martes, 17 de noviembre de 2015

DE AQUÍ A LA ETERNIDAD (1953), de Fred Zinnemann

Hoy estaremos en directo desde Sevilla hablando en "La gran evasión" de Radiópolis en un programa especial sobre "El sueño americano". Mañana habrá artículo pero será un poco más tarde. Os espero en el estudio. 

De aquí a la eternidad no hay más que un paso, eso lo sabe cualquier soldado. Quizá la eternidad sea un beso prolongado en una orilla cualquiera de una playa rocosa o el sentido homenaje a un compañero muerto con la corneta en la mano. Tal vez sea la simpatía de un sargento que se las sabe todas o, quién sabe, la brutalidad de otro suboficial que solo entiende el lenguaje de los puños y de la tortura. Incluso es posible que llegue a ser la compañía de una mujer inigualable o la de un soldado que hace ya mucho tiempo que perdió su guerra aunque todo lo disfrace de ironía. La vida son personas que saltan, aman, luchan, pierden y mueren y luego, sí, luego solo viene la eternidad.
Una prostituta de cierta clase puede tener todas las respuestas y un reguero de flores en el agua es el único rastro que se deja después de una vida entera de mentiras y de frustraciones. El chico no quiere pelear. El sargento no quiere ascender. El soldado no quiere rendirse. El oficial no quiere fracasar. Balas que acechan algún madero en el que incrustarse para pertenecer por fin a algo o a alguien. El ejército suele ser así. Es un mosaico de amistades pero también un compendio de soledades. La guerra se avecina y todos perderán sea cual sea el resultado de la batalla. Quizá la eternidad sea precisamente eso. Perder. Sin atender a cuál es el precio.
La rebeldía es un síntoma de los tiempos que se acaban. Las bombas caerán pronto y el ánimo necesita ese punto de furia que tanto se estila en los tiempos difíciles. Lástima que sea la propia vida la que se encargue de poner las cosas en su sitio y de hacer prescindibles a aquellos que son los más valiosos. El ataque es inminente y todo el patio de armas será un campo sembrado de cadáveres o de cuerpos a tierra o de sentimientos derrengados por el devenir de los acontecimientos. Hay que volver para sentir. Hay que sentir para tener la valentía de volver. Aunque el amor quede en un segundo plano. Es algo lógico. En tiempos de guerra, el amor es prescindible.

Fred Zinnemann dirigió la adaptación de la novela de James Jones para descubrir un reparto admirable, que está en todo momento a gran altura y que encabezan por derecho propio Burt Lancaster y Montgomery Clift. Detrás de ellos, con absoluta veracidad se hallan Deborah Kerr, Donna Reed, Frank Sinatra y Ernest Borgnine. Y en ellos está impreso ese color marrón claro de los uniformes que solo intuimos a través del blanco y negro porque, al fin y al cabo, sus vidas son en blanco y negro, sin opciones intermedias, sin segundas oportunidades. Tan solo la seguridad de que lo forzado se viene abajo por la existencia de las pasiones humanas. Las miradas se suceden y en todas ellas refulge el brillo de la pérdida. Porque todo se vuelve a encontrar pero la pérdida…también es eterna. 

2 comentarios:

CARPET_WALLY dijo...

Que peliculón..que se decía antes.

Fijate que mi primera versión de "De aquí a la eternidad" fue una serie de televisión que echaron en los 80 con Natalie Wood en el papel de la Kerr y William Devane (habitual televisivo) en el de Lancaster y con ¡¡¡Kim Bassinger¡¡¡ y Joe Pantoliano. Recuerdo que la primera aparición de la Wood bajandose de un coche a su llegada al cuartel y dejando hipnotizados a cuantos la observaban tuvo el mismo efecto en mi...¡¡¡Que barbaridad!!!, pura carnalidad. Deborah jamás despertó en mi tal pasión, pero su relación con Burt era mucho más creible. Y por supuesto el resto del reparto de la peli de Zimmermann no sostenía comparación, porque tanto Monty, como Frankie, como Donna o Borgnine estaban a una altura dificilmente repetible.

Curiosamente Fred no estreno nada en la epoca Kennedy, lo he recordado al leer tu post y pensar que no estaba en tu libro (si me sale tenía pensado hacer una crítica al modo Boyero, jjejee como broma no está mal).

Abrazos con corneta

César Bardés dijo...

Fred no estrenó nada en la época Kennedy porque sufrió continuos retrasos en su proyecto "...Y llegó el día de la venganza". Recordemos que él quería rodar en España y las autoridades franquistas le dijeron que nones unas cuantas veces, que ese guión no se podía rodar en España de ninguna manera con lo que Zinnemann tuvo que contratar al mejor director artístico de todos los tiempos, Alexandre Trauner, para que le recreará una aldea española en algún lugar de Francia. Un año antes de la elección de Kennedy, trabajó en "Tres vidas errantes", aquella de los ganaderos de ovejas en Australia, una película que, aunque está bien, no me resultó nunca demasiado atractiva aunque Mitchum y Deborah Kerr estuviesen realmente bien.
Recuerdo perfectamente esa serie y toda la carnalidad que desprendía Natalie Wood en sus escarceos con William Devane. Estaba atractiva a más no poder. Y la serie, como mini-serie que era, no estaba mal. Era un producto televisivo de cierta calidad aunque, claro, palidecía si se comparaba con el original. Zinnemann se movió en una delgada línea entre el sentimentalismo y la beligerancia personal (todos los personajes están en lucha de una manera o de otra) y le salió una película que es un modelo de equilibrio. Entre otras cosas porque el reparto es espectacular y están todos maravillosos.
Recordemos también que Johnny Fontane fue a llorar a su padrino el día de la boda de su hija porque quería el papel en una película que levantara su carrera. Johnny Fontane era como Frank Sinatra. Y la película en cuestión era como "De aquí a la eternidad".
En cuanto al estilo Boyero. Bueno, a ver qué te sale. Las críticas que he recibido hasta ahora, aunque pocas, son muy buenas. A ver si estás a la altura.
Abrazos con el agua a la espalda.