El ser humano ha tropezado infinitas veces con la misma
piedra y, en muchas ocasiones, nos hemos empeñado en atribuirnos ese error. Y
tal vez no sea así. Puede que sea una condición inherente a la existencia, una
condición que también sería propia de los animales si tuvieran la inteligencia
precisa y se situaran en la cima de la cadena alimentaria. Dentro de sus clanes
tendrían las mismas traiciones, las mismas buenas intenciones, los mismos
egoísmos y, por supuesto, las mismas ansias de poder a través de la destrucción
del enemigo más cercano.
Si eso ocurriera con los monos y se emprendiera una
guerra contra los humanos, tendríamos las de perder sin ninguna duda. Si nos
igualaran en inteligencia, son más fuertes, más ágiles, más temibles, más
devastadores y se convertirían, igual que nosotros, en los más impresionantes
depredadores de la creación. Incluso tendrían una ley natural que prohibiría
matarse entre sí...pero como toda ley natural no tardarían en saltársela porque
la ambición y la erótica del poder son inquietudes que van en el mismo paquete
de la inteligencia. Y eso no deja de ser la causa de nuestra propia tristeza.
Por otro lado, los humanos
caeríamos una y otra vez en lo mismo que nos ha llevado a la perdición.
Llenaríamos todo de ruido y de furia para no saber dónde se encuentra la verdad
y nos dejaríamos guiar por el instinto que cada vez sería más animal y menos
humano. Toda nuestra supervivencia se basaría en la cantidad de armas acumuladas
y no en la capacidad de mejorar nuestras actitudes, de pensar en los errores
cometidos y en el inmenso don que se nos ha dado de trabajar para los demás,
pensando en los demás y amando a los demás. Esa ni siquiera ha sido nunca una
ley natural del hombre y, sin embargo, nos la hemos saltado siempre...sí, sí,
incluso usted.
La confrontación entre una
civilización decadente y otra emergente no tarda en aparecer. Los malentendidos
se utilizan para encender la mecha del conflicto y solo un mono llamado César
es lo que separa la vida de la nada. El ser humano ya da igual por mucho que se
tenga conciencia de que sienten, padecen, viven y mueren. El simio, o cualquier
otra especie natural tan explotada por el hombre, es lo que realmente importa
porque ya está bien de miles de años de dominación humana. Es la hora de que
los animales tomen al asalto lo que siempre se les ha sido negado. Ya no hay
esperanza, y lo que es peor, ya no hay perdón.
Resulta cuando menos chocante que
la mejor interpretación de esta película sea la que realiza un mono que ha sido
generado por computador con los movimientos de Andy Serkis, el hombre que se
está convirtiendo en leyenda con su lenguaje corporal después de dar vida al
mítico Gollum de El señor de los anillos,
pero es que así es. Gary Oldman apenas es capaz de sostener un minuto en escena
sin ponerse a gesticular desordenadamente y un actor sólido como Jason Clarke
no pasa de ser un cúmulo de buenas intenciones y resultados demasiado justos.
Lo que hay que destacar de forma muy seria en esta película es la banda sonora
de Michael Giacchino, llena de fuerza, de una versatilidad extraordinaria y
capaz de situar al espectador en medio de la misma ley de la selva que trata de
revivir. Lo demás es una película de la caballería con los indios enfrente, con
los mismos deseos de paz y la aparición de los tiñosos de turno que emponzoñan
todo cuanto tocan. Mucha espectacularidad y poco, muy poco, de nuevo.
La reformulación de la serie, en
cualquier caso, no deja de ser algo vulgar después de la preciosa estructura
que adoptaron las secuelas de El planeta
de los simios, de Franklin J. Schaffner porque, al fin y al cabo, poco a
poco se convertían en precuelas...Ah...¿qué no las han visto? Pues denles caña.
Si son capaces de salvar las limitaciones de la época, el guión era de una
inteligencia que dejaba a estos nuevos simios en pañales.
2 comentarios:
No he visto aun ni la primera, si lo hice con la ridícula adaptación e Tim Burton. No me apetece nada esta saga porque me da la impresión, tal y como comentas, que nada de lo que me puedan contar no o hayan hecho ya y mejor en la de los años 70. Llamalo pereza o simplemente prejuicio, pero no creo equivocarme.
Sobre lo que comentas acerca de nuestra inferioridad como especie, estoy leyendo un libro de Eslava Galán titulado "La historia del mundo para escepticos" plagada de socarrones comentarios y alguna fina ironía. Cuando cuenta el tema de la evolución en años primtivos comenta precisamente eso. que el primer hominido cuando bajo de los árboles y se encontró en la sábana o selva o el habitat en el que se hayara en su época, descubrió que era un ser debilucho (mucho más pequeño que ahora) que no tenía ninguna opción frente a las especies que le rodeaban, ni para correr, ni para luchar, ni para defenderse...y que esa especie condenada a la extinción sólo pudo desarrollar algo diferente para no desaperecer, la inteligencia. La capacidad de fabricar o usar objetos externos como armas (palos, piedras, etc) le dieron unas posibilidades de las que carecía por si mismo. De desarrollar a lo largo de los siglos esa caracteristioca especial hasta llegar a nuestro días parece algo impensable e increible, por eso muchos necesitan el dedo divino para explicarlo todo.
Efectivamente si esa varita se hubiera equivocado de especie no habríamos tenido ninguna posibilidad.
En fin, ¿otro videojuego no jugable entonces?
Abrazos evolucionados
Es la misma trampa de siempre. Voy a revestir todo de una espectacularidad apabullante pero voy a contar lo mínimo posible (aunque hay que reconocer que algo de las antiguas versiones de la historia sí tiene). El resultado, a poco que se hayan visto dos o tres películas, es una trampa que no pasa de ser la típica merienda comercial veraniega.
Muy interesante lo que comentas sobre Juan Eslava Galán. Es un tío que siempre me ha caído bien y creo que escribe como los ángeles. Es interesante esa teoría de la evolución del mono que quiso bajar del árbol. Y sobre esa incógnita del dedo divino. No tiene por qué no ser verdad, si he de ser sincero. Eslava Galán es un hombre inteligente que sabe buscar la verdad en medio de la marabunta.
Yo creo que, de hecho, la posibilidad ya la hemos dejado pasar.
Sí, otro videojuego no jugable que plantea una vuelta a los mismos errores que nos han destrozado como raza pero esta vez desde la perspectiva simia.
Abrazos con un plátano.
Publicar un comentario