martes, 7 de abril de 2015

LAS AVENTURAS DE JEREMIAH JOHNSON (1972), de Sidney Pollack

El debate, íntimo y doloroso, que sostuvimos en "La gran evasión" sobre "Tierras de penumbra", de Richard Attenborough está aquí. Se ha colocado entre los mejores seis programas de ocio de Ivoox. Es la primera vez para "La gran evasión" y todo un éxito. Espero que os guste.

El techo es el cielo y el hombre es el infierno. Es tan sencillo como sobrevivir allí arriba, en las montañas, donde el aire sopla sin importar lo que seas, donde la nieve hiela por igual sin atender a la carne que congela. Vivir en comunión con una naturaleza que te da y te quita en medio de un mapa de lo magnífico no es más que otro ejercicio de cordura, de equilibrio, de resistencia. Aunque, tal vez, sea preferible resistir en medio de rocas, árboles y frío antes que probar el amargo sabor de la sangre por los disparos que los humanos se prodigan, con sus guerras, sus estúpidas ambiciones, sus deseos imparables de comodidad y envidia. Allí, donde la voz de Dios es el viento que sopla, no hay más futuro que el mismo día, no hay más comida que la que te cruzas por el camino, no hay más ansia que llegar a ver la azul y congelada mañana siguiente.
Quizá, de vez en cuando, un trato mal pensado puede llevar a la inesperada compañía de la dulzura o de la ingenuidad propia de la infancia. Algo parecido a una familia. Lo único que tienen los de abajo que arriba puede ser impensable. Al principio, la incomunicación. Eso, desde luego, es lo más duro. Pero, más tarde, la vida y la palabra se abren paso y las miradas hablan y los juegos se suceden y los detalles aparecen y ya nada es como antes. Ahora solo se va instalando un deseo de estabilidad, de que todo siga igual. Con el río fluyendo, con la nieve otorgando el blanco de la hermosura, con la sensación de la carne caliente acostada al lado, en las largas noches sin fin de un invierno que nunca termina. Y así puede, quién sabe, que haber vivido y haber luchado haya merecido la pena.
Convertirse en una leyenda no es algo que se busque a propósito. Quizá las leyendas sean también el producto de la rabia que siempre nace del rencor. Cuando tienes muy poco y el destino se empeña en arrebatar esa orilla mínima de felicidad puede que el corazón se hinche de venganza y la muerte, en principio buscada, sea algo rutinario. Una lucha, un hacha, un cuchillo, un disparo, un caballo de mirada delatora, una calma de espíritu que viene por la seguridad de que el fin, tarde o temprano, tendrá que aparecer de forma violenta…vivir, sin duda, ha sido una aventura. Un continuo combate contra unos elementos que han tenido más honestidad que el propio ser humano. Y allí, donde el techo es el cielo y las cumbres se alzan intentando alcanzar a Dios, Jeremiah Johnson permanece, arrebujado en su ropa de piel, con el rifle cerca y el cuchillo desenfundado, esperando que la vida sea la mañana del día siguiente.

Lírica, emotiva, enérgica, soberbiamente fotografiada, Sidney Pollack tuvo en Robert Redford a un actor de su lado para renegar de la vida civilizada y contar una leyenda sobre un hombre que prefirió vivir con el mobiliario del paisaje antes que con el confortable calor de la chimenea del hombre civilizado. Y supimos por qué la soledad es también un animal al que hay que desollar en medio del desierto más blanco.

4 comentarios:

CARPET_WALLY dijo...

Es imposible ver esta película sin sentir la libertad y también la trsiteza. Algunos dicen que el contacto con la naturaleza, el salir de un mundo monótono y ruidoso, de los convencionalismos sociales y del contacto humano tremendamente hipócrita nos aleja de la verdadera humanidad. Esta película nos habla de eso un poco, pero para reconocer, quizá sin quererlo, que esa vida no tiene porqué ser tan ideal como algunos se fuerzan en pintarla. Lo más cerca que Jeremiah se encuentra de la plenitud es cuando tiene la estabilidad de "una familia". El resto es una lucha por la supervivencia, tan poética como la de un oso grizzlie en un poisaje nevado, maravilloso para un espectador, tremendamente brutal para el que la vive.
A mi me parece una película profundamente amarga, maravillosa, increíblemente lírica como comentas y de esas que no se te borran jamás.

Abrazos nevados

César Bardés dijo...

Estoy de acuerdo contigo en muchas de las sensaciones que describes y que tan bien transmite esta película. Johnson consigue la estabilidad o, al menos, la disfruta, mientras tiene esa "familia". El resto es solo sobrevivir aunque él viva en una profunda armonía con la naturaleza, salvaje y brutal. Quiza es más una poesía que una película, una historia que estaba muy en consonancia con el movimiento "hippy" de los setenta y que, desde luego, se salta los parámetros no solo comerciales, sino que también es una "rara avis" dentro de la filmografía de Sidney Pollack.
A mí me parece una muy buena película, sorprendentemente entretenida (recuerdo que cuando se estrenó mi hermano estaba loco por verla y me dijeron que si quería ver (yo tenía siete añitos) y me contaron de qué iba. No fui, naturalmente, la recuperé algunos años después, ya un poco más mayorcito) y que se me decae un poco al final, especialmente desde el momento en que Johnson ya no tiene "familia" pero aún así, una cosa extraña que resultó maravillosa, como bien dices.
Abrazos gélidos.

Raúl Gallego dijo...

Cierto lo que comentáis. Película especial y bella. Debe ser una experiencia dormir en la cabaña de Bear Claws abrir la ventana por la mañana y contemplar la montaña blanca y el cielo de los Crow y los pies negros., vivir de lo que cazas y no rendir cuentas a nadie. Lo malo que el invierno en la montaña es frío, mas largo que en el valle, y la soledad elegida
o el hambre de lobo también puede destruirte
o dejarte congelado mirando el precipicio. Intentemos conservar la cabellera y salud a los dos

César Bardés dijo...

Son las dos caras de la vida salvaje. No hay que rendir cuentas a nadie y, sobre todo, se está lejos del mayor depredador de todos, que es el propio hombre. Pero la Naturaleza no deja de hacer su camino, aunque haya vida intentando abrirse paso, y la crueldad aparece en forma de hielo, o de lobo, o de oso, o de indio, o de hombre blanco. Terrible tener que vivir en soledad porque hace que vayas muriendo poco a poco por dentro. Por eso, él, ermitaño y amante de su vida, aprecia tanto los momentos de felicidad que le brindan Caleb y el "Cisne". No, no es fácil conservar la cabellera. Ni allí arriba en las montañas, ni aquí abajo, en el valle.
Salud.