viernes, 14 de noviembre de 2014

CENA DE ACUSADOS (MARIE-OCTOBRE) (1959), de Julien Duvivier

Una cena de antiguos camaradas. Una célula de la Resistencia que se dedicó al sabotaje, a la conexión con los Aliados a través del Canal de La Mancha, a la financiación de diversos grupúsculos de provincias. Todo parece rutinario. Algunos años sin verse y la gente cambia. Ahora han dejado de ser aquellos jóvenes impulsivos e idealistas y se han convertido en hombres de negocios, carniceros, abogados, médicos e, incluso, uno de ellos ha abrazado los hábitos. De entre todos ellos, una mujer. Hermosa y única. Irrepetible. Centro de las miradas. El tiempo ha hecho que su belleza madure y su mirada sea serena y lúcida. Y se reúnen porque ella, en colaboración con el segundo de aquel grupo, quieren saber quién les traicionó ante la Gestapo costando la vida a su jefe, un hombre inigualable, lleno de ilusiones por la libertad, pleno de confianza ante un pueblo que vivía oprimido ante el invasor. El misterio está servido.
Poco a poco se van revelando sus motivaciones para entrar en la Resistencia. Unos quisieron ser coherentes, rechazando lo que significaba la aceptación nazi, otros desearon estar al lado de sus amigos, llenos de razón y de fuerza. Incluso algunos, simplemente, se jugaron la piel porque estaba ella, María Octubre, la única persona capaz de dar sentido a sus vidas. Después de eso, las motivaciones para matar al jefe van saliendo de sus entrañas. Pueden ser unos, pueden ser otros. Unos afirman, otros desmienten. El misterio se embrolla aún más porque la noche de la traición fue confusa, todos corrieron a refugiarse, huyeron como pudieron y no miraron atrás. Y atrás se quedó su jefe, recibiendo las balas que estaban destinadas a acabar con la Red Vallance de la Resistencia parisina. Más tarde, el olvido cayó sobre los hechos acaecidos. Pero ella no olvidó porque también perdió el corazón aquella noche de disparos y de mentiras.

Julien Duvivier dirigió maravillosamente bien esta película con una serie de actores impresionantes dando vida a un pasado al que han enterrado sin cerrar todas las heridas. Entre el reparto hay actores verdaderamente grandes como Paul Meurisse, Serge Reggiani, Danielle Darrieux, Bertrand Blier o Lino Ventura y, sobre ellos, hay culpabilidades, embustes, apariencias, reproches y rencores que se convierten en personajes que también están invitados a esa cena de antiguos camaradas que tiene el destino de una tragedia que quedó suspendida en el aire, atrapada en el silencio porque, cuando huyeron, no solo no miraron atrás, sino que se negaron a recordar. Pero ella, la conciencia del grupo, la que les dio forma y un objetivo común, la que hizo que todos bajaran la mirada a su paso, avergonzados por sentimientos que también se reunían clandestinamente en sus interiores, hará que el pasado vuelva, que el jefe de aquella célula vuelva a estar de pie ahí, al lado de la chimenea, dirigiendo miradas acusadoras a todos los compañeros por los que dio la vida y por los que sacrificó la felicidad de los que realmente le apreciaban. Y es que, muy a menudo, la traición arrasa con muchas vidas que se tocan, se juntan y se acarician en la noche. 

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