Si tenéis ganas de uniros al homenaje que tributamos a Georges Meliés en "La gran evasión" de Radiópolis Sevilla podéis hacerlo aquí. Fue un debate en el que no todos estuvimos tan de acuerdo.
Todo empieza por un pijama. La
parte de arriba, la parte de abajo. Bien es sabido que los hombres no utilizan
la parte de abajo solo la parte de arriba. Y, de repente, llega esa encantadora
muchachita dispuesta a comprar solo la parte de abajo. Y la cuestión se pone
dura porque una bañera de Luis XIV entra en juego con el que va a recibir la
parte de abajo. Así que ya está bien de aprovecharse del figurón de turno que
tiene más dinero que Rockefeller y que lo único que desea en este mundo es
encontrar a la mujer que le dé estabilidad y amor. Claro que eso ya lo ha
intentado siete veces. Y ninguna salió bien. Tanto es así que todas acabaron
aprovechándose de su fortuna que era lo que realmente querían. Y esta vez está
seguro de que va a dar en el clavo. Ella no puede aprovecharse, no es de esas.
Todo lo contrario. Es una de esas otras que no dan ni una migaja para que no
haya malos entendidos. Así que sequía y buena letra. Y no, no leas La fierecilla domada para dar lecciones
sobre cómo tienes que tratar a una dama. Ése no es el mejor camino para
conquistar a una mujer a la que no le importa dar una bofetada al hombre si es
preciso. E incluso montar una obra de teatro con tal de darle celos. Para eso
están los secretarios.
Y es que los dobles y triples
equívocos lo único que consiguen es traer jaleos por debajo de la cintura. Solo
que un maestro como Ernst Lubitsch jamás se atrevería a decirlo claramente.
Cuando no hay marcha, solo hay escarcha. Y Lubitsch lo sabía muy bien. Para eso
pone en liza a detectives, padres y boxeadores y a siete mujeres anteriores
cuya sombra pesa más que una bañera de porcelana. La Costa Azul, esa trampa de
arena y agua. Siempre hay alguna ventajista que trata de sacar lo que no está
en los escritos. Y eso no se puede permitir entre llamadas telefónicas cargadas
de millones y deseos caprichosos de obtener fácil cualquier cosita. No sé, por
ejemplo, una esposa.
Una de las cosas que más
sorprenden en esta película es la expresividad que demuestra Gary Cooper,
saliéndose totalmente de su habitual tono menor e integrándose con facilidad en
esta trama de amor y millones que tiene a Billy Wilder y Charles Brackett como
guionistas y a Claudette Colbert, David Niven y el maravilloso Edward Everett
Horton de comparsas. Y es increíble comprobar cómo el chiste es fácil, la
intención es aguda, la sofisticación está presente y la genialidad campa por
sus respetos en un plató que no ha sido ni será jamás la Costa Azul y que, poco
a poco, se va convirtiendo en una comedia de puertas cerradas y braguetas de
idéntica condición. No es de extrañar que fuera un clamoroso fracaso en su
estreno y que Lubitsch la tuviera en mucha estima al creer que, en contra de la
opinión del público y de la crítica de la época, era una buena película,
cargada de dobles intenciones y de bromas que no eran solo verbales sino
también visuales. Y ahora les voy a dejar. Tal vez encuentre una esposa en una
playa de lujo y me quiera no solo por mi dinero sino por mi natural encanto
lleno de millones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario