miércoles, 25 de enero de 2012

FAHRENHEIT 451 (1966), de François Truffaut

El particular universo de François Truffaut rindió homenaje, con unos fotogramas hechos de amor y pasión, al cine en La noche americana y al teatro en El último metro. Estas dos películas, junto con Fahrenheit 451 conforman una especie de trilogía al entrar, en el caso de esta última, en el mundo de la literatura a través de un futuro que carece de ella. La prohibición absoluta de leer como delito antisocial dentro de una civilización absorbida por el medio audiovisual y por la interactividad, servida como una preocupación por la salud mental, se convierte en un arma para el aborregamiento colectivo, para la atrofia pensativa, para la incapacidad de querer mejorar las cosas, para la invalidez total y permanente de cualquier idea lindante con la rebelión e, incluso, para la anulación total del sentimiento haciendo del ser humano una simple máquina reproductora carente de emoción, de ideología y de voluntad propia.
Yo siempre he sido un acérrimo defensor de esta película a pesar de que tiene muchos y buenos detractores. Entre otras cosas, me atrinchero a su favor por lo que tiene de introducción de las propias obsesiones del grandísimo director francés. A través de toda ella, algo que no aparece en el relato original de Ray Bradbury, Truffaut homenajea a todos aquellos libros que han enriquecido con sus letras a la pobre humanidad y que, con lamento de papel quemado, perecen bajo el policial fuego de unos bomberos que se dedican a chamuscar cualquier letra impresa que lleguen a encontrar en casa de todo delincuente social que se atreva a pensar. Rabiosa modernidad de un tema que está cercándonos cada vez más en una existencia diezmada por el desinterés por la lectura, por la comodidad mental, por la desidia de crecer moral, ética y espiritualmente. Es una película que me aterra porque nuestra propia voluntad nos va a condenar al analfabetismo intelectual convirtiendo en costumbre la pereza de no leer...y cualquiera sabe que lo primero que se lee en un libro de Derecho es que la costumbre es una fuente fundamental de la ley y de la regulación.
Cierto, Su estética sesentera es de un trasnochado evidente. Pero lo que se ve no siempre es lo que se siente y mucho menos en este medio maravilloso que es el cine. No es menos cierto que, ante la opresión oficial, siempre habrá un pequeño reducto de resistencia que inventará la memoria para lo que no está escrito y que las palabras eternas son difíciles de matar. Así que yo voy a exterminar estas que estoy escribiendo, las cuales no merecen hablar de la inmortalidad literaria, con un punto y final...pastilla de silencio para la débil advertencia.

4 comentarios:

dexter dijo...

Yo no sé si se ha quedado desfasada o no, porque la habré visto un par de veces y hace tiempo que no la reviso. No obstante creo, que la factura en clave futurista en la que esta hecha juega a su favor (dudo que se haya quedado menos vieja que la para mí estomagante "Alphaville" de Godard). Ahí está su incontestable mensaje más vivo que nunca. Si no se lee no se piensa, y si no se piensa no se estorba, ale, ahí todos calladicos como borregos. Da mucha rabia saber que esta crisis artificial y mezquina que nos han montado entre todos no es en el fondo más una excusa igual de artera para recortar todos esos derechos que tanto tiempo nos ha costado conquistar. Y que es un camino de no retorno, cuando "salgamos de ella" ya no habrá vuelta atrás, santa rita, rita, lo que se da no se quita. Anda que no sabía este François.

N del T: Abrazos

César Bardés dijo...

