¿Qué tal si nos juntamos unos
cuantos amigos y vamos al bar de Charlie a tomar una cuantas copas? Estoy
seguro de que será una velada muy agradable. Y así también aprovecharé la
ocasión para presentar a todo el mundo a Harvey. Es un buen amigo que me
acompaña en las mejores y en las peores ocasiones. Si estoy triste, Harvey me
consuela. Si me siento solo, Harvey me coge del brazo y comienza a bromear con
ese sentido del humor suyo, tan particular, tan irlandés. Estoy encantado con
Harvey. Solo él es capaz de hacer que el tiempo se detenga y que, mientras
tanto, yo pueda viajar o visitar cosas o hacer amistades. Es solo una cuestión
de saber mirar.
Claro que vencer a la realidad no
es una cosa tan fácil. Después de muchísimas prisas y de demasiados dimes y
diretes, la verdad, es un alivio poder fugarse a un rincón donde todo el
territorio dominado sea exclusivamente tuyo. Sin obligaciones, sin estúpidos
compromisos. Solo disfrutando de una buena copa de whisky en medio del
bullicio. Harvey lo sabe bien. Me imagino que, como buen pukka, Harvey habrá estado al lado de muchos que lo han necesitado
y habrá visto lo que ningún conejo ha visto. Claro que con esa altura no me
extraña. Es un buen compañero. Es servicial y educado. Es un duendecillo muy
particular exclusivo para chiflados. Pero hay una diferencia. Hay chiflados que
lo son por enfermedad. Yo lo soy por elección.
Y es que la chifladura, o si se
quiere la relajación, es muy placentera. Nadie te habla si no quieres que te
hablen y además te da la oportunidad de ser un aventajado espectador de la
vida. Así, uno asiste a romances, a peleas, a besos, a caricias, a
reconciliaciones e, incluso, a algún que otro celador con el carácter un tanto
particular. Y además, tengo a Harvey. Sí, ya sé. Puede parece algo de locos
pero estoy seguro de que, si lo conocieran, también se convertiría en un buen
amigo suyo. Saber mirar es saber vivir. Y Harvey sabe mirar, sabe hacer que lo
miren y, sobre todo, sabe vivir y hacer vivir. Es un conejo muy completo. Bebe,
charla, bromea, acompaña, apoya, asiente y sigue. ¿Alguien podría pedir más?
Ah, bueno, sí. Estoy seguro de
que conocen esta película que narra la historia de mi buen amigo Harvey porque
en ella está James Stewart y es un placer observarle en su regocijo de
tranquilidad. También están, claro está, Josephine Hull, la ancianita de Arsénico por compasión, que estoy seguro
de que les encantará con sus caras, y Cecil Kellaway, un psiquiatra que sabe
comprender muy bien a sus pacientes. Ah, y no se olviden de Wallace Ford, que
hace un papel de taxista muy breve al final pero que es una auténtica delicia.
Bueno, pues yo creo que es el
momento de dejar de hablar sobre Harvey. Le noto que se está sintiendo algo
incómodo de tanto nombrarle. Así que ¿por qué no nos vamos al bar de Charlie a
tomar unas cuantas copas, Harvey? Estoy seguro de que allí podremos criticar
cuantas películas queramos, incluso ésta en la que te interpretas a ti mismo.
De paso, podemos saludar a unas cuantas personas que quiero que conozcas…
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