martes, 2 de noviembre de 2021

UNA ÁRIDA ESTACIÓN BLANCA (1989), de Euzhan Palcy

 

No deja de ser cómodo cerrar los ojos para no ser demasiado consciente de los problemas reales que pueden azotar a tus conciudadanos. Aunque, en este caso, sean oprimidos que sufren la falta de libertad bajo la condena de un régimen tan injusto como el apartheid. Ben du Toit es el buen sudafricano, que trabaja y paga sus impuestos y piensa que, tal vez, los negros no vivan tan mal. Sin embargo, siempre suelen ser los más humildes los encargados de abrir las conciencias. En este caso, su jardinero le pide ayuda porque su hijo ha sido encerrado en la cárcel. A un nivel individual, Ben es un maestro que siempre ha creído que ha actuado con cierta ética y moral con respecto a sus semejantes. El chico ha sido golpeado brutalmente como demostración de fuerza ante una escuela de niños de color. Ésa es la mecha que enciende la conciencia de Ben du Toit. Tal vez, su país está construido sobre pilares de injusticia y de vil explotación.

La lucha del padre del chico se ve absolutamente truncada por la tortura y la falta de libertad. Ben no quiere detenerse y decide llevar la muerte del jardinero a los tribunales con un gran abogado, Ian McKenzie al frente de la demanda. Es así cómo todo se convierte en una árida estación blanca por la lucha de los derechos civiles de la mayoría de la población.

No cabe duda de que no todo el mundo entiende la lucha que emprende Ben. Es un profesor bien considerado, muy bien integrado dentro de la comunidad blanca, habla afrikaans y siempre se ha comportado dentro de lo que se esperaba de él. Sin embargo, Ben no quiere ver una sociedad muda, ciega y sorda, que sigue su rumbo sin prestar atención a tanta gente a la que conocen, a la que estiman y a la que emplean en sus propias casas. La batalla va a ser muy dura porque los propios blancos intentarán romper todas sus demandas a través de amenazas contra él y su familia. En la corte, se dirán muchas barbaridades y lo peor de todo es que son auténticas.

Puede que esta película sea la última gran interpretación de Marlon Brando en un papel claramente secundario como el abogado Ian McKenzie, que defiende la demanda de Ben du Toit contra la brutalidad policial del estado sudafricano. No obstante, sería injusto olvidar el maravilloso trabajo de Donald Sutherland en la piel del protagonista, pasando de la feliz ignorancia a la incredulidad, y, a partir de ahí, a la determinación. Tal vez porque esa lucha justa llevará inevitablemente a la consecución de un país respetuoso con los derechos humanos. Ben hará lo que pueda y es posible que sólo sea un granito de arena y pagará un precio muy alto por defender el derecho a la igualdad y a la vida.

Incluso es posible que a alguien se le ocurra una venganza para cerrar el caso. Será un solo disparo. Seco y directo. Sin mirar atrás. Para acabar con una traición. Para que nada de lo hecho caiga en un saco roto.

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