De entre los muros de
la tragedia, parece que surge un hechizo siniestro y temporal, como si una
mansión de un siglo fuera la auténtica puerta hacia el misterio. Cada cierto
tiempo, esa casa necesita una víctima propiciatoria y, cuando la consigue,
forma parte de ella, como si fuera una piedra que sustenta sus paredes o sus
columnas. Por eso ocurren fenómenos extraños que no tienen ninguna explicación
aparente. Cuidado, alguien viene, alguien inocente, puro, deseoso de libertad
en una vida demasiado gastada. Ella ya forma parte de la casa aunque sus
cimientos no se hayan apoderado de ella todavía. Parece que oye los golpes de
una anciana moribunda a la que tuvo que cuidar, pero en realidad son los gritos
de auxilio de un alma que quedó sin socorrer. Los artesonados se mueven
burlándose de su ingenuidad, haciéndola creer que una criatura sufre cuando es
su propia mente. Las puertas se cierran debido a ángulos imposibles y, como
consecuencia, no dejan entrar a las verdaderas fuerzas del otro lado que
intentan traspasarlas, abombando sus bisagras, forzando sus goznes. El corazón
de la casa es frío, como una corriente de aire que ni va ni viene a ninguna
parte. Las estatuas clavan su mirada en los humanos y una imposible escalera de
caracol se tambalea avisando de la trampa que la casa tiende con sumo cuidado.
El encantamiento está ahí, poblando cada uno de los rincones de la mansión de
la colina, desparramando la alucinación presta para ser creída. No hay sitio
para un amor que no pertenece a otro mundo. Tampoco la pena es propiedad de la
casa. Sólo las almas.
La turbiedad de las
personalidades se pone más en evidencia cuando el entorno resulta tan
intrigante, tan malévolo. Puede que la casa de la colina no lleve a ninguna
parte y sólo sea una sucesión de fenómenos paranormales capaces de alimentar la
paranoia de los que la habitan. Los sueños se ahogan entre sus espaciosas
habitaciones. Y la razón se pierde entre sus manifestaciones físicas. Los
guardeses ni siquiera pisan la casa en las horas más críticas y el miedo salta
de debilidad en debilidad, tratando de hacer un nido para la inquietud. La casa
encantada no extenderá sus brazos. Dejará que sus presas se acerquen a ella
sabiendo que jamás averiguarán nada importante. El grito será solitario y el
vértigo se acompañará de la lujuria que se aprieta en los sótanos de cada
personaje. Los fantasmas no existen.
Después del éxito
arrollador que obtuvo con West Side Story,
Robert Wise se atrevió a dirigir esta película de terror sutil con un reparto
de actores conocidos pero ninguna estrella como Richard Johnson, Julie Harris,
Claire Bloom y Russ Tamblyn, todos ellos decididos a buscar la verdad en una
casa que debería haber sido derruida hace mucho, mucho tiempo.
2 comentarios:
Hola.
Angustiosa, sesuda y demencial. Una auténtica joya y cima del cine de terror psicológico de este pedazo de cineasta todo-terreno que es Robert Wise.
Saludos.
Pues sí, para mí una de las mejores películas de terror que se han hecho nunca. Entre otras cosas porque es un terror muy, muy sugerido, pero se siente y se palpa en todo momento con un aire de turbiedad que no hace más que inquietas. Una auténtica joya.
Saludetes.
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