jueves, 11 de junio de 2015

NEGOCIOS CON RESACA (2015), de Ken Scott

El fracaso es un estafador que puede presentarse vestido de las más diversas formas. Tal vez sea la consecuencia directa de una competencia desleal. O a lo mejor es la encarnación de la ineludible vejez. O, incluso, es posible que sea simplemente la irrebatible verdad que se empeña en marginar a los más débiles. En cualquier caso, el fracaso tiene un terrible defecto: no sabe hacer la postura de la carretilla, así que se le puede ganar con facilidad.
Lo cierto es que cuando se ha sido un ejecutivo de algún éxito, es muy complicado volver a llevar una vida más apegada a la realidad. Al hijo lo acosan por obeso, a la hija la acusan de acoso, a la madre le va el sexo por teléfono y muy a menudo las obligaciones económicas salen al encuentro con el afán de asestar un par de mamporros a la realidad. Pero esa da igual si se tiene empuje, si se traza una estrategia empresarial que asegure beneficios (tres palabras clave en una sola frase, no está mal), si uno no se rinde por mucho que llueva o la ropa esté cambiada. En el fondo, el juego de despachos se basa en mucha labia, poca ética y un par de suciedades ejecutadas con limpieza. Y eso se va a acabar. Se trata de ganar un contrato porque, sencillamente, se es el mejor. Y entonces es cuando se van a enterar de lo que es un “ejecutivo de algún éxito”.
La edad, maldita edad. Se ha perdido el encanto, la arrolladora personalidad, la perversa mirada. Y ya solo se desea todo aquello que no se ha podido tener. La postura de la carretilla es una de ellas. Otra es poder divorciarse por internet. Y otra más es agarrarse un buen viaje probando esas drogas nuevas de diseño que han dejado en pañales los cigarrillos de maría que se probaron cuando las energías estaban intactas. Gastos de representación se llama eso. Pero lo importante es la carretilla. Eso que no falte. Y ajustar el presupuesto. Al fin y al cabo, uno será viejo pero también es un poco perro.
Juventud sin demasiada inteligencia. Bueno, eso es algo hasta cierto punto normal. Pero mira por dónde. Si el viejo quiere la postura de la carretilla, el joven la ejecuta y así se convierte en ejecutivo. Tener un apellido de frisuelo es siempre un compromiso porque es bastante embarazoso tener que hablar sobre un producto y ver que todo el mundo se ríe. Pero lo importante es la carretilla. La fe mueve montañas y las carretillas también. Basta con saber el orden adecuado. Al menos la juventud siempre tendrá algo que los demás no poseen. Ingenuidad. Ilusión. Ganas de llegar al siguiente peldaño. Y perder la virginidad dos o tres veces. Incluso más.

Comedia fácil, de digestión ligera, sin grandes pretensiones, con algún chiste sobre el coloso en llamas que merece la pena y una sensación de flojera permanente, como si nadie se creyera demasiado que todo esto tiene gracia. Podría haberla tenido pero ya se sabe. Si uno pone el GPS lo que se va a encontrar es que hay que seguir la dirección de la maquinita y aquí se ha puesto con piloto automático. Ni siquiera la presencia de Tom Wilkinson arroja valor a la propuesta. Y es que unas cuantas luces discotequeras, un par de chutes mezclados con cerveza en cascada y un par de situaciones prometedoras y poco desarrolladas no son suficientes como para salir del cine con la risa puesta. Eso sí, no faltan ganas de descubrir la auténtica verdad de la carretilla.

2 comentarios:

CARPET_WALLY dijo...

Te leía y pensaba, con esas trazas uno podría imaginar una comedái desmadrada de buen nivel en manos de Edwards, de Hawks, de...Ays...otra vez los clásicos, que aburridos somos tirando siempre de nombres del siglo pasado (¡¡de la primera mtad del siglo pasado ademas!!). No tenemos remedio, somos el abuelo Cebolleta reiterando nuestras batallitas de cómo se disfrutaba el cine de entonces.

Pero es así, por lo que leo, un ejecutivo recien parado buscando una resurrección económica, unos miembros de la familia con sus propias minusvalias sociales, ¡¡la postura de la carretilla!!, presentar un producto ante un festival de carcajadas,...Ahí hay mimbres para una buena comedia amigos. ¿Porqué nos malogras el final y nos dices que todo quedó en muy poco?, maldita sinceridad...haré como que no te leído e imaginaré que salió algo muy bueno y definitivamente desternillante...Haré eso y me quedaré en el sueño, la realidad era la que imaginaba y por tanto no iré a ver la película.

Abrazos soñadores.

César Bardés dijo...

Pues sí, efectivamente tendríamos ahí unos mimbres estupendos para hacer una comedia de enredo de las buenas, siempre que el buen gusto imperase. Lo mejor, sin duda, el "gag" de El coloso en llamas, que no voy a desvelar. Atraído fui por la aparición de un actor del talle de Tom Wilkinson que estaba seguro que no me iba a decepcionar porque es un todoterreno con elegancia, incluso cuando está pasadito de "crack" pero mira por dónde. Ni eso. La sinceridad es lo que tiene.
Sin embargo, intentando adelantar el trabajo para las vacaciones y demás, me he topado con una película que sí recupera ese aliento de comedia clásica con muchísima elegancia y con cierta clase. Dirige Peter Bogdanovich, lo cual ya es algo que lo sitúa en una órbita diferente, y la película se titula "She´s funny that way" que en España han titulado de forma agresivamente boicoteadora "Lío en Broadway". Estáte atento si quieres pasar un buen rato. Una comedia de esas de Lubitsch que nunca llega a la carcajada pero que te lo pasas realmente bien. Owen Wilson, Rhys Ifans, Cybill Shepherd y alguna que otra sorpresita se pasa por allí. Naturalmente te digo que estés muy atento por una razón muy simple. Será un fracaso y pasará absolutamente desapercibida. Tendréis crónica después de las vacaciones por eso me atrevo a adelantar la recomendación.
Abrazos esperanzados.