Estéticamente sí, pero como tú bien dices, juega a su favor debido a que coincide en los bordes con el fondo de la historia. Si de lo que se trata es de hacer no pensar, es lógico que nada se piense. Ni esas impersonales construcciones de chalets como vivienda unifamiliar, ni esos rojos chillones pintados para hacer aún más agobiante el ambiente callejero. Capítulo aparte merece la secuencia de la búsqueda de Montag con una transparencia de traca pero eso es una historia fácilmente disculpable por los medios rudimentarios de la época. Desde luego es mucho, mucho más cine y mucho, mucho más moral que "Alphaville", terrible y deshechable en más de un sentido. Y, como apunto en el artículo, cobra una enorme vigencia en estos tiempos en los que la clase dirigente bien se ha ocupado de atontar todo lo posible para que nadie sea capaz de exigirles lo más elemental bajo la protectora capa de la razón. De ahí la desestructuración del sistema educativo, la televisión absolutamente rechazable, los paupérrimos medios para la difusión cultural y, por supuesto, ¿por dónde empiezan los recortes? Por la cultura y, después, por los derechos que, poco a poco, se van resquebrajando. Yo sí creo, desde una perspectiva puramente económica, que el sistema es sostenible pero es inviable en cuanto se pone el zorro a guardar gallinas y como no hay nadie más que las quiera guardar por las razones antes apuntadas, con el zorro nos vamos a quedar. Inviables somos, asquito comeremos.
N del A: Más abrazos.

Carpet dijo...

Vengo a colgar aquí un comentario escrito en otro sitio donde no había lugar para la charla.



"De nuevo, Carpet_wally para hacer un comentario, estúpido seguramente, ante tus letras.
Yo también soy un firme admirador de esta película que, sin embargo consigue en mi un efecto contrario al que presenta, esto es, prefiero volver a ver la película que leer el libro en el que se basa. Por la parte negativa su protagonista masculino, un simplón Oskar Werner y por la positiva, la maravillosa belleza de Julie Christie.
Mi comentario, no obstante, venía al hilo de lo que comentas sobre su anticuada estética sesentera y que ha sido uno de los argumentos recurrentes de los detractores del film. Yo también he oido ese tipo de críticas y siempre pregunto si esa estética no está tambien presente en películas como " La naranja mecánica " que nadíe osa criticar.
Las películas son esclavas de la época en las que se realizan, lo son en su estética, lo son en sus argumentos, y hasta lo son en la forma de comportarse sus actores.
En la actualidad, y con un analisis frio no nos resulta nada natural el vestuario de Eva al desnudo, el desarrollo melodramatico de Lo que el viento se llevó o la afectación de una mujer como Ingrid Bergman ante una nueva muestra de pretendido desinterés de Grant en Encadenados.

Lo grande de estas películas, y lo grande de Fahrenheit 451, es que son capaces de hacer que superes los anacronismos estéticos para dejarte envolver por la vida presente de lo que relatan.

Grande Truffaut, grande Winston."

En fin, pues eso, que lo de la estética es algo que hay que hacerse mirar. Imaginate si no podríamos criticar, por ejemplo, "Dos en la carretera", una película muy en su época tanto estéticamente como en su desarrollo y sin embargo la historia es fresca y vital en cualquier actualidad.

Abrazos bibliofilos

César Bardés dijo...

Correcto, Carpet. Lo mismo que he hecho yo. Al fin y al cabo, creo que hay rescatar algunos de aquellos artículos y lo hago con frecuencia irregular.
En todo caso, yo sí he visto también bastantes críticas que osan meterse con "La naranja mecánica" y no es menos cierto que Donen es uno de esos cineastas cuya estética en algunas de sus películas también ha quedado, más que anticuada, irremediablemente "kitsch". Cierto que Oskar Werner como protagonista es un error (Truffaut se dio cuenta después aunque confiaba mucho en él después de haber trabajado juntos en "Jules et Jim"), cierto que Julie Christie resulta tan turbadora como fascinante (bien lo sabía el conquistador François) y bien es verdad que la película llega a superar al libro. Ahí está el genio de Truffaut para dar cuenta de una película mezclando sus pasiones, sus obsesiones y su pesimismo en cuanto a dónde nos dirigimos. Recuerdo haber visto por primera vez esta película en televisión hace muchísimos años y llegué a sentir miedo y una extraña atmósfera obsesiva. Aún así me fascina, me lleva a volver a ella y sé de buena tinta que es una película que, milagrosamente, capta a los jóvenes alumnos de Lengua y Literatura aunque no dejen de hacer sus comentarios en algunos momentos que resaltan, precisamente, por su estética.
Abrazos míticos.