martes, 11 de noviembre de 2014

UN PLAN BRILLANTE (2007), de Michael Radford

Ser una mujer en un mundo de hombres es como ser un brillante en medio del barro. El destino desea que dos personas hagan un pacto basado en el menosprecio de los demás. Es así de sencillo. A una por ser mujer. A otro por ser un viejo cojo que solo se dedica a limpiar por las noches. Es un error muy común. En pleno centro de la City londinense, el trasiego, las prisas y la falsa importancia de un buen puñado de trabajos inútiles pueden ser estupendas armas para perpetrar un atraco audaz, sencillo y muy bien preparado. Basta con no dejarse llevar por la avaricia y hacer las cosas con calma. Son muchos años esperando una oportunidad. Y lo único que hace falta es alargar la mano y coger tantos brillantes como se pueda.
El problema es que se han cogido todos los brillantes de la primera compañía del mundo en el comercio de piedras preciosas. Todos. Y eso no lo puede haber perpetrado un simple señor que limpia, que arrastra su cojera por los pasillos de la enorme empresa y que, además, va a jubilarse en muy poco tiempo. Él no quiere los brillantes, quiere otra cosa. Todo es parte de una venganza y si, de paso, se puede compensar a los más débiles pues entonces la escoba y la fregona habrán merecido la pena. En cuanto a la chica…ella ha visto cómo otros hombres la han sobrepasado con menos preparación por el mero hecho de ser hombres y ya es hora de que se den cuenta de que una mujer vale por tres hombres o más. Es como un brillante de más de cien quilates. Es una joya única y nadie se da cuenta de que está allí. Bastante alto ha llegado ya.

Más allá de una película de atracos perfectos, Michael Radford dirigió esta pequeña piedra preciosa del cine con el que es, quizá, el último gran papel de Michael Caine y de su compinche Demi Moore. Por razones diferentes, sus carreras han ido, desde entonces, cuesta abajo pero aquí forman un equipo que guarda una sorprendente química que aún resulta más eficaz teniendo en cuenta el tipo de personajes que interpretan. Por un lado, el prototipo de mujer triunfadora, de cierta frialdad, que ha llegado muy alto a mediados de los años sesenta a pesar de su sexo. Por el otro, un anciano que pudo llegar y que se quedó al principio del camino tan solo por amor a una mujer que enfermó y que ha sido la razón de su vida a pesar de que ella ya no está. Ambos consiguen jugársela a todo un entramado de mafias perfectas sobre el tráfico de diamantes y a una compañía de seguros que trata de no cargar con la quiebra que supondría la desaparición de una fortuna incalculable. Un plan brillante, no cabe duda. Bien hecha, bien dirigida, bien interpretada y, eso sí, tan olvidada y discreta que nadie ha reparado demasiado en ella, como un hombre que se esconde detrás de un mandil y que trata de que los pasillos queden fulgurantes de limpieza mientras en su mente hay más inteligencia que en muchos hombres trajeados que, con cara de impecable trascendencia, tratan de enriquecerse a costa de la explotación y de pactos secretos que se forjan detrás de las paredes de unos despachos forrados de madera de roble. Quizá es la única película que sabe convertir al espectador en un atracador que forma parte de un golpe con el que no se puede estar más de acuerdo.

No hay comentarios: