jueves, 3 de diciembre de 2015

LOS JUEGOS DEL HAMBRE: SINSAJO PARTE 2 (2015), de Francis Lawrence

Cuando una rebelión triunfa, las armas callan y los políticos empiezan a hablar. Y eso es algo temible porque ahí es donde se ven cristalinas las verdaderas intenciones del nuevo orden. La tentación del poder es muy grande, muy atractiva y se tienden a repetir los errores del pasado confiando en que la memoria sea la auténtica traición de las ideas. Y utilizar a alguien como símbolo del nuevo régimen no deja de ser un ejercicio de menosprecio que confía en la facilidad del ser humano para abandonarse a la manipulación.
Así tendremos que, cuando esa rebelión esté a punto de triunfar, se utilizará el símbolo viviente de la esperanza. Si eso falla, se emplearán métodos imposibles y escalofriantes para que el pueblo se vuelva contra sus líderes por mucho que ellos también sean imposibles y escalofriantes. Si la mentira resplandece como si fuera verdad, entonces se utilizará de nuevo cualquier símbolo que esté al alcance para reafirmar el poder entrante…y todo comenzará de nuevo. Los sacrificios de antaño volverán a ser exigidos. La tristeza volverá a ser rutina. La opresión estará disfrazada de democracia.
Por fin termina la saga de Los juegos del hambre con su coda final desafinada por vacíos de ritmo y saltos algo incomprensibles, por secuencias tontas y profundidades pretendidas que no dejan de ser filosofía adolescente. Hay un par de secuencias bien rodadas, algún que otro momento enardecedor y un final autocomplaciente con la misma historia que se nos cuenta. Jennifer Lawrence sigue sin tener la presencia necesaria para una heroína de acción aunque tiene momentos de dramatismo destacable. Julianne Moore es una actriz espléndida incluso cuando está ridícula. Donald Sutherland sigue lanzando miradas y gestos que son auténticas lecciones de interpretación consiguiendo el rechazo visceral. A Philip Seymour Hoffman se le echa de menos. Y al resto del juvenil reparto se le olvida con tanta facilidad como vanos intentos cómplices de una trama que no deja de tener atractivo pero que regala un extraño sabor de que podría haber sido mucho mejor. Bienvenidos a los septuagésimo sextos juegos del hambre. Esta vez, el premio es la libertad.

Todo está recubierto de una sensación de que esto es un eslabón más dentro de la trampa propia del argumento. La sensación de diferencia del resto que experimenta todo joven se premia con una fingida felicidad sin avisar de que la misma felicidad se posee cuando todo está por delante. Por mucho que se haya tenido que luchar, por mucho que se haya tenido que sufrir, el empuje es el motor, la ilusión es el empuje, el día siguiente es la ilusión y la mirada libre es el día siguiente. Engaño tras engaño, se van formando ciudadanos de una entelequia falsa y cruel y las misiones deben ser cumplidas porque se tiene la obligación de sentir lo que se hace. Si no, más vale ponerse un traje en llamas e impresionar a la audiencia porque lo que se conseguirá es pura inutilidad, simple espectáculo, anzuelo irresistible para la masa voluble y aborregada. Nada más que eso. Y el corazón seguirá recordándonos a cada latido que los sueños están y seguirán estando siempre ahí como unas bonitas bombas dispuestas a estallar.

2 comentarios:

CARPET_WALLY dijo...

Bueno, aun no he visto esta 4ª y última entrega, que ya me esperaré a la tele para completar la saga, pero si vi la primera parte del Sinsajo el domingo en la tele. Y a falta de la traca final puedo decir un par de cosas...mucho ha de ganar en esta cuarta parte para que la cosa funcione (por poner algo de cine).

