Los dos lados de una frontera parecen marcarse como cicatrices en las arrugas de un hombre que fue grande y se volvió corrupción. La humillación se ha convertido en su estilo de vida y no duda en utilizarla contra ese extranjero, Vargas, al que solamente se le ocurre entrometerse en un caso como observador, con ese aire de superioridad que le da el funcionariado. Qué sabe él de dolor. Qué sabe él de hundirse en los infiernos. Debería tener algún daño, alguna profunda herida que le pusiese en su sitio. Y no le valdrá esconderse tras su placa de policía de prestigio. El prestigio se gana en las calles, tratando con escoria, resolviendo casos aunque sea a golpe de truco. El mundo es una pesadilla y Hank Quinlan es quien pone la gorda y despreciable soberbia al servicio de una pretendida justicia de papel y de suciedad.
Las calles parecen caminos negros que conducen hacia la abyección. El ácido en una pared quema el alma y el poder mueve sus tentáculos con la interminable búsqueda de víctimas propiciatorias. El tic-tac de una bomba parece resonar en el interior de una rubia y la cámara sigue a un coche que parece que lleva matrícula de asesinato. La mirada siempre es de abajo a arriba, como esperando la llegada de un gigante. Y la sed de mal no parece tener fin.
Parece que a todos se nos olvida algo cuando traspasamos la línea que lleva inevitablemente a la traición. Sólo desde la traición se consigue destruir a los titanes. Un hombre bueno, una vez, fue un policía excepcional. Un día, su vida comenzó a deformarse hasta el rechazo porque su mujer fue asesinada y, desde entonces, alimenta un odio incontrolable por los que intentan el atajo de la muerte. Y, poco a poco, su alma se va pudriendo, sin reparar en personas, sentimientos o medios. No tiene ninguna importancia aliarse con la misma basura si con eso se consigue echar al advenedizo y causarle el mayor daño moral posible. Al fin y al cabo, es un hombre y, por tanto, está sujeto a las mismas pasiones y desengaños que cualquier otro.
Todo ese retrato de furia y de soberbia no es óbice para estar en posesión de la razón. Hank Quinlan no deja de ser un policía excepcional que inventa pruebas para culpables verdaderos. Y eso es lo más terrible de todo. Tiene que matar a su mejor amigo para demostrar que tiene razón. Tiene que matar al mejicano para que no le echen para atrás su ojo implacable para atrapar sospechosos y quedar en la deshonra del entredicho. Tiene que quedar por encima. Como el poder. Como la oscuridad de una ciudad que se empecina en mostrar la tiniebla como escenario perfecto para la maldad.
Bajo los compases de la extraordinaria música de Henry Mancini, se pone en funcionamiento la cuenta atrás para el estallido de una bomba que supo manejar con maestría y fascinación Orson Welles. Y Joseph Calleia, el tipo que abre la lata de gusanos desde dentro, deja caer su sombrero en un río de basura donde flotará la barriga infame de Hank Quinlan, bebiendo toda la maldad por cada uno de los poros de su piel corrompida.
5 comentarios:
Peliculón, excelente elección para el conversacines de hoy. Espero que hoy os salga un programa de postal. A mí me parece una película, que dentro de su clasicismo, es brutalmente moderna. Y no sé, igual, ahora suelto una tontería de las mías, pero, vista hoy, me parece más transgesora incluso que el Kane. Esa Janet Leigh - pobre moza, lo mal que se lo han hecho pasar en la pantalla los grandes- encerrada en el motel totalmente enloquecida y febril me recuerda a las pesadillas de Lynch - las inteligibles, que las otras ni he probado. O tal vez debería decir al contrario que las paranoias lynchianas me retrotraen a esta joya.
¿Y sigue teniendo el mejor plano secuencia de la Historia? Yo creo que sí,aunque el de Altman en "The player" me hipnotiza y me vuelve turulato cada vez que lo veo.
Lo dicho, suerte y feliz conversacines.
Si tuviera que elegir una sóla película de Welles, elegiría esta. Si tuviera que elegir una sóla película de todas, probablemente elegiría esta, porque tal y como definíamos el otro día "Midnigth en Paris" como una experiencia vital, a mi me ocurre lo mismo con esta película.
