Gabin, Ventura, Delon. Tres
generaciones de puro granito que empuñan la pistola de modo muy diferente. El
miedo se instala en cualquiera que pase por delante de ellos. Porque sabes que
sus miradas ya son balas que traspasan la carne más dura. Porque no hay nada
que se les pueda resistir. Ni siquiera la derrota acaba con ellos. El revólver
parece quejarse en sus manos. Las arrugas de sus rostros parece que se abren
para gritar el paso de los años. Gabin, Ventura, Delon. Tres tipos de mucho
cuidado.
Gabin. Perro viejo de viejas
batallas que ha madurado para robar solo a lo grande. Ya quedaron atrás
aquellos días del negocio modesto que sirvió de base para construir un imperio
capaz de cualquier cosa. La serenidad se halla en su casa mientras su rostro es
un compendio de atracos, de algún que otro año de cárcel y de muchas éticas
traicionadas. Es un gángster de piel de gabardina y sabe ser tierno con los
nietos, duro con los subalternos y exigente consigo mismo. Las cosas tienen que
estar bien planeadas, no dejar resquicios a la improvisación no es una
consigna, es un estilo de vida. Tiene la incertidumbre de creer que las nuevas
generaciones tal vez no sean tan leales. La traición está ahí y no hay que
flaquear cuando la policía llama a la puerta. Por eso esa dignidad cuando tiene
que marcharse y no puede quedarse a cenar. Por eso su pistola quedará ahí,
encima de la mesa, sin nadie que se atreva a tocarla.
Ventura. Veterano policía que
corre mucho para encontrarse con demasiadas puertas cerradas. Es el sino que le
ha tocado vivir. Un policía que, a menudo, tiene que comportarse como un
gángster para poder tocar el triunfo de vez en cuando. En su mirada hay
inteligencias y dudas. Pero sabe con quién se enfrenta. Sabe que a uno tendrá que
matarlo y que a otro habrá que ir a buscarlo en su propio terreno. Su andar es
tan macizo que parece roca dura curtida a la orilla del mar. Con toda su sal
sobre la piel. Con toda la dureza que recubre su ansia por volver a fumar. Mal
negocio para un policía cuando no tiene puertas de escape y tiene que estar
veinticuatro horas al día persiguiendo a individuos que se han pegado la gran
vida mientras él ha dormido en coches, se ha atiborrado de cafés y ha consumido
demasiados cigarrillos. Y ahora hay que dejar de fumar. Eso casi es tan duro
como los tipos a los que tiene que perseguir. Su pistola apenas dispara. Él
acribilla con el gesto.
Delon. El sicario de ojos azul
lago. Es frío pero tiene un punto impulsivo. No es de los que planifican con
tanta antelación porque sabe que cualquier imprevisto necesita una buena dosis
de improvisación. Si se mete en algún lío, no hay problema. Ya habrá una
solución. Aunque sea tirando de pistola contra su propia gente. Al fin y al
cabo, los sicilianos le tratan a cuerpo de rey pero se olvidan de lo que siente
un tipo que ha estado en la cárcel cuando hay una mujer hermosa tentando su
territorio. Sabe que le queda mucho para llegar a ser jefe. También sabe que no
tiene sangre en las venas y que las muertes que va dejando a su paso no le
importan. No merecen ni un solo pensamiento más. Quiere sentirse libre hoy para
poder matar a alguien libremente mañana. Ése es su máximo objetivo. No está
hecho para dirigir clanes, familias o grandes negocios. Su negocio es matar, y
el negocio va estupendamente.
Gabin, Ventura, Delon. Tres
generaciones con las que hay que tener mucho, mucho cuidado.
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