martes, 20 de mayo de 2014

CUERDA DE PRESOS (1956), de Pedro Lazaga

El sol, árido e implacable, parece golpear las cabezas de los que andan en busca de un destino que parece escrito de antemano. Por los caminos, una leve estela de polvo se levanta ante una breve procesión de tres hombres que deben cumplir con su deber y con su condena. Por allí, una muchacha que desea el amor a escondidas. Por aquí, una encantadora niña con un pañuelo como deseo. Y, siempre bajo los pies, el suelo que nunca acaba, la tierra que nunca termina mientras los ojos ruegan por un sueño, las manos desean el agua fresca y el cuerpo se queja en sus huesos de un descanso que nunca es suficiente.
El frío, húmedo e hiriente, envuelve los cuerpos de los que caminan en busca de una noche que tiene que ser el final. En los senderos, unas gotas salidas de los charcos pisados van salpicando el paso de una breve procesión de tres hombres que deben seguir su periplo pase lo que pase. Por aquí, un viento helado que cala en las entrañas haciendo que el pan se vuelva hielo y el cigarrillo, un brasero. Por aquí, el suave tacto de una capa que esconde el honor, ese que nunca se congela por muy largo que sea el viaje. Y el deber allí, en el fondo, esperando, sin sonrisas ni comprensiones. Solo hay que llegar, entregar al prisionero y saludar con cierto aire de oficial.
La niebla, ingrata y escalofriante, esconde las fugas y los miedos, las frustraciones y los deseos. El uniforme también es una tela que tapa los orgullos y las vergüenzas. El tricornio se hace piedra y la mirada comienza a empañarse porque los años no han pasado en balde. Quizá haya habido demasiadas misiones, demasiadas guardias, demasiadas noches en vela y demasiadas broncas. Puede que todo esto no merezca la pena y que, en este valle olvidado de Dios que se llama España, no merezca la pena vivir solo, en permanente dependencia del destino, aguantando que los jóvenes aparezcan empujando y los superiores desaparezcan entre gritos. Por aquí, una ceguera que devuelve al hombre a su estado más primitivo haciéndolo más iracundo, más decepcionado, más perdedor. Por allí, la certeza de que hay hombres que hacen lo que nadie más puede hacer. Porque no es fácil andar por un camino lleno de piedras durante tantos días y aún más noches. No es nada fácil dormitar con la carabina en el regazo y un ojo medio abierto para que el pobre desgraciado no escape al garrote vil que le espera. No, no es fácil. Nadie dijo nunca que era fácil. Y a pesar de las luces y de las sombras, el honor, entendido como honestidad, humanidad y obediencia, sigue ahí intentando llegar a un destino que siempre está un poco más allá.

Don Quijote y Sancho cambiaron las espadas y los escudos de caballeros andantes por el uniforme de la Guardia Civil y se marcharon por esos campos de Castilla, de León y de Álava, maravillados por el tren y por un cineasta que no tuvo personalidad en el cine español. Solo, tal vez, agarró todos los personajes que le tocaron en suerte y los vistió de cariño, como una especie de testimonio de aprecio por una tierra que siempre ha sido demasiado dura con los suyos.

2 comentarios:

dexterzgz dijo...

Gracias a Chus y al Conversacines por descubrirnos estos clásicos olvidados del cine español que si bien se conocen de oídas sí es verdad que da cierta pereza a la hora de enfrentarse a ellos. En este caso, gracias dobles por el enlace.

Con todos sus defectos, “Cuerda de presos” me ha parecido una película interesante y curiosa. Curioso el retrato de la época, de los usos y costumbres de finales del XIX y de la casi incipiente Guardia Civil, que yo creía que había ido de caqui de toda la vida de Dios y fíjate que aquí parece el Séptimo de Caballería. Por cierto, es imposible no ver la estructura de western que tiene la película (supongo que voluntaria, tampoco los cineastas de entonces tampoco estarían tan retrasados). Se evidencia en la propia premisa argumental y en esa escena inicial en el cuartel tan “fordiana” que arranca con el plano de la leyenda en la pared y en la que a los protagonistas se les encomienda la misión. Y también por la aparición del tren que traza la frontera entre el pasado y el futuro (mi escena favorita es cuando los tres protagonistas van en el tren, y al pasar por el pueblo en el que nació, Garayo comienza a lamentar la vida que eligió).

Hay algo también de “road movie” por lo episódico de las tramas que se entrecruzan, pero una road movie que tiene más que ver con el Quijote que con “Easy rider”. Y si se me permite la boutade, otro poco de “buddy movie”, aunque de nuevo los dos beneméritos tienen más que ver con Quijote y Sancho que con Glover y Gibson.

Abrazos a la intemperie

César Bardés dijo...

Pues yo creo que tienes toda la razón en todo lo que apuntas, Dex. Es una película interesante y curiosa, que, a pesar de que está estructurada prácticamente en su totalidad por episodios, se centra en las relaciones que tienen los tres personajes a lo largo de esa "road movie quijotesca" que llevan a cabo durante toda la película. Tengamos en cuenta que la época en la que está realizada la película no evidencia, ni mucho menos, que los cineastas de entonces fueran unos retrasados técnicos y argumentales. Todo lo contrario. Ahí es cuando se empieza a hacer un cine español muy interesante, aparecen Bardem y Berlanga, comienza a haber un prurito de industria que queda torpedeada por lo que se dieron en llamar las "Conversaciones de Salamanca" donde se acordó, por parte de los cineastas, hacer un cine mucho más acomodaticio, mucho más conformista (Bardem fue el único rebelde y Berlanga se opuso frontalmente a esos acuerdos). Era algo parecido a lo que estaba sucediendo en Francia solo que allí triunfaron los contrarios con la confrontación entre la "nouvelle vague" y el "cine de qualité" (toma pedantería). En todo caso, Lazaga creo que sabe muy bien lo que hace en esta ocasión sobre todo con la ayuda de Manuel Berenguer, un operador de fotografía español que merecería haber estado en Hollywood haciendo películas épicas. Y es que Lazaga, a pesar de ser un hombre muy poco interesante, tiene tres o cuatro títulos en su filmografía que delatan la presencia de un tío con personalidad que, por razones muy poco conocidas, se acomodó al cine más comercial de cada una de las épocas en las que le tocó vivir.
De acuerdo con la óptica "fordiana" del principio, con ese aire de "western" que tiene la película y, sobre todo, con ese paralelismo que trazas con el ingenioso hidalgo y su fiel escudero, verdadera inspiración para la película.
Abrazos con la bayoneta calada.