martes, 21 de noviembre de 2017

AGENTE DOBLE EN BERLÍN (Target) (1985), de Arthur Penn

No deja de ser una joven postura cómoda encasillar a los padres en unos papeles estereotipados y aburridos, sin querer investigar demasiado sobre qué es lo que fueron y qué han llegado a ser. Eso es aún más difícil cuando llega la edad en la que un joven comienza a tomar decisiones y se deshace del abrazo de sus progenitores para emprender una vida que todavía no tiene ningún rumbo definido. La mecánica de unos cuantos coches, alguna chica, el deseo de una vida independiente…y, por supuesto, unos padres que no entienden nada, que nunca tuvieron esas mismas inquietudes, que están demasiado lejos para tenerlos alrededor del pensamiento. Quizá haya que sacudir esa supuesta tranquilidad familiar, instalada en lo confortable, para sacar de los errores propios de la atrevida juventud.
Puede que ese padre que conduce con sumo cuidado y extrema la precaución conduzca mejor de lo que hayas soñado jamás. O que domine varios idiomas, no solo el americano de Texas. O que, incluso, haya tenido una vida inconcebible yendo de un lado para otro en Europa, manteniendo romances con damas imposibles y trabajando para el gobierno como un espía encargado de desmantelar redes del enemigo. No, pero todo eso no puede ser. Papá es un amedrentado hombre de negocios tejano, que tiene su casa y su dinero a recaudo. De ahí que comprenda tan poco sobre las inquietudes propias de la juventud. Papá se ha olvidado de cuando era joven. Él nunca ha pensado como yo. Aunque quizá no sea así.
Así que ahí tenemos a padre y a hijo, saltando de París a Hamburgo y de ahí a Berlín para salvar lo que más quieren. Y el camino será de aprendizaje para el chico porque podrá descubrir lo que es realmente su padre. Y, de repente, el aburrido y gris hombre de negocios de Tejas, se convierte en un hombre que no pestañea si tiene que matar a alguien, acostumbrado a vivir entre el peligro, tan lleno de recursos que llega a ser insultante y absolutamente acostumbrado a moverse por los ambientes más oscuros del contraespionaje centroeuropeo. Y tiene que hacer frente a un viejo rival que busca venganza por algo que ocurrió hace mucho, mucho tiempo. Es lo ideal para que cualquier chico se centre. Entre ráfaga de ametralladora y persecución en coche, habrá algún que otro momento para sentir admiración y agarrar con fuerza la certeza de que su padre es otro hombre, totalmente distinto, totalmente posible, totalmente real. Y lo peor de todo es que será a través de una serie de situaciones que serían irreales para cualquier otro.

Arthur Penn dirigió este producto de encargo con una admirable profesionalidad con Gene Hackman al frente y dejando que el tiempo pase sobre una película de acción muy propia de los años ochenta. Aún así, entre su música de sintetizador y su color anticuado, guarda mucho encanto. Tal vez porque nos recuerda esa pregunta que siempre quisimos hacer a papá y nunca le llegamos a formular.

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