La noche dibuja una tímida luz de
contrapunto mientras tres figuras oscuras se recortan en la blancura de los
muros de una cárcel. La fuga se consuma y el escondite está preparado. No es
fácil mantener la ética en un mundo donde te tienes que codear con delincuentes
de vocación. Sin embargo, también puede ser donde los auténticos amigos
demuestran más sus sentimientos. El que te odia, te odia hasta la muerte. El
que te ama, será capaz de dar la vida por ti. Y, sobre todo, el que cierra la
boca pudiendo hablar…ése es el tipo que se debería llevar toda la confianza.
Es difícil soñar en un entorno
donde la mujer de toda la vida está ahí, esperando, aunque su espera no sea,
precisamente, la que sale en las películas. Basta con juntarse con los socios
adecuados para perpetrar un atraco de furgón y zapatazo con tanta precisión
como si fuera un mecanismo de relojería. Los movimientos están tan ensayados
que todos saben exactamente qué hacer y en qué momento. Así da gusto trabajar.
El problema es cuando caen sobre uno sin avisar y se corre el bulo de que se
tiene la lengua larga y la ventaja cogida. Claro que siempre habrá alguien,
quizá un asesino profesional que jamás demuestra sus sentimientos, que estará
dispuesto a echar una mano a la empuñadura y decir bien a las claras que, de la
gente de los bajos fondos, Gu Minda es el mejor.
Jean-Pierre Melville consiguió
dejarnos sin aliento en una aventura policíaca de tiro preciso y gatillo suave.
Se refugió en el blanco y negro para situar a sus personajes en entornos fríos,
en los que el cañón de las pistolas parece coger hielo, para resaltar el
corazón caliente de un malvado que tan solo quiere algo de dinero para salir
del país y abandonar una vida que le ha quitado más de lo que le ha dado. Siempre
es así cuando las gabardinas y los sombreros parecen hechos tan a la medida que
se erigen en la segunda piel que esconde las balas de la venganza y de un fuego
de honestidad que se extingue con la mirada de un Lino Ventura de rostro de
granito y de segura redención. Es el último aliento de un gángster que siempre
supo perder…pero que ya no quiere perder más. Ni siquiera ante un policía que
intuye la verdad ante tanto silencio, un maravilloso y cínico hasta la médula
Paul Meurisse.
Y es entonces cuando se instala
la venganza y todos quieren ser el primero en apretar el gatillo. No hay sitio
ya para los héroes románticos, ni para las citas a la luz de unas velas con un
mantel a cuadros para decirse, sin decir nada, que dos almas estarán unidas a
pesar de todo. Ni tampoco para las muestras de afecto excesivas con aquellos
que se juegan la piel por ti. Eso poco importa. Lo que de verdad importa son
los hechos. Si alguien recibe un balazo por ti, merece una compensación. Si
alguien cierra la boca para no incriminarte, merece el cielo porque, al fin y
al cabo, no hay nada más fácil que la traición y ese tipo, Gu Minda, será capaz
de morir con tal de dejar sin pruebas a la policía y sacar de la cárcel a
alguien que, una vez, le supo echar una mano de amigo, de confianza, de verdad.
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