jueves, 10 de junio de 2010

MAMUT (2010), de Lukas Moodyson


La vida es ese jugador de ajedrez que no tiene la menor idea de cómo se mueven las fichas y hace que la lógica se convierta en un caos y que las vidas que deberían tener una misión y un destino estén extrañamente desencajadas por la propia naturaleza del hombre. Existir hoy en día es querer creer que el éxito está en lo que se hace y no en lo que se debe hacer.
El gran problema de toda esta historia es que su director, el sueco Lukas Moodyson, se queda a medias en todos sus intentos. Quiere ser descarnado y se conforma con ser encarnado. Quiere ser incisivo y no pasa de ser vivo. Quiere ser descriptivo y se detiene en ser lírico pero sin dejar de ser moderno con lo cual ni poesía, ni rima. En realidad, esta película no es nada, entre otras cosas, porque se dedica a enseñarnos las vidas de unos personajes cuyos problemas y ansiedades nos tocan muy de lejos. Como un genio de la informática que se desplaza a Thailandia para un viaje de trabajo que se prolonga por las negociaciones de no se sabe muy bien qué y lo único que se necesita es su firma. O una médico que se implica emocionalmente con un niño que ha sido cruelmente maltratado por su madre mientras en casa es incapaz de prestar la atención debida a su hija. O una emigrante filipina que cuida niños ajenos en los Estados Unidos mientras los suyos viven al borde de la miseria en su país natal. Vidas desencajadas que luchan con denuedo para tener un instante, sólo unos minutos, de coherencia. Cuando lo consiguen, el resultado no puede ser otro que el descoloque para otras cinco vidas que rodean a los protagonistas.
Y así, la película navega durante dos horas en las aguas a la espera de la aparición de la espuma, pero no. No pasa nada. Es sólo atrapar un segmento de unas personas con unos problemas que podrían haber sido otros. El director sueco que dirige todo el tinglado nos lo quiere vender como si fuera marfil en pluma y, en los muchos momentos de vacío, nos damos cuenta de que no es otra cosa más que un bolígrafo en plástico.
Eso sí, el tipo quiere ser muy trascendente, tiene unas ganas enormes de llegar aunque se queda a soplidos derrengados en su narrativa, tedioso en su muestrario y harto reiterativo en sus mensajes. En cuanto a las interpretaciones Gael García Bernal se comporta como un adolescente de ordenador en garaje y que ha encontrado la piedra filosofal por casualidad; Michelle Williams sufre mucho y duerme poco; Marife Necesito es la más contenida y la que más destaca cuando se deja desbordar por el siempre delicado abismo de la frustración y la distancia; y el ilustre secundario que, por lo general, ha sido Tom McCarthy es el tópico retrato de un bobo de corbata y status que abunda en muchas direcciones ejecutivas. Lo demás es algo que ya está muy visto, que hemos degustado incontables veces y que convierten a la película en algo vulgar y moroso y sin interés y removido de butaca sin agitar ni una neurona y...
El caso es que todo el conjunto llega a ser irritante cuando los personajes van cayendo en estupideces que parecen advertidas de antemano porque, como no ocurre nada, todo es más previsible que un reloj. Es volver una y otra vez sobre las desgracias de unas vidas que ponen en evidencia que el suceso profesional es un precio demasiado alto para dejar de asistir al impresionante espectáculo que supone ver crecer a tus hijos. Pero para decirnos eso no hace falta hacer ninguna película. Más bien supone que dejemos de hacerlas para poner los pies en el suelo y escribir con el marfil en la pluma todos esos retazos de cariño que dejamos como rastro de que somos aún más pequeños cuanta más fortuna nos sonríe. Y ésa es la auténtica partida de ajedrez, la genuina burla al estilo de vida que tanto sin sentido luce y que hemos moldeado a medida de nuestra propia vanidad que, además, suele ser del tamaño de un mamut.

2 comentarios:

dexter dijo...

Sospecho que a mí esta película me gustó un poquito más que a ti, pero sólo un poquito. Básicamente porque puedo suscribir punto por punto todas las cosas que dices en el post. La película me resulta hasta cierto punto agradable- pese a los dramas que conviven en ella-y cómoda de ver. Es de esas películas que yo llamo "new age" con un director que se pretende moderno y con recursos que ya son marca de la casa en el cine indie norteamericano - y eso que es sueca. Y a mi esas peliculas me suelen quedar casi siempre a medias. Dicen que quien mucho abarca poco aprieta, pero está claro que para abarcar y apretar mucho en el cine moderno te tienes que llamar por ejemplo Alejandro y ser mexicano. Por cierto que a muchos les ha faltado tiempo para intitular al presente film con Babel 2. Será por su estructura arriagarriana, será por la presencia de Gael que actúa como enganche entre las dos obras. Y ya que estamos me parece que la elección de Gael para el protagonista de la peli no puede ser más desafortunada. Y es que sin ser mal actor ni mucho menos, el físico de eterno adolescente del que hablas le limita demasiado. No me lo creo ni como nuevo rico ni como padre de familia y la química con la Williams me parece nula.
Con todo, la película toca muchos palos y alguno lo toca bien. La moraleja de la peli es que en la vida son contados los momentos totalmente perfectos que tenemos, lástima que para descubrirla haya que haber esperado hasta el final. Lo mejor para mí es la historia de la empleada filipina y la relación transoceánica con sus hijos que hubiese dado para una película por si misma, y quién sabe si más interesante que esta.

César Bardés dijo...

Bueno, sospecho que coincidimos al 98% en la apreciación de esta película y en todos los matices que aportas. Sin duda, la mejor historia es la de la criada filipina, la más creíble. No acabo de entender que el personaje de Gael García Bernal tenga que irse a Thailandia para no hacer nada salvo firmar y que lo tengan allí ocioso y que el tipo sea un niño grande que no sabe qué hacer con su tiempo. Es algo que no me llega y que, además como bien dices, no tiene ninguna química con su pareja, Michelle Willliams (incluso la primera escena me parece totalmente fingida con un juego con la niña como si fueran una pareja extraordinariamente feliz cuando, realmente, son bastante infelices). Sé que han llegado a decir que es como "Babel" pero creo que no llega de la misma forma. Es más, te diré que mi apreciación de la película es solamente un pelín inferior a la tuya por un simple detalle: me aburrió soberanamente. A mitad de la película estaba deseando que acabase. Y en cuanto a los niños filipinos, creo que la lección de la abuela es enormemente constructiva pero me parece un error de adulto consciente llevar al niño a la plaza y dejarle con la curiosidad a medias. ¿Qué me quieres decir con eso, Lukas? ¿Que eso ocurre porque es su abuela y no es su madre que sabría explicárselo mejor? No, no me cuela. Hay cosas que no depende del sentido de paternidad, sino del sentido común.
En resumen, casi casi estamos de acuerdo, de lo cual me alegro enormemente.