El dinero lo compra todo. Una finca
de ensueño en un lugar donde las nubes acarician la tierra. Una sala llena de
trofeos donde se exhibe el íntimo orgullo familiar de haber criado a los
mejores caballos de América. Un gimnasio espectacular donde se puede entrenar
la lucha libre con pasión. La única pregunta sin respuesta es si el dinero es
capaz de comprar la estima y el cariño de los demás. Alguien cree que sí.
Todo empieza porque un deporte no
significa solo pasión por él, sino también distanciamiento de la sombra más
alargada. Es una forma de independencia pero no hay que olvidar que en toda
independencia hay un intenso deseo de llamar la atención para demostrar que se
vale, que se siente y que se lucha. Aunque sea lucha libre. Aunque sea un
deporte de tipos con no demasiado cerebro y nula elocuencia. Eso da igual. Lo
importante es demostrar. Demostrarlo todo. Dejar bien claro que se vale. Y
dejar bien claro que se vale más allá de los ceros que existen en la cuenta
corriente. Porque si esa fuera la unidad de medida del valor entonces lo mejor
sería demasiado barato.
Más allá de eso hay una complicidad
buscada pero que nunca llega a ser del todo sincera. Quizá porque detrás de la
máscara de impasibilidad hay una nebulosa que indica que algo no marcha bien.
Tal vez porque el cariño se niega a aparecer si no se comparten cosas que, en
el fondo, no hacen más que dañar el espíritu y entregarse sin lucha. Aunque sea
lucha libre. Aunque sea un deporte de tipos con llaves de fuerza que aplastan
al adversario para que la rapidez y la astucia sea solo patrimonio de los
campeones. No es lucha libre por casualidad. Es lucha libre porque así se cree
que hay una permanente exhibición de fuerza que evadida por todos los lados de
la colchoneta.
Sin duda, hay que destacar el trabajo
de Steve Carell y de Mark Ruffalo en esta película. Ambos están perfectos en
sus papeles y están acompañados de un Channing Tatum que, por primera vez,
muestra algo de talento interpretativo moviéndose como ese luchador que pierde
sus combates en la mente y los gana mientras tiene equilibrio. Detrás de las
cámaras, Bennett Miller, director deTruman Capote, que vuelve a pasearse
por los abismos del daño que puede hacer un cariño artificial y que solo
desembocará en una expresión de inmadurez que acabará con todas las ilusiones,
incluso la de un futuro lleno de comodidad después de un presente inmovilizado
en la tarima. El resultado es una película irregular, con buenos momentos y una
cierta morosidad narrativa para subrayar, con un tono algo cansino, los
sentimientos que mueven a los protagonistas. Más allá de eso, todo se reduce a
algo que podría haber sido explicado en menos tiempo y con más ritmo por mucho
que se quiera acentuar que aquí no hay victorias heroicas ni peleas llenas de
adrenalina. Solo el patetismo de un millonario que no sabía expresar el cariño
pero que lo demandaba a golpe de talón. Ni siquiera sabía expresar la decepción
mucho más allá de una bofetada inocua a pesar de que algo en su presencia movía
hacia el temor. Quizá sea la soledad del poder. O quizá, también, sea la
certeza de que, sin todos los millones que adornan una existencia vacía, no
había nada salvo una enorme frustración. Y era incapaz de encontrar la última
llave de aquellos a los que quería
entregarse.
2 comentarios:
Tampoco la he visto y esto ya no es ir atrasado sino directamente esperar el coche escoba. Lo cierto es que este fin de semana hacía tanto frio que no tuve fuerzas ni para salir de casa.
Me apetecía porque creía que tenía (lo has confirmado) buenas interpretaciones y una historiano demasido convencional. Lo de Steve Carel que a mi me parece un buen actor demasiado utilizado en comedias simplonas me resulta especialmente agradable, Mark Ruffalo es un valor seguro que aumenta la calidad de todo aquello en lo que aparece y Tatum lo mismo se descubre como algo más que un cuello que envidiaría Fernando Alonso.
Lo de Bennet Miller es un caso a mirar, ha hecho tres pelis y las tres han sido nominadas a mejor película, quizá no sean perfectas pero es evidente que tienen destellos que llaman mucho la atención del espectador. Y si consideramos que sus actores también optan a candidaturas a mejor actor y/o secundario siempre: en "Capote" Phillip Seymour Hoffman y Catherine keener; en "Moneyball" Brad Pitt y Jonah Hill; en "Foxcatcher" Carrell y Ruffallo. Pues eso que lo mismo estamos a un tipo muy a considerar.
A brazos partidos
Es cierto que Bennett Miller es un tipo cuyo mayor acierto es la dirección de actores. Sabe moverlos siempre dentro de historias bastante tortuosas y siempre casi como perdedores, gente que deja mucho por el camino. Sorprendente la interpretación de Tatum que, desde luego, da el pego en un papel que parece hecho a su medida física. Estupendos Carell (con un problema de comunicación en su personaje evidente y muy bien expresado) y Ruffalo (siempre sabiendo lo que se hace). La historia...bueno...ya digo. Igual que hemos dicho el acierto de Miller voy a decir el defecto. Primero es que es bastante correoso planteando todas las historias (las tres que has citado son buen ejemplo) y segundo que cae en espacios vacíos que dejan al espectador un poco solo. Es como un padre que te lleva de la mano, te suelta en el parque y te sientes desorientado y luego te vuelve a coger la mano para ir a un destino cierto y seguro. En cualquier caso, es un tipo interesante. Creo que aún tiene que demostrar algo más allá de que sabe manejar muy bien a los actores.
Abrazos a la de tres.
Publicar un comentario