jueves, 3 de octubre de 2019

MIENTRAS DURE LA GUERRA (2019), de Alejandro Amenábar



Nada se consigue con la razón durante una guerra. Excepto, quizá, la muerte de la vida. Nadie atiende a consideraciones de carácter moral cuando la ideología se impone con tal fuerza que no deja lugar a otra opinión. Ni siquiera cuando esas consideraciones están basadas en el conocimiento, arma eficaz contra la manipulación. Puede que don Miguel de Unamuno tratara de apoyar múltiples ideas hasta llegar al convencimiento de que el fascismo y el bolchevismo son las dos caras de la misma moneda.
¿Por qué hay que arremeter contra catalanes y vascos cuando todos somos españoles? ¿Por qué el entendimiento debe pasar por el frentismo y por el fanatismo? ¿Por qué se pueden decir tantas barbaridades contra un hombre al que, fundamentalmente, lo que le dolía era España? Nadie sale bien parado de este intento. Ni el intelectualismo, paralizado por un liberalismo de salón que no fue obstáculo para salir corriendo; ni la República, afectada de un tancredismo acuciante que negaba pan y paz para aquellos que creyeron en ella; ni los sublevados, poseedores de la fuerza para vencer sin necesidad de persuadir. España tropieza otra vez en la misma piedra. Y es incapaz de hallar soluciones que contenten a todos.
La razón está pasada de moda. No importa la moderación, ni la voz de la conciencia, ni el patriotismo llevado con el corazón y no con la espada. España sufre y muere siempre. Las conspiraciones se suceden porque allá arriba, en lo alto, sólo hay unos cuantos inútiles sin más oficio ni beneficio que su propio egoísmo. La libertad es una dama insaciable, que exige sacrificios y altruismos. Y mientras no nos quepa eso en la cabeza, volveremos a los gritos y a la crispación, a la destrucción de lo establecido por el mero hecho de extender una forma de pensar. Sea de un lado o de otro. Y todos, sí, seguimos siendo españoles. Aunque, a veces, deseemos cercenar de una vez por todas la piel de toro y volver a tener razones para espetarnos a la cara las verdades del barquero.
Alejandro Amenábar, más allá de unas declaraciones desafortunadas, modifica a su conveniencia lo que el cine pide, que no es más que ficción. Y está legitimado para ello. A ver si ahora vamos a tomar a Espartaco por un santo, a Freddie Mercury por un pobre chico que sólo quería vivir su vida de forma sana y diferente, a Mozart por un adulto con complejo de niño malcriado, o a Robin Hood como el único arquero del mundo capaz de partir por la mitad una flecha clavada en un blanco con otra flecha. Amenábar coge como base el relato de Luis Portillo El último discurso de Unamuno y da una idea de una España que se odia hasta el punto de autodestruirse, con culpas repartidas y honradeces pronunciadas. No es un panfleto. Es, más bien, un aviso. Y una mirada sobre un hombre íntegro que siempre quiso lo mejor para el país. Más pan, más paz y, también, más cultura.
No se puede pasar por alto el excelente trabajo de Karra Elejalde en la piel del inmortal escritor, aunque miedo da pensar si Amenábar hubiera puesto a su otra opción en la cabecera de cartel, Miguel Rellán. Y estupendo es el retrato del dictador que hace Santi Prego, lejos de caricaturizaciones grotescas y ridículas, otorgando respeto a un militar que puede que lo fuera todo, excepto estúpido. Lo cierto es que Mientras dure la guerra, a pesar de todos sus defectos es una buena película que invita a la reflexión. E, incluso, lo hace con cierta valentía. Sin trincheras. Sin disparos furtivos. Sólo con la razón.

4 comentarios:

dexterzgz dijo...

Tengo sentimientos algo encontrados con respecto a esta película - la he visto hace pocas horas y tal vez necesite reposarla un poco más. Por una parte me parece muy loable e inteligente por parte de Amenábar - siempre me ha parecido un chico muy listo- hacer una película como esta en torno a una figura como la de Unamuno capaz de aglutinar tantos sentimientos e ideas y que tan bien puede simbolizar la equidistancia entre las dos Españas. Y por centrarse en unos hechos que permiten leer entre líneas en clave actual sin rasgarse demasiado las vestiduras a unos y a otros (salvo que se sea muy extremista en uno u otro sentido). Nada que objetar a la soberbia interpretación de Elejalde y Santi Prego y por supuesto Eduard (aunque a este último lo prefiero en papeles más "naturales" en los que el histrión le sale solo).

Ahora bien, la película quizá me parece demasiado encorsetada, la pulcritud en la puesta en escena, la dirección artística, tradicionalmente uno de los fuertes de Alejandro, me parece un poco fría (no a niveles de Garci pero por ahí ahí va). Eso, la grandilocuencia de algunas escenas que no viene a cuento y la superficialidad de algunos personajes me saca por momentos de una película que por otra parte me parece aceptable.

Ahí lo dejo.

Abrazos haciendo papiroflexia

César Bardés dijo...

