El pasado puede ser tan frío como las inclemencias del tiempo. La enfermedad de la crueldad ha calado de forma tan intensa en las entrañas de una familia que la genética comienza a confundirse con el salvajismo. El malvado, en estos días, es ensalzado como un héroe mientras los honestos denunciadores están condenados a la oscura mediocridad. Ha habido hombres que no han amado a las mujeres. Ha habido mujeres que han sabido levantar murallas para defenderse del miedo. Es otra versión del misterio. Es el consabido relevo de asesinos.
Y es que en el detalle es donde suele estar la resolución. Se pueden inspeccionar miles de papeles y cientos de fotos y no darse cuenta de que el asesino está allí, al otro lado de la acera. Mientras tanto, la marginal, la que está inculpada de ser diferente cruzará su camino con el hombre que todos aceptan, que todos admiran y que, sin embargo, también ha conocido el rostro de la derrota. Juntos acabarán saboreando, muy de cerca, el amargo tacto del nazismo como signo de nacimiento.
Para ir a ver esta película, hay que sentirse mucho más atraído por el hombre que ha adaptado la historia de Stieg Larsson, el prestigioso Steven Zaillian, que por el tipo que se ha puesto tras las cámaras, David Fincher. Más que nada porque la complejidad de la novela del sueco requería a alguien con las ideas muy claras, con las letras precisas y con una capacidad de ordenación de acontecimientos que ha brillado por su ausencia en otras versiones. El trabajo de Fincher, al contrario del de Zaillian, es absolutamente impersonal y cae en errores ingenuos en algunos momentos. Hay modificaciones de la historia original que para nada empañan ni el espíritu ni las intenciones de Larsson. La música es estridente e inadecuada hasta el asco y es el peor activo del intento. La actuación de Daniel Craig como el periodista Mikael Blomqvist es eficiente, algo más humorística y desprovista de cualquier signo de elegancia. La de Rooney Mara como Lisbeth Salander es notable aunque, reconozcámoslo, es el mejor personaje. La de Robin Wright como Erika Berger es, una vez más, un desperdicio que más vale olvidar. La de Stellan Skarsgard como Martín Vanger es relajada y auténtica y la de Christopher Plummer como Henryk Vanger es tranquila y unidireccional. Lo demás es lo de siempre. Una nueva visita a un universo que ya empieza a ser nieve pisada, bien desarrollado, dirigido con levedad e interpretado con cierta rutina. Y es que ya sabemos lo malos, malísimos, terribles y despiadados que somos los hombres.
No cabe duda de que hay también un exceso de metraje que se deja sentir en algunos momentos de la película pero es un pecado menudo para un libro que no es nada fácil de adaptar y que contiene tantísimas páginas. Es frecuente comprobar que, en el público asistente, se encuentran los que asienten porque van reconociendo los pasajes de la intriga; los que intentan, en vano, encontrar nuevos enfoques en esta versión americana y los que, por supuesto, no dejan de comparar la letra con la imagen, el original con el remake sin caer en que todo ello es un ejercicio de cierta inutilidad porque más vale acercarse al cine con la mente en blanco y disfrutar como lo hace un espectador que se enfrenta por primera vez con el periodista más crápula y la investigadora más atípica del cine negro. El nudo carece de alguna tensión pero la agilidad se instala y comienza a ser atractivo visitar de nuevo una saga familiar que tiene que afrontar las consecuencias de un futuro que vuelve para hacer justicia.
Cuélguense los pendientes, empapen el pelo de gomina, sean antisociales y dejen entrever el látigo del desprecio. Tal vez eso sea signo de la brillantez del discurrir, de la evidencia de una memoria fotográfica...Tanta que, últimamente, parece que no hay otra historia de la que echar mano. Palabra de pirata cinematográfico.
3 comentarios:
Totalmente de acuerdo en tu apreciación de la película. A mí este proyecto me pareció un tanto absurdo desde el principio porque fundamentalmente no veo qué necesidad había de hacer un remake de una peli y un libro que han sido dos éxitos mundiales y sobre todo ¡¡¡ sólo dos años después ¡¡¡ de los originales. Y en una historia que además es sota, caballo y rey sobre la, por mucho Fincher que te llames, queda muy poco por aportar.
