Existe una tendencia en el cine actual a hacer versiones
de películas que de un modo u otro ya han quedado obsoletas pero con la idea de
hacerlo todo mucho más grande, más monstruoso, más incontrolable, más
impactante. Al fin y al cabo el público pide espectáculo y los argumentos bien
hechos y esas cosas tan finas se tienen que dejar para los intelectuales que
solo sirven para embrollarlo todo. Así que vamos a dejar unas cuantas ciudades
hechas un trapo y además, para que se enteren los que quieren espectacularidad,
vamos a poner tres monstruos en lugar de uno.
Y así se articula por enésima vez otra aventura de esta
especie de dragón de Komodo gigantesco, obra magna de la vileza humana, creada
a partir de unas cuantas sobredosis de radiación nuclear. Pero hay que
reconocer que es de bien nacidos ser agradecidos así que el lagarto mayúsculo
aparece, desde luego, pero viene a salvar a la raza humana. Más que nada porque
no importa cuán malvado sea un ídem porque seguro que siempre hay alguien que
es peor.
Por supuesto, la trama y el
origen de tales criaturas es explicado enrevesadamente y muy deprisa para que
cualquier espectador avezado no se dé cuenta de las trampas que tiene el guión.
Más que nada porque nadie va a ver esta película por su guión sino porque
cuanto más destrozos se metan, más cosas vuelen por los aires y más explosiones
haya, mejor será para un gran sector del público.
Ese sector del respetable saldrá
muy satisfecho porque conseguirá lo que quiere. No se ahorran combates entre
criaturas infernales, derrumbamientos, detonaciones...caramba, si hasta incluso
estará el viejo truco de que todo acabe con una bomba nuclear. A la película,
en ese sentido no le falta de nada.
Siendo medianamente serios, lo
único que merece la pena es la banda sonora, de un vigor excepcional, de
Alexandre Desplat. También hay un cierto respeto por volver a la fórmula nipona
que se puso en juego en Japón bajo el
terror del monstruo, formato del que se alejó bastante la versión de 1998
de Roland Emmerich pero pare usted de contar. El resto son solo fuegos
artificiales. Un poco más de dos horas de traca sin descanso. Y el dinero, eso
sí, en la taquilla.
Veamos. Gareth Edwards, director
del intento, dirige a sus actores tan mal que no me imagino las instrucciones
que le habrán dado a Ken Watanabe para interpretar su papel. El científico
japonés al que da vida no deja de mostrar asombro, asombro y más asombro.
Asombroso. El almirante que encarna un actor solvente como David Strathairn se
diluye y desaparece. Lo de Aarón Taylor-Johnson como el héroe ideal es tan
ingenuo que es el único fulano de la Tierra que está cara a cara con el mismo
monstruo una y otra vez y es más difícil de matar que el mismo Godzilla.
Siempre hay algo que trastoca los planes de las criaturas de poder
electromagnético motivado por el exceso de radiación que les ha hecho crecer y
a cuyo medio se han adaptado de tal manera que ingieren radiación cual ensalada
sin aliño. Creo que era algo así pero esto carece de importancia.
Por otro lado, el mensaje de
fondo está más visto que una rueda de prensa de Ancelotti. La Naturaleza se
rebela contra el maltrato. El hombre está destruyendo el planeta. Solo una
criatura de enormes proporciones puede volver a traer el equilibrio. Más o menos
el mismo que yo perdía en la butaca porque me iba hundiendo poco a poco en un
aburrimiento tan profundo que llegué a la conclusión de que el mero hecho de
haber pensado hacer esta película es una demostración más de que el cine puede
llegar a ser simplemente monstruoso.
2 comentarios:
Jajaja, triste sino el del crítico que debe ir al cine para explicar cosas inexplicables, no te arriendo la ganancia, amigo.
Y es que es cierto que el cine es monstruoso está tan poblado de monstruos (algunos gigantes) que no sólo han ocupado la pantalla sino que han llegado a nuestros días como parte de nuestra propia mitologia. Ahí tenemos a Kong, el King de todos los monstruos, no es probable que existieran Godzilla o Gamera (la tortuga gigante nipona) sin el éxito del gran gorila en tiempos remotos.
La cosa es que si lo hacemos muy grande se vuelve muy peligroso, de hecho hasta el mismo Spielberg hizo uso del tamaño si imporata para "Tiburón", (deberíamos ir a por un barco más grande). Y esa "Anaconda" de tamaño desproporcionado que acosaba a Jennifer Lopez y no sexualmente, que algunos os confundís con la peli que hizo con Rocco Sigfredi. Los coreanos montaron todo un espectacuilo hace poco con "The Host", una película bastante extraña con una parte interesante y con otras francamente incomprensibles para un occidental. Y el mismisimo Guillermo del Toro tiró de la tradición nipona ( una mezcla entre los Godzilass y Mazinger Z) para "Pacific Rim".
Todo grande y a veces poco bueno.
Abrazos enormes
Hay que tragarse cada cosa que, de verdad, uno tiene que pensarse mucho lo que tiene que poner porque lo que le sale es romper el papel y a tomar por saco.
No hay que olvidar que, puestos a hablar de monstruos grandes, gigantescos, incólumes y espantosos, Godzilla, de hecho, ya se enfrentó con King Kong en "King Kong contra Godzilla", de Ishiro Honda (la pillé hace muchos, muchos años en una sesión de tarde de sábado cuando ponían cosas de cierto interés y no los telefilmes de muerte lenta). Por supuesto, éste es el legítimo Godzilla porque Honda, un realizador muy respetado en Japón a pesar de ser un chapucero de aquí te espero, fue quien dirigió en el 54 "Japón bajo el terror del monstruo", origen de toda la saga y de todo cuanto venga después.
No hay que olvidar que también tenemos monstruos de enorme tamaño en "El ataque de la mujer de los cincuenta pies" (ahora que el machismo lo ha puesto Cañete de moda, reivindiquémoslo...no, no, es broma) revisado convenientemente en la película de dibujos animados "Monstruos contra alienígenas".
Bueno, pongámosnos serios. Lo cierto es que lo de éste "Godzilla" es el delito de no saber dirigir. Es decir, si haces una película de monstruos y te centras solo en la destrucción, en arrasar, en dejarlo todo hecho unos zorros pero no tienes ningún sentido del suspense, del terror o de la sorpresa, entonces mejor que te dediques a sexar pollos que tendrá más intriga. Aquí hay espectacularidad pero en ningún momento sientes inquietud, o temor. Casi, casi, casi, el único momento de un poco más de inquietud es cuando muere la Binoche (no desvelo nada, está en los cinco primeros minutos de película) debido a un escape radiactivo de una central nuclear en Japón (la sombra de Fukushima está muy cerca).
El caso es que estamos viendo una retahíla de títulos más que olvidables durante este mes de mayo que empiezo a rayarme un poquitín. ¿Alguien tiene una historia buena que vender?
Abrazos con tranquilizantes.
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