miércoles, 6 de mayo de 2009

SICKO (2007), de Michael Moore


Debo reconocer que Michael Moore llegó a impresionarme con aquel documental que le hizo ganar un Oscar titulado Bowling for Columbine y que describía, con astuta jugada final incluida, lo fácil que era convertirse en un asesino en una sociedad enferma que creía que al demonio de las armas se le combatía con un rifle que regalan con el ticket de compra de un simple supermercado. Más tarde me conmocionó con Fahrenheit 9/11, una información algo sesgada ideológicamente pero que contenía grandes cantidades de buen cine derivadas del 11-S.
En esta ocasión, Moore me hace ir de la incredulidad a la emoción pasando por una dulce sonrisa de ingenuidad al presentar a esa misma sociedad enferma que ha puesto la sanidad pública en manos absolutamente privadas. En ese momento en que el capitalismo pasa a ser un servicio de todos es cuando la salud importa un pimiento, el negocio crece hasta límites insospechados y la reducción al absurdo es una fórmula matemática tan simple como “si no pagas, muérete”.
Nuevamente, Moore nos asombra con la descripción de una sanidad para los doscientos cincuenta millones de estadounidenses que pueden permitirse un seguro privado que pagan, en muchas ocasiones, a cambio de ninguna prestación. ¿Usted está enfermo? Tenga cuidado, si padeció la más leve gripe cuando tenía seis años, el seguro se negará a sufragar sus gastos médicos. ¿Usted necesita una medicación habitual en su tercera edad? Como viva en Estados Unidos va a tener que trabajar hasta los ochenta años (algo que está permitido) para poder sufragar los astronómicos precios que imponen las industrias farmacéuticas. ¿Usted lleva a su hija de dieciocho meses con cuarenta de fiebre a un hospital que no pertenece al seguro que tiene suscrito? Patada donde la espalda pierde su honroso nombre y búsquese el lugar adecuado, aquí no queremos peligros públicos. Y Moore, con su habitual habilidad, nos regala unos minutos de extraordinario cine cuando nos cuenta, metido en las esferas del poder, quién ideó este extravagante, cínico e inútil sistema sólo para enriquecer a los de siempre; y en contraportada, nos sirve un ambicioso plan de reforma de la sanidad pública ideado por cierta primera dama que hoy presta sus servicios como Secretaria de Estado. Ese innovador plan incomoda tanto, que hace funcionar la maquinaria propagandística contra una medicina que, ya de primeras, ellos llaman “socializada” y termina con ciertas sumas de dinero bastante obscenas.
La ingenuidad de Moore, por otro lado, pasa por la comparación con sistemas de protección social muy avanzados, como son los de Gran Bretaña y Francia (donde, recién parida, el Estado te envía una puericultora a casa para hacerse cargo de tu hijo ocho horas por semana para que te puedas dedicar a tu rutina habitual) y cree que eso es la perfección suma, como si esa fuera la panacea para los problemas estadounidenses. Nada de listas de espera, no se pagan impuestos...total, un médico de atención primaria de la pérfida Albión sólo gana 200.000 dólares al mes...
El colmo del rizo es cuando, fiel a su costumbre de dar un golpe genial al final de la película, se lleva a unos cuantos enfermos a Cuba para reclamar asistencia médica gratuita porque los presos de Guantánamo también la tienen, siempre según el mágico mundo de colores de la Administración Bush. Aún así y todo, Moore nos habla con el corazón en la mano y saca a relucir una afilada ironía para, al final, dejar una puerta abierta a la esperanza...Lástima que la salud no viva de ella. Y no lo olviden. Coman verduras, fruta, salgan a pasear y busquen por internet la página donde se les facilita el matrimonio con un canadiense para poder disfrutar de su seguridad social pluscuamperfecta.

2 comentarios:

M.I. dijo...

Nunca entendí que la gente de Dias de Cine (a la que siempre admiraba... ya no ahora) le tuviera un odio enfermizo a este director. Personalmente, lo veo como tú lo acabas de retratar. No le faltan buenas dosis de cine a sus polémicos argumentos.

César Bardés dijo...

Está claro que es un director que levanta reacciones muy enfrentadas. Sabe hacer cine documental y de qué manera lo que pasa es que muchas veces le pierde el sesgo ideológico que coarta la información que da. Tal vez ése sea su gran error porque lo que cuenta ya es lo suficientemente potente como para que introduzca una información, a veces, algo incompleta que hace que le salga el plumero por la parte de atrás. De todas formas, estoy de acuerdo contigo. Lo que hace es cine y cine muy bueno. Otra cosa es que estés o no de acuerdo en la forma que tiene de hacernos llegar los mensajes. A mí me llegan porque creo saber por dónde cojea (y no me estoy refiriendo a su evidente anti-bushismo ni nada de eso. Lo que ya ha rodado es la campaña presidencial de las últimas elecciones americanas) y aquí hay que reconocer que también sabe dar palos a los demócratas. Hoy por hoy, con su humor tan transgresivo, es uno de los mejores documentalistas que existen.