Quizá había demasiadas máscaras
tras la máscara que cubría a Robin Williams. Dicen que quiso acabar con todo
porque estaba depresivo y porque hacía tiempo que ya no estaba en lo más alto.
Otros dicen que quiso acabar con su vida porque el monstruo del Alzheimer se le
había presentado y no quería dejar de bromear. No sé dónde estará aunque estoy
seguro de que se estarán partiendo de risa con él. Robin, lee estas líneas, tengo
algo importante que decirte.
Desde aquel desastre que fue el Popeye, de Robert Altman, tú poblaste
muchos de los días de mi juventud. Me parecía brillante tu improvisación
alocada, tu forma de hacer reír porque parecía que vivías de la risa de los
demás. Me quedé asombrado con El mundo según
Garp que hiciste con George Roy Hill porque ya me diste el aviso de que
vivir era muy importante y aprovechar el momento aún lo era más. Luego no me
gustó mucho aquello de Un ruso en Nueva
York porque te encontré incómodo, encorsetado incluso algo aburrido, pecado
mortal. No parecías tú pero te rehiciste pronto. Echaste el resto y me quedé
boquiabierto con Good morning, Vietnam
y te ganaste mi corazón, mi alegría, mi tristeza e, incluso, mi valor. Tu
interpretación del aviador Adrian Cronauer, el hombre que hacía reír y pensar a
las tropas enviadas a una guerra sin sentido, me pareció tu mejor trabajo. Hoy,
de hecho, te imagino dando un berrido allá arriba: “Goood Mooorning, heaaaavennnnn!!!” y a Dios sintonizando la
radio para reírse un poco y olvidarse de un mundo que se le escapa cada vez más
de las manos.
¿Sabes lo que más me sorprende?
Que se suicidara un hombre que, en muchas de sus películas, no hacía más que
decirme que vivir merecía la pena, que había que escuchar los susurros de una
vida que quería ser conquistada por la ocurrencia. El club de los poetas muertos hizo que volviera a pensar en esas
cosas y lloré y reí y quise componer una poesía con loco de dientes sudorosos y
gritarte: “¡Oh, Capitán! ¡Mi Capitán!”
y subirme encima de una mesa y darte las gracias…¿Dónde está ahora el profesor
Keating, Rob?
Y lo que es peor, me lo vuelves a
decir en Despertares… ¿te acuerdas?
Aquella película en la que eras un médico que intentaba encontrar un remedio
para el Parkinson…y te peleaste con Robert de Niro y le rompiste la nariz…y de
ahí salió una amistad que duró para siempre porque llegásteis a poner un
restaurante a medias y Bobby quiso que tú presentaras la gala del American Film
Institute donde se honraba toda su carrera.
Y luego aquel loco que no quería
ver la realidad…¿demasiado cerca de ti, Robin? Aquel caballero andante que
soñaba con rescatar a su princesa de un castillo y ser el único y auténtico El rey pescador… ¡cuánto me reí, Robin!
¿Es que esas risas no significan nada para ti? Tal vez, si era así, yo debería
haberme ahorcado y tú tendrías que haber seguido intentando dar lo mejor de ti
mismo aunque los tiempos que corren no sepan apreciarlo.
Caramba…si hasta fuiste Peter Pan
en Hook, de Spielberg…¿qué decimos
ahora a los niños, Robin? ¿Que aquello era solo una quimera? ¿Que aquel marido
separado que era capaz de hacer cualquier cosa para estar con sus hijos en Señora Doubtfire era solo un muñeco sin
fondo que solo contaba mentiras? Todavía sonrío al recordar aquella breve
aparición tuya como ginecólogo en Nueve
meses intentando traer al mundo una vida sin que nadie consiguiera
entenderte porque tú, en realidad, querías abandonarnos. No, me niego a creer
que el hombre que montaba una farsa en su casa en Una jaula de grillos estuviera tan amargado. No, Robin, me niego a
creer a que estuvieras tan desenfocado como en Desmontando a Harry y que el Oscar que tantas veces habías
acariciado y que, al fin, ganaste en El
indomable Will Hunting no contara entre las cosas de las que pudieras estar
orgulloso. Incluso el malvado psicópata de Insomnio
me impresionó aunque, tal vez, fue porque dejaste que espiáramos un poco en tu
lado más oscuro.
