martes, 5 de mayo de 2009

UN EXTRAÑO EN MI VIDA (1960), de Richard Quine


Él es un hombre de éxito. Ha ascendido por peldaños de hormigón hasta la cima. Crea cada vez que tiene que construir. Quiere a su mujer pero ella sólo está interesada en que él mantenga su posición de triunfo. Sólo finge escuchar y las apariencias son importantes. Él desea alguien que le acompañe en sus alturas, que tenga interés en sus innovaciones arquitectónicas. Construir, para él, es sinónimo de amar.
Ella es una mujer de fracaso. Se casó con su apuesto marido para escapar de un hogar que quedó destrozado por una infidelidad de su madre. Quiere ser apoyo y no algo bonito que pasear y enseñar. Tiene que conseguirlo porque se sabe atractiva, con mucho amor para dar. Ella no recibe y, cada día, su casa parece que es una prisión que estrecha sus paredes para condenarla a la mediocridad de la mujer que asiente y calla, que obedece y pierde, que siempre da la vuelta porque tiene miedo a salir del mismo sitio en el que le ha confinado la rutina de su falso bienestar.
Ellos son una pareja furtiva. Él, en el mismo momento en que la ve, apenas puede sujetar su inspiración. Ella tarda en decidirse pero, cuando lo hace, es incapaz de controlarse aunque sabe, igual que él, que todo lo que tiene un principio, tiene un final. Y en ese terminar, ella sabe que en las paredes que él ha levantado hay cimientos de pasión. Cuando la construcción de la casa acaba, la despedida se hace inevitable pero, al igual que la casa, el amor permanece, se queda ahí, siempre alzado sobre el barranco de la incomprensión de las reglas moralmente establecidas, del cinismo oportunista de quien se quiere aprovechar y, sobre todo, de una separación que no derrama lágrimas pero que desparrama sueños que parecen hechos de madera y recuerdo. La casa estará allá arriba, en la colina, donde él amó tanto que pudo crear.
Richard Quine, un hombre que se movía con mayor soltura en la comedia que en el drama, dirigió con maestría esta historia de amor que pisaba con fuerza en los irreprochables parterres de los vecindarios perfectos, allí donde el barro encenaga las vidas que se desbordan hacia la infamia. Y en algún rincón del cine nos diseñó una casa rodeada de un foso en el que se quedaron fuera las esquirlas que los demás van dejando, como huellas de una frustración quemada en alguna reunión social que no sirve de nada, como signos de una decepción que nadie se complace en mostrar salvo para mantener la vida fingida, la vida actuada, la vida derribada. Y derribar es lo contrario de construir, lo contrario de amar.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Hace unos días hablaban sobre esta película en un programa de cine. Sus contertulios hablaban maravillas de ella. La catalogaban como una de las mejores películas de amor que se habían hecho. Dijeron que su director Richard Quine había dirigido también una de mis películas preferidas, El mundo de Suzie Wong, película de la que por cierto se habla muy poco muy a mi pesar.A medida que iban contando cosas de ella fui recordándola, y hasta que no he conseguido volver a verla no he parado. Creo que el éxito de esta película, entre otras muchas cosas, está en la interpretación de sus actores. Tanto los principales como los secundarios. Douglas borda su papel, lo mismo que Kim Novak que pese a ser una actriz que a mí nunca me gustó demasiado reconozco que está guapísima, destilando erotismo por los cuatro costados. Me encanta el papel del actor que da vida al dueño de la casa, no sé su nombre. Hay un diálogo entre él y Douglas cuando ya ha terminado la construcción de la casa que me parece precioso. Y el papel de Babara Rush como mujer de Douglas, lleno de clase. La peli tiene un color precioso, ese rojo del jersey de Douglas. La música es muy bonita también y tú nos la has contado muy al modo Bardés pero quizá he encontrado a faltar algo, no sé muy bien qué. En cualquier caso es un placer imaginarla a través de tus ojos.

Gracias.

Gema

César Bardés dijo...