La primera película partía de una premisa distópica que podía ser interesante, si bien y como ya hemos comentado muchas veces la realización era tan mejorable que no estuvo a la altura y quedó como consumo juvenil sin exigencias.
La segunda añadía interés al relato y esta vez si, al realización le imprimió algo de la fuerza necesaria para que supusiese un salto hacia adelante y aunque no fuera una gran película lograba mantener el interés, la tensión y hacer pasar un buen rato al espectador.
La tercera, se me antoja una huida hacia adelante de la propia escritora empeñada en dar profundidad a un relato en una dirección quizá equivocada. En ocasiones me recordó al proyecto "Matrix" que partiendo de un material interesante se embarcó en un despliegue metafísico que embarulló de tal modo la saga que consiguió que revisaramos a la baja la buena impresión inicial. Aquí en estos juegos del hambre no hay ontologia, sino ética y política, pero el ataque al Distrito 13 se me pareció demasiado al ataque a Sión que se producía en la saga de los Wachovsky.
Y en esta ocasión ese juego político, salvo que en esta cuarta se resuelva de frma sorprendente, que a lo que leo parece que no, y a tenor de lo visto en la tercera se juega al tópico del uso y abuso casi fraudulento del símbolo para obtener lo que se busca.
No sé , como digo, si en esta cuarta van por ahí los tiros, pero me suena que si. Y al final, no se si para ese viaje hacían falta tantas alforjas. La tercera parte me pareció algo aburrida, reconozcamos que sin juegos la cosa pierde mucho interés, y Yenni no es que esté desaprovechada es que está forzadísima a demostrar dramatismo y se pasa hasta no ser creible. De hecho, esa dramática toma de posición política traiciona, segun yo veo, la esencia de un personaje que a priori se planteaba interesante, una mujer muy notable pero que como dice uno de sus novios (no sé como se solucionara en la cuarta ese triangulo amoroso) : "sólo me prestas atención cuando sufro", parece especialmente dotada a tomar partido y decisónes en función de un exagerado sentido de la responsabilidad hacia el sufrimiento de los a priori débiles.

Por otro lado en esta moda de las distopias, me parece mucho más interesante y mucho mejor contada la saga "Divergente" que también cuenta con una heroína (un cambio literario interesante) que se enfrenta a un intento de tirania. Además la premisa social y política que se establece de partida tiene, filosóficamente, mucha más enjundia e interés.

Cuando pasados unos meses la capte en un pase televisivo terminaré de reforzar mi dea actual o tendré, como dicen por ahí los salerosos, que envainarmela.

Abrazos con flechas

César Bardés dijo...

Bueno, pues aciertas bastante en todo tu análisis sobre las distintas partes de la saga de "Los juegos del hambre". Aquí digamos que hay algo parecido a esos juegos en forma de una misión de comando al viejo estilo, como si se estuviera en la Segunda Guerra Mundial y el final de la beligerancia tiene un final que deja un sabor de boca ciertamente amargo, lo cual también es una novedad. Cinematográficamente hablando no me parece gran cosa ninguna de las partes aunque, efectivamente, creo que algo mejor es "En llamas". La tercera parte, desde luego, más aburrida y tediosamente explicativa. Esta segunda parte de la tercera parte (Marx, Groucho) pues no deja de visitar una serie de lugares comunes que no constituyen ninguna sorpresa y se intenta de nuevo que la Yenni dé profundidad dramática al asunto. Lo del triángulo amoroso no te lo voy a desvelar, desde luego. Por otro lado, no es más que la constatación de que toda rebelión ansía ponerse en el lugar del que mandaba y mandar de formas muy parecidas y que, de alguna manera, no hay tanta razón. También es la certeza de que, detrás de los políticos, siempre hay alguien en la sombra que es quien realmente maneja los hilos del poder y a esos no hay quien los descabalgue, sea quien sea quien mande.
En cuanto a las distopías de origen juvenil tengo que reconocer que la primera parte de "El corredor del laberinto" me pareció, cuando menos, curiosa orque ahí entraban en juego otra serie de valores que no se centran únicamente en el consabido "yo soy diferente, soy valioso, soy imprescindible" al que tanto juegan este tipo de distopías y que tanto espolean al público juvenil porque aluden a su deseo más íntimo de ser héroes de su propia existencia.
Por lo demás, esta segunda parte de la tercera parte me pareció mediocre (aunque, tengo que decirlo, ver a Sutherland al lado de estos imberbes es como poner a Mozart al lado de No me pises que llevo chanclas). Apenas tiene un par de escenas pero sabe ser odiosamente refinado, rabiosamente despreciable y auténticamente actor.
Abrazos con hambre.