viernes, 5 de septiembre de 2008

DE REPENTE, EL ÚLTIMO VERANO (1959), de Joseph L. Mankiewicz


El canibalismo devorador de una madre que mantiene un amor obsesivo se transforma en unos ojos condenados a decir una verdad escondida por el mismo horror. El poema de verano puede ser una hoja en blanco en medio de un jardín detenido en la prehistoria, esqueleto de una personalidad podrida por la opulencia, la superioridad y la belleza falseada en exaltación. El calor se adhiere a la ambición y la sangre se mezclará con el blanco de la arena y el oscuro mar repleto de sal se tragará el límite de la cordura. El atajo más corto no siempre es la amputación de la raíz de los impulsos. Pedir ayuda a lo inalcanzable puede ser el primer paso de la ascensión a un cielo fabricado a medida. No vale cualquier camino para alcanzar lo que se desea. La ciencia debe ser siempre secundada por la razón. La verdad puede ser tan impensable que la provocación se antoja un mero pretexto para la sexualidad. Y la mente, tan débil, tan influenciable, esconde lo que nunca debió ser nombrado.
Con una maestría que aleja lo teatral para acercarse a la tragedia, Joseph L. Mankiewicz rodó esta soberbia película basándose en la obra de Tennessee Williams. Contó con un reparto excepcional, encabezado por una Katharine Hepburn inmensa, espléndida, grandiosa, indiscutible; por una Elizabeth Taylor que, por momentos, alcanzaba la madurez dramática, intensa, preciosa…tanto que se llega a atisbar la inacabable oscuridad que invade su tormento; por un Montgomery Clift que, a pesar de tener un rodaje difícil en el que el propio director perdió la paciencia con él unas cuantas veces, es capaz de transmitir una serenidad desequilibrada, como un hombre que, acostumbrado a caminar por el borde de la locura, tiene un cuerpo asimétrico y un rostro descompuesto pero que no deja escapar la seguridad de sus propios pensamientos. Y así, con un argumento de desesperación e intriga, con unos actores que son tan altos que ni siquiera se puede llegar a sus rodillas y con la sabiduría de una dirección precisa, calculada, milimétrica, deliberadamente incómoda, Mankiewicz puso delante de nosotros una película que llega a la maestría. Y nosotros, plantas carnívoras devoradoras de moscas e insectos, no hacemos más que quedarnos boquiabiertos pidiendo un poco más de ese arte impuesto desde el muro de los que sólo saben hacer la imagen para que nosotros supongamos, fabricar la suposición para que nosotros veamos, buscar la verdad para que nosotros seamos…
Y delante de ese monstruo que devora las entrañas de nuestra apreciación de la calidad, se nos echa encima, así, como de repente, el último verano. El día en que sólo hubo ansia y hambre. La estación en la que dejamos en blanco el poema que, con nuestros propios ojos, sabemos rimar como testimonio del descanso. La época en la que los buitres se lanzaron sobre nuestros restos y no quedó ni rastro de lo que era vivir.
Incómoda, sensacional, extrema, peligrosa, descriptiva, elegante, brillante, única, verdadera, profunda, atemporal, calurosa, indagante, intrigante, infamante, tremenda, principio, fin, excepcional, atrevida, oscura, impactante, psicológica, blanquecina, abismal…Creo que no deben perdérsela…


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Este sí, este post sí tiene alma. Tiene el alma a la que nos tenías acostumbrados. El alma que emociona, que nos encoge a cada frase. Qué gran peli y qué manera tan grande de contarla.
De repente, ha vuelto.
Un beso.
Gema

César Bardés dijo...

Creo que todos mis posts tienen alma para quien quiera echar un vistazo dentro dentro de ella. Lo difícil es penetrar hasta el fondo del alma de una película y a veces se consigue, y otras no.
De todas formas, el enfoque en este blog es otro y quizá no guste tanto como "La imagen en el alma".
Un beso y gracias.
César