“A toda Cenicienta le
llega su medianoche”.
Y aquí parece que a Cenicienta se
le resiste la medianoche porque está ahí, rondando esa felicidad que tanto
acaricia, pero no se atreve a convertir la carroza en calabaza. Cuando todo
parece que se va a desmoronar siempre ocurre algo, aún más absurdo que el mero
hecho de convertir en princesa a una jugadora de ventaja. Quizá porque ya no
haya hadas madrinas pero si hados padrinos que deciden gastar una verdadera
fortuna para poder recuperar a la mujer que se ama.
Y es que el amor, reconozcámoslo,
es el motor del mundo porque todo se hace por amor, incluso por amor al dinero.
Las intrigas amorosas suelen divertir y dar pie a todo tipo de cotilleos
infames que solamente quieren arrollar cuanto pillan, sean del tipo que sean.
Si alguien es demasiado ambicioso, no se duda en despellejar sus actitudes
aunque sean muy similares a las del dueño de la lengua viperina. Si alguien es
demasiado atractivo, hay que apresurarse en desmontar el mito atacando cualquier
otra faceta de la personalidad de esa belleza impoluta. Si alguien es demasiado
encantador, no cabe duda de que hay que ir a por él para presentarlo como un
ente sin corazón al que le encanta juguetear con los sentimientos ajenos. Y
todo eso son medianoches que se colocan a la cola del hechizo desencantado para
poner fin a los sueños. Sí, sueños. Es esa cosa extraña que dura muy poco y que
parece demasiado cobarde como para quedarse quieto durante toda una vida.
Claro, que una llamada telefónica
puede llevar a cualquier parte, incluso a la locura. Basta con tener unos
cuantos testigos y luego decir que no, que todo eso es obra de un demente que
está más traumatizado que una mona en un balneario y que de lo dicho no hay
nada. Mientras tanto, los galanes se agolpan a la puerta de un dormitorio, los
riñones al Jerez se enfrían y el desayuno se convierte en una exhibición de
inquietudes más falsas que un diamante verde. Perdónenme, estoy tan emocionado
que estoy a punto de coger un taxi y que me lleve a unos cuantos clubes
nocturnos a ver si consigo un trabajo de bailarín de claqué.
¡Ah, medianoche! Tiempo de farsas
impuestas que, por unos instantes, parecen realidades fingidas. Hora de decidir
con claridad hacia dónde quieres mirar y posar tus ojos con la tranquilidad del
amor revoloteando alrededor. Segundo mágico de confusión en el que el día ya se
ha marchado y la noche tiene intenciones dudosas. Tanto es así que un divorcio
de un matrimonio que no existe se convierte en el matrimonio de un matrimonio
que no se ha divorciado. Pensándolo bien creo que estoy empezando a escribir
tonterías. El señor Leiden dirigió a la señorita Colbert, al señor Ameche y,
sobre todo y sobre todos, al señor Barrymore para recordarnos que la medianoche
para nosotros es cuando aparece en pantalla la fastidiosa inscripción de the end.
2 comentarios:
Obra maestra, creo que algo infravalorada al igual que su director, Leisen, un tipo que no tiene en la actualidad la consideración que se merece. Hace poco te hablaba de lo extraño que me parecía que un drama -que este hombre le daba a todo- como "La vida íntima de Julia Norris no fuese un clásico rotundo, máxime siendo el primer Oscar para una grande como Olivia de Havilland.
Desde luego, es una época para enmarcar en la comedia americana. Anda, que no me ha costado discusiones a mí defender películas como esta ("viejunas" dicen algunos). Sí que creo como te decía antes muchos de esos directores están algo arrinconados. Sí, desde luego está Lubistch quizá como punta de lanza, pero detrás están Leisen, Sturgess, LaCava, incluso Capra. Y hasta tío Billy empieza a escribir.
Yo creo que se junta una generación de AUTORES en estado de gracia. Y Europa, de la que casi todos han huido, como paraíso perdido, cuna del glamour y la sofisticación. Paradójicamente Europa empieza a desangrarse.
Abrazos bajando la bandera
Es cierto que está infravalorada porque no es una obra demasiado conocida pero a mí me parece que es una auténtica maravilla de película. Wilder escribió un guión perfecto. Quizá Claudette Colbert no sea una de mis actrices preferidas pero es que la película tiene de todo. Y es cierto que Leisen merece mejor suerte en el Olimpo de los directores porque tocó de todo (recordemos otra colaboración suya con Wilder que es la maravillosa "Si no amaneciera") y desde luego "Vida íntima de Julia Norris" es una película emocionante a más no poder, difícil de aguantar las lágrimas ante su parte final.
Todos esos que nombras eran auténticos maestros de la comedia sofisticada. Desgraciadamente, vivimos unos tiempos en los que se valora la última patochada de Adam Sandler o cualquier otro de sus coetáneos mientras la gran mayoría permanece en la ignorancia de estas increíbles comedias que consideraban al espectador, no solo inteligente, sino parte fundamental del engranaje cómico.
Yo creo, sinceramente, que quizá todos esos autores que huyeron de Europa y se establecieron en Estados Unidos es la mejor generación de cineastas que nunca tuvo el cine.
Abrazos en medio de la partida.
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