Gracias y siento haberte decepcionado un poco. Creo que esperabas más de un artículo que hablara sobre esta película. Lo que me ha pasado, tal vez, es que según iba viéndola me daba cuenta de que guardaba más de un punto en común con la reciente "Revolutionary road" y no quería repetirme porque, aunque quizá las intenciones de ambas películas son parecidas, la forma de contarlo es totalmente distinta. Estoy de acuerdo contigo en el espléndido papel de Kirk Douglas, muy contenido. El escritor que hace de dueño de la casa es Ernie Kovacs, una extraña elección pues era un hombre que se movía como pez en el agua en la comedia. Barbara Rush, en mi opinión, está incluso más atractiva que Kim Novak, demasiado aclarada en el pelo para mi gusto y un tanto hierática.
Creo que sí que es una película que intenta unir la creación con el amor. Él es capaz de hacer lo mejor cuando está enamorado. Gana el premio de arquitectura ocho años antes porque está enamorado de su mujer. Hace esta casa porque está enamorado de Maggie (Kim Novak) y va a hacer la ciudad en Hawai porque, poco a poco, sabe que pertenece de nuevo a su mujer aunque el amor quede ahí, como queda la casa. Ella bien lo dice cuando van a verla por última vez: "Pobre Alter. No sabe que, en realidad, esta casa es de nosotros dos".
Richard Quine era un hombre muy elegante contando historias y que, además de mantener un romance con Kim Novak, tuvo un final muy trágico. Parece ser que se suicidó porque no se sentía capaz...de hacer más películas...¿era incapaz de amar?. Sus películas tienen un color muy vivo, muy perfecto y fue el maestro de un discípulo aventajado como fue Blake Edwards. Me gusta mucho una comedia suya con Tony Curtis, Henry Fonda, Lauren Bacall y Natalie Wood titulada "La pícara soltera". Me encanta "Mi hermana Elena", con Janet Leigh, Jack Lemmon y un Bob Fosse que quitaba el hipo bailando. Hay otra película suya con Kim Novak que me encandila, que es "La misteriosa dama de negro", con Jack Lemmon y Fred Astaire. Y, por supuesto, "Me enamoré de una bruja", con Novak, Lemmon y James Stewart. No hizo muchas películas, pero siempre trató de hacer un cine muy personal, lleno de amor, como lo hace en ésta y en "El mundo de Suzie Wong" (por cierto, tengo que reverla y hacer un artículo sobre ella). Me tengo que resarcir de que no te haya gustado tanto este intento.

Anónimo dijo...

Yo el único punto en común que le encuentro con Revolutionary Road es que trata las infidelidades. Pero la forma de tratarlas la encuentro muy diferente. Encuentro mucha más clase en Un extraño en mi vida que en Revolutionary....En ésta última intentan solucionar su decompuesto matrimonio a base de reproches chillones( recuerdo la escena de la cocina), mientras que en Un extraño... lo hacen mediante miradas, actos, situaciones buscadas para llegar al reproche callado. Si decir que me ha faltado algo en tu artículo ha servido para que algún día escribas sobre El mundo de Suzie Wong, lo doy por bueno.

Gema

César Bardés dijo...

Yo creo que el punto de partida entre "Revoutionary road" y "Un extraño en mi vida", desde luego, es totalmente diferente. Pero sí veo puntos de conexión en la descripción de esos entornos de casitas de muñecas, con jardines extra bien cuidados y con ambiente condenatorio e intentando que todas las miserables vidas que se cuecen en el barrio no salgan a la luz. Desde luego, los personajes son absolutamente distintos y, por tanto, su forma de reaccionar es dispar pero en el entorno descrito, agobiante y depresivo bajo una apariencia de felicidad fingida, es donde yo veo que las dos películas se parecen.
Voy a ver si consigo "El mundo de Suzie Wong". Dame unos cuantos días y veremos si sale algo, al menos, mediocre.

M.I. dijo...

Excelente película y excelente artículo.