martes, 4 de noviembre de 2014

EL GRAN LEBOWSKI (1998), de Joel Coen

Si tenéis ganas de escuchar el emocionante coloquio que tuvimos en "La gran evasión" a propósito de "La carretera", de John Hillcoat, podéis hacerlo aquí.

Damas y caballeros, el señor Jeffrey Lebowsky…bueno, vale “El Nota” o “Señor Nota” o “Su Notísima” o “El Notarino” o lo que ustedes prefieran llamarle siempre que no sea en plural mayestático. Sí, sí, digo bien porque “El Nota”, al fin y al cabo, es una parte de todos nosotros. Es ese tipo que, a pesar de su pertinaz pereza y de su automarginación voluntaria, te gusta tener al lado porque, en el fondo, tiene algo de ética, algo de honestidad inherente que no se puede despegar de él. Le gusta la música menos algún grupo que hace una canción sobre un hotel y resulta que, en realidad, es una metáfora sobre colocarse y tal…pero donde esté un buen peta y un buen ruso blanco…allá que va “El Nota”. Lo peor de todo es que parece un estúpido pero no lo es. Y ése es el error que comete el opulento y amoral señor Jeffrey Lebowski que se llama igual pero que se sitúa en las antípodas de “El Nota” y, por tanto, en el otro lado del mundo de todos nosotros. Seamos sinceros, el millonario señor Lebowski jamás conocería a tipos como Jesús Quintana, ese tipo que va de morado a la bolera y tiene una relación lujuriosa con los bolos; o como Walter Sobchak, sospechosamente parecido a un director como John Milius y que saca el tema del Vietnam a la mínima de cambio; o como esos dos tipos, un poco raros que se llaman Joel y Ethan Coen y que hacen un cine que muchas veces se basa en coger universos ajenos, removerlos un poco en su particular coctelera y verterlos sobre un montón de personajes de su propia cosecha.

Sí, porque, aunque no lo parezca, El gran Lebowski es una transposición desquiciada del universo de Raymond Chandler. Esos tipos…es que son muy particulares porque unos cuantos años antes cogieron el mundo que rodeaba a Dashiell Hammett para hacer Muerte entre las flores y su mirada fue rigurosa, levemente renovada, profundamente estética y irreprochablemente buena y, claro, ahora no iban a coger a Chandler y hacer lo mismo. Tal vez se bebieron unos cuantos vasos de caucasianos y decidieron coger alguna de las constantes de Philip Marlowe y colocar al personaje más anti-chandleriano del mundo. El resultado, por supuesto, es alucinante en toda la extensión de la palabra porque “El Nota” alucina en colores, en privado y en público. Cuando sueña, es divertido; cuando actúa, es desastrado pero cuando piensa, señores, eso es otra cosa. Es un sabueso perfecto. Tanto es así que le confunden con un gran detective privado. Y todo por una alfombra. Yo creo que deberías pensarlo algo mejor, “Nota”, antes de meterte en esos líos. Claro que a veces tú te comes el oso y, en otras ocasiones, el oso te come a ti. Lo cierto es que yo estoy mucho más tranquilo sabiendo que en el mundo hay tipos como “El Nota”. Su vagancia no molesta a nadie y a mí me vale que mate el tiempo en la bolera con sus amigos, con unos cascos en las orejas y unos bañitos relajantes a base de maría y de velas. Eso significará que, cuando se necesite a alguien, siempre habrá un “Nota” dispuesto a dejarse zurrar y usar la razón como arma, por mucho gordo brutal que tenga al lado o por muchos amigos que sufran de verdad un ataque al corazón cuando se les ha advertido una y otra vez que tienen que cerrar la boca. Es la vida, “Nota”. Es la barba mojada por el agua de la taza. Es la maravillosa visión al pasar por debajo de un montón de piernas abiertas encima de una pista de bolos. Eso sí que es un pleno. Por mucho pornógrafo que ande suelto y mucho tipo que crea que eres un auténtico inútil. Las apariencias engañan…y el “Nota” siempre resiste ¿verdad, tío?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Un artículo genial señor Bardés, tanto como la película.

César Bardés dijo...

Gracias, seguro que no tanto, pero anima mucho.