miércoles, 25 de septiembre de 2019

MI TÍO (1958), de Jacques Tati

Dedicado con profundo respeto y admiración a Gerardo Sánchez, director de "Días de cine".

Mi tío es un señor que es muy simpático. Vas a su casa y tienes que subir y bajar un buen montón de escaleras para poder llegar. Es divertido ir con él a pasar la tarde. Lo mismo, de vez en cuando, se apunta conmigo y con mis amigos a tomar unos bollos de azúcar y a hacer que la gente se pegue un trompazo con las farolas. Jó, qué risa. Para él, un perro es un perro; una manguera de plástico es una ristra de salchichas y el fingimiento es una lata. Me lo paso muy bien con él. Cuando me va a buscar al cole se me pone una sonrisa de oreja a oreja porque no voy a pasar todo el rato en la casa supermoderna de mi padre, con su célula fotoeléctrica para el garaje, ni con la jarra que bota, con todo el jardín cuidadito y la cursi de la vecina haciéndose la interesante. Seguro que voy a su casa, me lleva al mercado, me monta en un carro y me hace reír. Al fin y al cabo, eso es algo que los adultos no acaban de entender muy bien. Lo único que pedimos los niños como yo es algo tan sencillo como tiempo. Ése mismo que mi padre no tiene nunca para mí. Para él es más importante la calidad de sus conglomerados de plástico, el coche de color insoportable y mantener la seriedad en todo momento. Un día, de tan serio como es, se va a convertir en piedra.
Claro, y a veces, miro a mi padre y miro a mi tío, y me doy cuenta de que son dos mundos completamente diferentes. Mi padre es moderno, ocupado, trascendente y malhumorado. Mi tío es antiguo, libre, bromista y divertido. A lo mejor, son parecidos a los lugares donde viven, porque mi tío vive en una casa que es más antigua que la tana y mi padre hace que todos vivamos en una casa que parece que tiene vida propia, con unos muebles que a mí me parecen más tontos que una peonza, y con chorritos en el jardín. ¿Podéis imaginar algo más horrible que un chorrito en el jardín? Mi tío sí que sabe de chorritos. Un día fueron a tomar el té unos amigos de papá y mamá y mi tío hizo chorritos allá por donde pisaba. Yo me partía de la risa. No podía ni moverse porque los chorritos se le metían por todas partes.
Mi historia y la de mi tío la hizo un señor que se llamaba Jacques Tati. Tal vez quiso enseñar a todos que la felicidad no está en el lujo que nos rodea, o en las tonterías supuestamente educadas de unos señores que sólo quieren aparentar. Trabajar en una fábrica es aburrido, por mucho que se quiera disfrazar de lo contrario y el mundo moderno se va comiendo poco a poco al antiguo. Es como si hubieran puesto a trabajar las taladradoras y todos los muros siguieran cayendo. Pronto no quedará nada…pero yo, mientras tanto, intentaré pasarlo lo mejor posible con mi tío y, de paso, a ver si consigo que mi padre me dedique algo de tiempo y sea un poco más gamberro. Porque yo sí lo soy y me gusta gastar bromas. Algo así como estas líneas que escribo en el cuaderno de clase. Si no fuera así, tendría que escribir cien veces “prometo no hablar de cine nunca más”.

No hay comentarios: