxie Stultz se lo lleve para pagar el alquiler. El caso es que no tienen ni pajolera. Primero, el coreógrafo ese que hace unos movimientos un tanto extraños. Luego, el productor elegante que quiere llevarse a alguien al huerto. Más tarde, una estrella para el espectáculo que…es ligeramente conocida. No sé, alguna foto por ahí. O más bien, un trozo de una foto con unas espectaculares piernas…Bah, serán visiones. El periodismo deportivo es un mundo de hombres y no de mujeres. No puede haber tanta coincidencia. Aunque siempre hay un ravioli dispuesto a saltar al regazo.

Comedia con mucha clase, con chistes visuales, verbales y reincidentes que son capaces de dejar K.O al más serio de los contrincantes. Minnelli poniendo en juego su estética del color para que Gregory Peck pasee una elegancia estirada por los bajos fondos del deporte y Lauren Bacall enseñe cuánta clase tenía por los mundos de la farándula y de la alta costura. Mientras tanto, Jack Cole interpreta al coreógrafo que se inventa una pelea bailada deliciosa que acaba por ser la verdadera envidia de los hombres de acción Eso sí, no hay que olvidar el maravilloso papel de Mickey Shaughnessy como Maxie Stultz, el boxeador sonado que hace horas extras como guardaespaldas y que tiene el sentido de la amistad grabado entre las brumas de los golpes. Todo en función de la alta comedia servida en torno al enredo con amor de combate de fondo, a la amistad como valor supremo entre hombres que se dejan de posturas fingidas para dejarse pelados los nudillos, a los raviolis como plato sabroso que se puede comer de cualquier manera, incluso por debajo de la cintura, al sentido visual de una historia que no deja de tener gracia en sus diálogos. Y es que tener una esposa desconfiada da para mucho juego. Tanto es así que merece toda una crónica a doble columna para explicar, bien a las claras, que no se ha tenido nada que ver con ese incidente desagradable de Boston. Y ahora se lo voy a explicar a ustedes para que lo entiendan…vamos a ver… ¿por dónde empiezo?...

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