Sin embargo, lo que en una era magia, sonrisa y belleza, aquí es horror, maldad, corrupción, infierno, Y no es que esto sea más atractivo que los sentimientos positivos, es que es un baño de realidad.
Yo estoy empeñado en buscar explicación para actos que a mi me repugnan y busco excusas, callejones sin salida y racionalidad en comportamientos que me pueden paracer incomprensibles. "Sed de mal" desnuda un alma para contarnos que a nada que nos entreguemos, que nos inundemos en el lodo, que nos impliquemos somos capaces de quedar impregnados para siempre y comencemos a actuar, no sin conciencia, de manera tan abyecta como quisimos combatir.
Hay un cierto paralelismo, yo se lo veo, entre Harry Quinlan y el Coronel Kurtz de "Apocalipse Now", la maldad es compañera del horror. Los dos entán integrados y atrapados en una selva recondita, de donde sólo pueden ser rescatados por la muerte.
Abrazos y suerte para el coloquio.
Bueno, estoy de acuerdo con ambos en que esta película es una obra maestra e, incluso si hubiera un calificativo mayor, se lo pondría. A mí también me parece más transgresora que Kane y, sin menospreciar en absoluto a Kane, siempre me ha parecido mejor.
Sí, Dexter, yo creo que tiene el mejor plano secuencia de la historia, aunque hay otro (en concreto el de la casa de Sánchez y Marcia Linnekar cuando llegan Quinlan y Vargas) que es aún de mayor duración y también es imporesionante. Tienes razón en el plano de Altman, estupendo y confesadamente homenaje al de Welles e, incluso, de mucha mayor duración pero es que te diré algo. La complejidad técnica del plano de Welles creo que es increíble. Aún viendo planos secuencia como el que citas de "El juego de Hollywood" o, incluso, como el que abre "Ojos de serpiente", de de Palma, no hay en ninguno de ellos esa impresionante coordinación milimétrica ante tal cantidad de extras y con el retrato del ambiente de una ciudad que, como bien dice Vargas, "en la frontera se da lo peor de cada uno de los dos países". Y lo muestra todo a la vez con ese movimiento de grúa descomunal (vi ese plano en una charla con cierto afamado director-actor español que no lo había visto nunca y no se explicó cómo se podía hacer). Tanto en Altman como en de Palma, el plano te va conduciendo de una escena a otra. Aquí el mismo plano es la escena y ése para mí es el extraordinario mérito de esa genialidad.
Carpet, es curiosísimo que establezcas ese paralelismo entre Quinlan y Kurtz porque ayer, aprovechando el silencio de la noche y casi que te diría que de una manera inconsciente, me puse a ver "Sed de mal" para tenerla fresca para el coloquio de hoy y, a continuación y robándole horas al sueño, me puse "Apocalypse now" y, sí, efectivamente, el horror y la maldad caminan de la mano y no deja de haber una cierta pretensión por parte de Welles de fotografiar todo el ambiente que rodea la trama como una selva de marcados tintes expresionistas, una realidad deformada por la corrupción, por el descenso más absoluto a los infiernos. Y, por supuesto, yo también elegiría esta película si tuviera que elegir una. Tal vez para tener siempre presente que la conciencia es algo que hay que mantener por my fuertes que sean las tentaciones de la maldad.
Y la verdad, chicos, a veces hacéis unos comentarios tan maravillosos que empequeñecéis el artículo, lo cual puedo aseguraros que me llena de orgullo, satisfacción y amistad.
Un abrazo a ambos. Intentaremos hacer lo que podamos.
Buenisima cinta. Ojo con el impactante final.
Hola, David, bienvenido por estos lares. Mi casa es la casa de todos los que quieran amar el cine y compartir sus sensaciones. Por supuesto que el final es impactante pero...¿qué escena de esta película no lo es? La muerte de AKim Tamiroff, el maravilloso plano-secuencia del principio, la escena en la casa de Sánchez (estupendo Michael Ansara), la llamada telefónica con la ciega, la aparición de Mercedes McCambridge, la mirada de Joseph Calleia mientras Quinlan se aleja con Grandi...Es tremenda, una película para la historia. Y por mucho que uno escriba sobre ella, no se termina nunca de abarcar. Es lo que tienen las obras maestras.
Un saludo.
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