En el umbral del trauma, una mujer en trance de ruina decide acabar con lo poco de ella que aún sigue en pie. Sin pensar en cómos o porqués, arrasa con todo lo que hace que sea persona Abandona su trabajo. Vende su casa. Se despide de su madre. Olvida lo que deja atrás. Sólo deja un pequeño nudo en forma de un amigo de la infancia y parte en busca de la soledad absoluta con la esperanza de no dar ni un ápice de su tiempo a la vida.
Y es que quiere dejar de existir sin dejar de vivir. Tal vez porque se ha asomado tímidamente al abismo de su propio interior y lo que ha encontrado es el vacío más desolador. No le importa que sus decisiones afecten a los que la rodean. Eso le da exactamente igual. Quiere un lugar donde esconderse, donde ser insignificante, donde pueda confundirse en una mirada indiferente. El precio de la soledad es la dureza del corazón.
En los rasgos de la historia que se quiere contar aparece una actriz como Isabelle Huppert, actriz de incómoda madurez, que es capaz de dotar al personaje de solares de sufrimiento acompañados de una débil luz interior, de una nada en la oscuridad que brilla como la punta de un cigarrillo en la noche. Con ella, deslizamos el abdomen sobre el filo de una navaja cortante, entornamos un poco los ojos por el atractivo que aún posee y sabe transmitirnos la certeza de que la película se va a despedir a la francesa. Más que nada porque muchas de sus reacciones son demasiado cercanas a una locura que coquetea taimadamente con el egoísmo. No hay admiración en esa mujer que decide romper con todo para no hacer nada. Eso no es tan difícil porque lo que realmente tiene valor es volver a levantarse después de una caída.
Además, acompañando a sus extrañas reacciones, nos encontramos con que la profesión de la protagonista es la de intérprete de piano, con melodías asonantes y dodecafónicas cercanas a la estridencia y al sin sentido musical como metáfora de una vida que nunca ha sabido cómo llevar el compás. En el camino hacia una terraza que se adivina inmersa en un paisaje donde el mar y la tierra parece que se besan con la presencia del ardiente sol como carabina, ella tendrá que volver irremediablemente al pasado y enfrentarse con su primer trauma que, por supuesto, nunca llegará a superar. Quizá por eso, dejó de tocar las notas adecuadas y su música se vuelve silencio.
Por lo demás, es una película contada con mucho paisaje que pone nuestra envidia a trabajar y poco argumento que ponga nuestras ideas en orden. No hay más que heridas que se dejan sangrar, descriptivos retratos de hombres a los que no se les ve la cara, paseos por el lesbianismo y por un constante vapuleo a la conducta moral. Cuando se rompe con todo, no se sabe lo que es el aprecio, el apego a las cosas, el cariño hacia los demás. Que la vida te dé, pero no des nada a la vida. Es una ingrata. Siempre te pondrá los cuernos.
Lo que está claro es que, entre tanta pretensión de hacer un retrato en profundidad del alma femenina, lo que le sale al director, Benoit Jaquot, es la abyección cruel y sin remordimiento de una mujer que sólo quiere ser amante de la soledad y nos encontramos ante una película que no es fácil de ver, que no es amable, que no llega, no calma y no toca. Y entonces, en lugar de salir bañados en aires de nuevos comienzos, resultamos empapados de decepcionantes y despreciables finales. Es muy francesa. Es muy autocomplaciente. Es muy Huppert. Es muy volátil. Es la voluntad de romper con la narrativa para encontrar un lugar apartado, en algún rincón de nuestra mirada, siendo presa de la inamovilidad, de la más deprimente soledad vestida de bonitos escenarios. Más vale irse de vacaciones e inundar los pulmones de nuevos sueños.
5 comentarios:
No creo que vaya a ver esta película. Nunca he podido con la Huppert, mucho más insoportable y más diva que la Deneuve por mucho que digan, dónde va a parar. Únicamente la trago en La ceremonia de Chabrol, que por cierto me parece una peli magnífica.
Aquí se hace realmente odiosa. Está muy bien en "La ceremonia", sí, pero también me gustó en "Un asunto de mujeres", de Chabrol, también, quizá el que mejor ha sabido entenderla; o en "Entre mujeres", haciendo un duelo de feminidades con Miou-Miou y, sobre todo, recomiendo encarecidamente "Coup de torchon", de Bertrand Tavernier en la que tiene un papel muy secundario pero que es una película simplemente fascinante.
Pues yo de la Hupert sólo voy a mencionar una peli de Curtis Hanson llamada "Falso testigo", que pudo ser una más de la moda de los testigos, desatada por el "Unico testigo" de Peter Weir, pero que resultaba bastante interesante y ademas de la Hupert y Steve Guttemberg ( en una de las pocas pelis que me parece aguantable) actuaba una cantante llamada Elizabeth Mcgovern que luego sacó un disco estupendo.
Abrazos
Recuerdo "Falso testigo" y también recuerdo a Elizabeth McGovern a la que tengo siempre más presente por el "Ragtime" de Milos Forman. Tuvo su cierta fama esta chica y luego desapareció de la primera línea, tal vez por ese físico un tanto aniñado. También recuerdo "Loco de amor" en la uqe hacía pareja con Dudley Moore y, sobre todo, la recuerdo en "Érase una vez en América" enamorando a Robert de Niro y robandole también su trozo de vida.
Achuchones.
Jajaja, es verdad, la McGovern estaba tambien en "Erase una vez en América", qué memoria esta tan selectiva, capaz de recordar cosas de una peli menor y olvidar otras importantes de una obra mayor. De hecho, y gustandome De Niro en la peli de Leone, pero al que de verdad asocio con el film y me resultaba interesante era a James Woods.
El disco en cualquier caso era estupendo.
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