Si acaso la versión sueca tenía más razón de ser por elevarse en un retrato sociológico del país. Pero qué sentido tiene que los americanos lo copien literalmente. La gracia quizá hubiese estado en inventarse una historia de estas características pero ambientada en Wisconsin o en Texas. Pero ¿esto? Ahora vendrán los seguidores de Fincher, y me dirán que el director da un paso más en la consolidación de un estilo que empezó a variar dos películas atrás: ese gusto por los personajes asociales e inadaptados- a su manera Benjamin Button y Mark Zuckerberg también lo eran- esa querencia por querer mantener frialdad y distancia - ¿ a posta?- sobre lo que se está narrando. A mí la película no me disgustó porque la historia es lo suficientemente atractiva para que siga interesando a pesar de los pesares. Y otra cosa que siempre comentamos, Robin Wright, qué mujer tan interesante, qué serenidad logra mantener en pantalla, y qué desaprovechada esta siempre. Por cierto, qué miedo pasé al final. Fui a la última sesión de la noche, y cuando salí estaba todo el centro comercial cerrado. Tuve que bajar al garaje y salir no sé ni por dónde. Después de la sesión de psicópatas y asesinos en serie que me había tragado, imagínate el yuyu que pasé.
Abrazos gélidos
Lo curioso de esta historia, de la trilogia y de sus películas es su capacidad de convocatoria.
la gente ha leído masivamente las novelas, acudió al cine en tropel a ver la trilogia sueca, los pases en televisión tienen una elevada audiencia, también cuando anuncian su emisión en formato serie.
Y llegan los americanos, dicen que ponen más pasta, un reparto más popular, un director especializado en "ambientes" (no hablaba de gays ni nada de eso), un guionista que ha demostrado capacidad....Y todos los que conocen la historia de pe a pa, acuden, acudimos, a las salas a ver si lo que se nos cuenta es distinto, más interesante, si está mejor contado...
Y la pregunta es (a modo de Mouriñho),¿Porqué?, ¿Que esperamos encontrar?, ¿Cual es el acercamiento que creemos que no ha habido para dar tanta vuelta al mismo asunto?.
Lo de los remakes con muy poco tiempo tampoco es cosa nueva, que Verbinsky lo hizo en 2002 con "The Ring" sobre el original japonés de 1998. "Vanilla Sky" y "Abre los ojos" también están separados por apenas 3 ó 4 años. Y entre los "Dejame entrar" sueca y USA no llegan ni a dos años.
No se si Rooney Mara puede eclipsar a Noomi Rapace, que por cierto está bastante gris en la nueva de Sherlock, que por cierto es bastante más floja que la incial.
Pero lo que me sigue resultando curioso es el desmedido interés por esta historia de Blomqvist y Salander. ¿Será que de su lectura algunos encontramos o descubrimos un mundo que buscamos con ahinco y no hemos descubierto en la pantalla?. Lo cierto es que las novelas de Larson han tocado una fibra social, no se muy bien cual, porque si la primera se puede tratar en términso policiacos y de suspense, la segunda y la tercera tienen mucho más de narrativa uniforme sin puntos de tensión, ni sorpresas que impresionen.
Personalmente y aunque aun no he visto esta adpatación creo que buena parte del interés lo tienen las tramas secundarias que el formato cinematográfico obliga a eliminar, según he leido en esta se hace algo de hincapié en el asunto Wennestrom, apenas mencionado en la adaptación sueca, pero las mujeres son el verdadero punto fuerte de toda la novela y no sé si esa importancia se limita bastante en sus adpatciones al cine.
Abrazos repetidos.
Bueno, personalmente fui porque tenía interés en saber si había alguna diferencia en el tratamiento sueco y en el tratamiento yanqui. Hay algunas pero son mínimas. El personaje de Harriet, por ejemplo, atesora unas cuantas que no voy a desvelar. Y eso sí que lo voy a decir. El de Blomqvist, coño, por fin lo presentan como un crápula y no como el chico estupendo que era en la versión sueca.
Yo diré lo que creo del éxito social de esta saga. La clave reside en el personaje de Lisbeth Salander que no es más que la certeza de muchos de que, lo que aparentemente encierra una auténtica mediocridad o una inadaptación de tres pares, en realidad es la cáscara de algo parecido a un genio. Ésa creo yo que es la clave. Todos somos diferentes pero todos tenemos algún talento oculto. Lisbeth Salander lo demuestra sobradamente.
Es verdad que Rooney Mara está bien, pero es que el personaje está bien y es muy difícil cargárselo al tener esas dos facetas (deshecho social y genio). Noomi Rapace estaba muy bien en la versión sueca y Mara, en el mismo personaje, está muy bien en la versión americana. Hay mucho más hincapié en el asunto Wennerstrom, sin duda y, digamos, que la puesta en escena no es tan inmaculada como la sueca. Hay un interés por mostrar que Suecia no es el paraíso blanco y limpio que se han esforzado por vender. Y es cierto que las mujeres, también en esta versión, se quedan muy limitadas aunque hay alguna puntada de la familia de Henrik que también está obviada en la versión sueca. Zaillian lo hace muy bien, repito. Fincher no tanto.
Abrazos milenarios.
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