Yo creo que es una buena película. Ya está. Está lejos de la obra maestra, pero tiene muchas virtudes. Tampoco creo que quiera ser equidistante, sino retratar un poco esa tercera España de la que habla Andrés Trapiello refiriéndose a los intelectuales que, fueran de un lado o de otro, eran capaces de ver las barbaridades que se perpetraban en los dos bandos. También creo que es muy evidente la intención de Amenábar de construirlo todo en clave de parábola actual y, en algunos aspectos, sí que lo refleja bien. Todo ello constituye un aviso porque los españoles nos odiamos por naturaleza y nos dice que, ojito, que lo podemos perder todo.
Estoy muy de acuerdo en el buen trabajo de Karra y en el estupendo de Santi Prego, haciendo de ese Franco tan "gallego", ladino como él solo, callado y terriblemente astuto que se acerca mucho más a lo que debió ser que otras caracterizaciones mucho más grotescas y con ansias de ridiculizar a un personaje que sería todo lo que nos diera la gana (y ahí incluimos asesino, dictador, y toda la gama de insultos posible) pero tonto,no era. Sigo diciendo, empero, que el papel del escritor lo hubiese hecho mucho mejor mi amigo Miguel Rellán.
Yo creo que, en parte, hay un cierto encorsetamiento pero no por los aspectos que tú dices. Al fin y al cabo, Salamanca era lo que era y los escenarios creo que están manejados con cierta inteligencia. El encorsetamiento viene dado por el afán de Amenábar de no ofender demasiado a unos ni a otros. Y, en este caso, me parece bastante cabal. Porque la guerra, mal que nos pese, fue culpa de dos, y no sólo de uno. Otra cosa es hacia dónde se inclinaba la razón. Una razón que, en cualquier caso, era débil porque la República fue un desastre bastante evidente (sólo el fanático ve lo que quiere ver) y la mayor demostración de que fue un desastre es la clase dirigente militar que colocó en los más altos bandos (algo que no se suele recordar es que Franco fue Jefe del Estado Mayor con la República).
La grandilocuencia de algunas escenas, me imagino que te refieres al paseo en coche de Millán Astray. Ahí creo que es donde más flojea el asunto. Apenas es una caricatura. Y no hace falta tanto para dotar al personaje (sea más histórico o no) de mala leche y cortedad de miras. Lo compensa con el acto del paraninfo, que creo que está tremendamente contenido aunque tampoco se ajuste a la verdad (es sólo media verdad). La superficialidad de algunos personajes (probablemente, la mujer del alcalde, sin ir más lejos), quizá ahí tengas algo de razón. Son personajes que aparecen por ahí y son puros tópicos, sin desarrollar, que hubiesen exigido algo más de curro de guión y menos comportamiento evidente. Ya digo, me parece que la película está bien. Punto. Sin más. Y, desde luego, invita de forma atractiva a la reflexión y a la investigación.
Abrazos desde el Café.

carpet_wally@gmail.com dijo...

Pues estoy bastante de acuerdo. Una buena película. Buen nivel para lo habitual, Amenabar no suele pifiarla (vale "Regresión" es la excepción que confirma la regla) y cuenta bien lo que quiere contar. Es cierto que luego dibuja aquí y allá personajes de acompañamiento sin darles desarrollo ni complejidad (no le parece necesario) y que utiliza muy bien los escenarios, los naturales (¡que bonita aparece Salamanca!) y los cerrados.

Creo que el trío (Karra, Prego y Eduard) están de sobresaliente, Elejalde contenido que es casi una novedad, Prego acertando con el tono y Eduard está histrión pero no lejos del personaje real si atendemos a lo que dicen los historiadores.

Y en cuanto a la historia (con minusculas, en este caso), los hay con la piel muy fina que no saben ver mas allá. Escuché (incluso de un amigo mio) que era una película que sólo criticaba a las derechas y al bando nacional. Yo creo que hay gente tan aferrada a lo que creen que es su ideologia que no admite ninguna mirada distinta. Amenabar refleja bien aquel momento, mi familia eran de Salamanca y lo que cuenta no anda lejos, ellos vivieron alguna sde las cosas que ocurren a los personajes (eso de salir de casa y ser arrestado por el camino y no volver nunca). Pero además no hace una película de buenos y malos. Los franquistas, incluso Millán Astray, creían en lo que hacían, pensaban que eso era lo mejor para el país, no eran crueles por pura maldad (los habría y también en el otro bando). Incluso Unamuno, mucho más capaz intelectualmente, creía que era lo mejor hasta que la realidad le dijo lo contrario.

Y por supuesto es muy certero el aviso hacía la actualidad, todos pensando que llevan razón y sin moverse ni un palmo en busca de puntos de encuentro. Muy triste. Muy español.

A mi no me pareció grandilocuente la escena del coche con Millán. A mi me lo pareció la del improvisado cambio de bandera y el himno "cantarareado".

Abrazos en el Novelty (la de veces que he desayunado yo allí, sigue siendo un sitio de referencia)

César Bardés dijo...

Estoy bastante de acuerdo con todo lo que dices salvo en la apreciación del trabajo de Eduard Fernández. Es un gran actor y eso nadie lo pone en duda, pero dudo mucho que Millán Astray sea tan, tan, tan histriónico como lo ha representado. Sí, vale, en la época se llevaba el militar de "huevos" y demás, pero su actitud, casi desafiante ante todo es bastante ridícula y, aún es más, dudo mucho que se quedara sin palabras y saltara con un "Viva España". Aún así, el conjunto no se resiente de una actuación tan desenfocada y la película de Amenábar, sin llegar al sobresaliente, sí es notable.
Hay que destacar que sí, que también eran patriotas, que creían que era lo mejor, a pesar de que era lo peor y que, creo, todos, absolutamente todos, los de un bando y los del otro, estaban equivocados. Y eso es algo que también la película pone de manifiesto y que, además, tanto confunde a Unamuno.
Abrazos a media tarde.