“Maxie Stultz duerme con los ojos abiertos”. Una simple frase que
te deja más inquieto que un niño con una pelota. Y es que es muy difícil
conciliar el elegante mundo de la moda con el periodismo deportivo. Primero, un
partido de golf, luego otro de béisbol y, para finalizar el día, una velada de
boxeo con sangre. Claro que lo de la sangre no se puede comparar a un buen
plato de ravioli con mucha salsa boloñesa. Tanto es así que, vertido en
pantalón, se convierte en puré con tropezones. Eso sí, mientras Maxie Stultz
esté merodeando, nada malo puede pasar.
Y es que esta gente del mundo del
espectáculo y de la moda es muy finolis. Tanto es así que no tienen ni idea de
jugar a las cartas y de la liturgia que eso conlleva: sandwiches a medio
terminar, humo de timba, palabras malsonantes y dinero que corre para acabar
con una ganancia o pérdida de diez dólares para que Maxie Stultz se lo lleve
para pagar el alquiler. El caso es que no tienen ni pajolera. Primero, el
coreógrafo ese que hace unos movimientos un tanto extraños. Luego, el productor
elegante que quiere llevarse a alguien al huerto. Más tarde, una estrella para
el espectáculo que…es ligeramente conocida. No sé, alguna foto por ahí. O más
bien, un trozo de una foto con unas espectaculares piernas…Bah, serán visiones.
El periodismo deportivo es un mundo de hombres y no de mujeres. No puede haber
tanta coincidencia. Aunque siempre hay un ravioli dispuesto a saltar al regazo.
Comedia con mucha clase, con
chistes visuales, verbales y reincidentes que son capaces de dejar K.O al más
serio de los contrincantes. Minnelli poniendo en juego su estética del color
para que Gregory Peck pasee una elegancia estirada por los bajos fondos del
deporte y Lauren Bacall enseñe cuánta clase tenía por los mundos de la
farándula y de la alta costura. Mientras tanto, Jack Cole interpreta al
coreógrafo que se inventa una pelea bailada deliciosa que acaba por ser la
verdadera envidia de los hombres de acción Eso sí, no hay que olvidar el
maravilloso papel de Mickey Shaughnessy como Maxie Stultz, el boxeador sonado
que hace horas extras como guardaespaldas y que tiene el sentido de la amistad
grabado entre las brumas de los golpes. Todo en función de la alta comedia servida
en torno al enredo con amor de combate de fondo, a la amistad como valor
supremo entre hombres que se dejan de posturas fingidas para dejarse pelados
los nudillos, a los raviolis como plato sabroso que se puede comer de cualquier
manera, incluso por debajo de la cintura, al sentido visual de una historia que
no deja de tener gracia en sus diálogos. Y es que tener una esposa desconfiada
da para mucho juego. Tanto es así que merece toda una crónica a doble columna
para explicar, bien a las claras, que no se ha tenido nada que ver con ese
incidente desagradable de Boston. Y ahora se lo voy a explicar a ustedes para
que lo entiendan…vamos a ver… ¿por dónde empiezo?...
No hay comentarios:
Publicar un comentario