viernes, 12 de septiembre de 2008

EL DESTINO TAMBIÉN JUEGA (1966), de Fielder Cook


Henry Fonda era uno de esos actores que se desenvolvían como pez en el agua en el drama, pero su versatilidad le permitía tener altos grados de eficacia en la comedia y, en esta ocasión, lo demuestra sobradamente. Arropado por un estupendo reparto de ases que incluye a Joanne Woodward y Jason Robards nos sumergimos en el mundo del juego en aquella época de paisajes desérticos y pueblos del Oeste. Las balas son las cartas y el que mejor sabe emplearlas es el que sobrevive. Emparentada lejanamente con la que, probablemente, sea la mejor película que se ha hecho sobre el póker, El rey del juego, de Norman Jewison (comenzada por Peckinpah) pero que opta por la sonrisa y por la ligereza en lugar de la taciturna seriedad de ésta, El destino también juega es una historia divertida, que deja un agradable sabor suave en la boca y que nos enseña cuál es la cara que hay que tener en una mesa de juego mientras suben las apuestas.
Y es que esta película tiene una gran ventaja. Es muy poco conocida y ello llevará a que, aquellos que la vean, tengan una bonita sorpresa delante de los ojos, salpicada de originalidad, con un final brillante y prisionero de lo atónito. Es más, no cabe duda de que junto a otra cinta en la que las cartas son las auténticas protagonistas como la más que aceptable El póker de la muerte, de Henry Hathaway, el tapete verde erige un bonito díptico sobre la suerte y el engaño visitando las dos caras de la seriedad y del humor.
Fielder Cook, el director, un hombre que se movió más en el terreno del telefilm, consigue aumentar la sorpresa según va avanzando la película. Sabe lo que es ir desde una mirada trágica con la que comienza a un cínico y divertido entramado que acaba siendo una pequeña joya, así que si se sientan delante del televisor, tengan un poquito de paciencia. Al principio, es muy seria. Más o menos como la circunspección que siempre escribe en nuestro rostro la pura necesidad.
Y cuando la vean, por favor, borren de su expresión esa cara de extrañeza. Quizá hace falta rememorar El golpe para sentirse cómodo en un poker de tantos ases mientras una escalera de color se está construyendo para sorprendernos. El humor no se debe perder cuando estamos arruinados, por la sencilla razón de que puede ser el último asidero de una vida que se escapa en una apuesta que no era más que un farol.
Así que ya saben. Barajen bien. Mantengan la cabeza fría. Vigilen las pulsaciones de su corazón ansioso por la victoria. No dejen traslucir sus emociones. Y vamos a ver si la película les gana la partida o se llevan todo el dinero acumulado.


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