Me niego a creer que tu falta de
éxito te empujara a dejarnos, me niego a creer que tuvieras una depresión tan
terrible, comprendo que el mal de Alzheimer te empujara a hacer lo que hiciste
pero no de una forma tan cruel, tan definitiva…como no queriendo saber nunca
más de todos nosotros. Simplemente me niego a creer que el hombre que me ha
regalado tantos buenos ratos quisiera irse de una forma tan inmerecida. Estoy
seguro de que esto ha sido una última broma porque sabías que una maldita
enfermedad te iba a robar hasta el humor o que, sencillamente, vas a aparecer
en breve en otra película, riéndote a mandíbula batiente de nosotros porque te
hayamos tomado tan en serio.
Buenos días, cielo….esta vez, ahí
arriba, hay un tipo dispuesto a hacer que os muráis de risa…
2 comentarios:
Efectivamente una triste despedida para alguien que nos dio sobre todo alegrias. Una mustra más de que el cine no es la realidad aunque no queramos creerlo. El cine es una fábrica de ilusión, de sueños, de cuentos en movimientos. Como todos los cuentos se basan en sentimientos reales, pero cuando salen del plató los actores no son los protagonistas de las películas sino de una vida que no se nos cuenta. Eso ya lo sabíamos, pero somos incapaces de poderlo asimilar.
A mi muchas veces Williams me pareció cargante, excesivo y algo descolocado (más Robin que personaje). Pero hay ue reconocer que cuando se sujetaba su vena histriónica componía personajes inolvidables. A mi "el club de los poetas muertos" no me gustaba demasiado hasta que en un curso de formadores en las que utilizaban la peli para ilustrar nuevos modelos pedagogicos me hizo redescubrirla y mirarla con otros ojos. Porque al mirarla de una manera más profesional, más fria y menos emocionalmente, comprendí algunas de las cosas que antes me parecían algo tópicas. Que soy yo muy raro.
También me gusto mucho "despertares", una película que no ha alcanzado el nivel que podría haber tenido porque es ciertoq ue a veces se muestra algo desnivelada, pero que tiene uno de los momentos más emotivos cuando Robín entra en la habitación de de Niro y le encuentra sentado en la cama sonriendole, interpretaciones sólo gestuales que nos regalan la sonrisa de agradecimiento del enfermo y la íntima alegria del médico que ha conseguido algo en lo que nadie creía y sobre todo ve sanar al paciente por encima de cualquier pronóstico.
Y si en "Good Morning Vietnam" está estupendo, aunque es una pena que su capacidad imitadora se pierda entre el doblaje y el desconocimiento de muchos de los personajes imitados.
Y el profesor Keating se reencarnó casi en el papel de "el indomable Will Hunting", otro personaje contenido y que me parece inolvidable.
En fin, los que no asbemso tanto inglés nos perdimos mucho de su talento, pero en su rostro podemos ver los mil que podía llegar a tener. Es una pena que ya no veamos alguno más.
Abrazos con su sonrisa.
Pues el cine no es una realidad, en efecto, pero sí puede influir en ella, como cualquier otro arte siempre que hablemos de arte y no de salchichas, claro.
Estoy de acuerdo en que Williams a veces era un poco cargante. Quizá a veces, incluso, pecaba de sobrecargar moralmente sus gracias para hacer que el espectador pensara y eso le hacía un Pepito Grillo bastante molesto. Pero mientras hacía el artículo me daba cuenta de algo...y era la cantidad de películas buenas que tenía. Y además, parece ser, era una excelente persona porque, a pesar de sus problemas con el alcohol y las drogas, pagó todo el tratamiento a Christopher Reeve cuando tuvo el accidente que le dejó sus últimos años en una silla de inválido. Todo el mundillo de Hollywood aplaudió su gesto porque Reeve, evidentemente, iba a dejar de percibir ingresos y su tratamiento no iba a ser una tontería.
Me gusta "El club de los poetas muertos" por el "carpe diem" que contiene y porque tiene una frase que para mí es una de mis señas de identidad: "No quiero artistas, quiero librepensadores".
Me gusta "Despertares" porque, a pesar de que efectivamente es una película desequilibrada, tiene momentos mágicos que solo el cine puede.
Me gusta "Good morning, Vietnam" no solo porque me parece una excelente película de Barry Levinson sino porque creo que él está eminente en versión original y que el trabajo de doblaje de Jordi Brau fue ingente, maravilloso, versátil y agotador.
Fíjate que, como película, "El indomable Will Hunting" ya me gusta menos aunque aprecio su trabajo porque está contenido en su dolor y tiene esa escena del parque que es el verdadero núcleo de la película y que, sin duda, por ella tuvo el Oscar.
Hacía años que le echaba de menos, porque su aparición como Eisenhower en "El mayordomo" no fue, ni mucho menos para recordar. Creo que, de todas formas, ya no me reiré como antes.
Abrazos con sus ojos de niño.
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